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   Ambas chicas caminaban por las calles de Buenos Aires, siendo golpeadas por una brisa agradable e iluminadas por el final de un atardecer de Marzo. Pensaban en cenar juntas, tal vez probarían la comida del nuevo restaurante en Puerto Madero, o quizá comieran más cerca del departamento por si acaso. También podían decidirse por comida asiática... En fin, muchas opciones, mucho silencio y poco tiempo.
   Ya pasaban tres cuadras en las cuales ninguna habló. Cele, con las manos en los bolsillos, miraba hacia abajo y a veces pateaba alguna piedra con sus Converse gastadas. Meri, en cambio, miraba hacia los costados, deleitándose con el cielo y el crecer de la noche.
  Al oscurecerse todo, las luces del alambrado público se encendieron de a poco, mientras que de las ventanas de los edificios se veían lámparas que se iban encendiendo. Un espectáculo tan magnífico que consiguió que Cele alzara la mirada. Ella no estaba acostumbrada a esa cantidad de edificios. Por más de vivir en una gran ciudad, nunca se había parado a observar las luces.
   Su concentración en el horizonte cubierto de edificios fue interrumpida por Meri, quien le preguntó qué quería comer. "Después de todo, sos la invitada", le dijo.
  –No sé...Me da lo mismo–murmuró.
  –¡Tengo una idea!– gritó Meri minutos más tarde, contrastando con la voz suave de su compañera.–¿Y si invitamos a Paula? Seguro tiene ganas de verte... Además sabe un montón sobre comida, y nos puede decir algún lugar bueno.
–Por mí está bien...– dijo Cele, aunque en el fondo no estaba del todo contenta con el plan. Creía que iba a ser una cena para Melisa y ella... Aunque no negaba que extrañaba a Paula, o Paw, como la llamaban en las redes.
–¡Genial! Ya mismo le mando un mensaje– contestó Meri. Después de todo, Paw era su mejor amiga desde la secundaria...
   Luego de una ronda de mensajes, decidieron encontrarse en un local de comida coreana al cual se podía llegar en seguida en subte. En la estación, Meri pagó los viajes con su tarjeta, y por más de haber estado ahí, Cele miraba todo, asombrada. Luego de unos minutos silenciosos, el subte llegó y se abrieron las puertas.
    Se sentaron. Extrañamente no tenían de qué hablar. A ambas se les hacía incómodo el silencio...
    –Ehm...–intentó romper el hielo Cele– ¿Y en qué anda Paw? Así tenemos temas de conversación en el restaurante...
   –Ah... Está por conseguir la licenciatura, anda a full entre la facultad y los eventos.
  –Sí... Debe ser muchísima responsabilidad...
–Eso...–cerró Meri. No sólo que nadie tenía idea qué más decir, sino que habían llegado. Bajaron y subieron la escalera hasta afuera. Era de noche y ya hacía un poco de frío.
–¡Qué suerte que trajimos camperas!– dijo Meri por decir algo. Sin embargo, como Cele no contestó, sintió algo de vergüenza y se calló.
  Dos cuadras más allá, esta vez un poco más conversadas de parte de ambas chicas, se hallaba el restaurante. Entraron, observaron la ambientación oriental y pidieron una mesa para tres. Unos quince minutos más tarde, mientras ellas seguían hablando, esta vez de cosplay, se acercó a ellas una persona bastante alta, mirando abajo se podía ver que también tenía tacos altos. Llevaba puestos unos jeans y una camisa a cuadros. Su cabello, largo y oscuro, estaba suelto y descendía a su cintura como una catarata. Esa chica era Paula.

HEART ATTACK _CeleriWhere stories live. Discover now