Después del ataque a la conferencia de la ODM, los ataques a las grandes ciudades comenzaron a ser cada vez más frecuentes. Apenas había pasado una semana cuando los invasores destruyeron Hong Kong, al mes fue Buenos Aires, luego Madrid y la ciudad de México. Solo era cuestión de tiempo para que mi ciudad fuera la siguiente. Mi madre lo sabía y creo que por eso se la pasaba haciendo llamadas intentando contactar con alguien de la oficina de papá.
Jiro y yo dejamos de ir a la escuela al igual que el resto de nuestros amigos, ahora pasábamos el día entero adentro de la casa y solo podíamos salir cuando mamá nos llevaba al supermercado. Fue uno de esos días, en los que vi por primera vez a un grupo de soldados. Iban por la calle, vestidos con sus trajes verdes camuflaje y con sus armas listas para disparar. Ninguno de ellos les prestaba atención a los niños que, como yo, los miraban asombrados y solo continuaban con su camino. Parecía que se dirigían al centro de la ciudad.
Mi madre los vio horrorizada. Jiro quería seguirlos para saber a dónde se dirigían, pero ella insistió en que debíamos regresar a casa lo antes posible. Mi madre se apresuró a pagar mientras yo continuaba viendo a los soldados a través de la ventana del supermercado. Unos momentos después, ambos nos dimos cuenta de que Jiro había desaparecido.
Salimos de la tienda y corrimos tan rápido como pudimos en la misma dirección que se dirigían los soldados. "No puede estar muy lejos" decía mi madre intentando convencerse a sí misma. Corrimos varias calles, había personas gritando y corriendo en la dirección contraria a la nuestra. Entonces nos encontramos con una calle que estaba cerrada por un bloqueo militar. Un soldado nos detuvo y dijo que no podíamos pasar. Mi madre intentó explicarle lo de mi hermano, pero eso no nos ayudó en nada. Mientras mi madre y el soldado discutían, regresé un par de calles y entré al centro de la ciudad por otra avenida.
Aquel solía ser un lugar hermoso, con enormes jardines y bellas estatuas, diseñado para que cientos de personas pudieran convivir ahí. Pero ahora solo había decenas de soldados muertos o al borde de la muerte, pues cuando pasé junto a lo que suponía era un cadáver, este sujetó mi pierna y me pidió que lo sacara de aquel lugar. "Ahí están, ten cuidado chico" me gritó cuando comencé a alejarme de él.
¿qué diablos estaba ocurriendo ahí? Había personas muertas por todos lados; algunos tenían quemaduras tan graves que la piel se les había vuelto completamente negra, a otros les faltaban los brazos e incluso pude ver a dos soldados decapitados y ni un solo rastro de los invasores. Cientos de vidas humanas perdidas y no pudieron matar ni siquiera a una de esas cosas.
Cien metros delante de mí había un auto en llamas que no tardó en explotar y llevarse varios cuerpos humanos con él. Aquello era un caos absoluto. Seguí buscando a mi hermano, ahora poniéndole especial interés a los cadáveres en caso de que le hubiera ocurrido lo peor, hasta que a lo lejos escuché gritos y disparos.
Corrí en aquella dirección, si no me equivocaba eran apenas unas calles al sur de la ciudad. Creí que tal vez ahí podía estar Jiro, pero no pude llegar, pues un soldado me vio y me sujetó de la camisa. "Estamos en retirada niño. Vámonos" El hombre tenía la cara ensangrentada y pude ver que le costaba apoyar la pierna izquierda, a pesar de todo, mantenía las manos sobre el arma listo para disparar en cualquier momento. Él me guio a través de los callejones de la ciudad pues dijo que las calles no eran seguras. "Iremos a un refugio subterráneo, no está muy lejos" Así recorrimos varios callejones y yo no podía dejar de pensar en mi hermano.
Entonces escuché una explosión justo encima de nosotros. Hubo un ruido ensordecedor, un haz de luz blanca y sentí como el soldado me empujaba para que siguiera corriendo. Volteé para asegurarme de que él aun me seguía, pero se había quedado atrás, disparando su arma contra una criatura que apenas alcancé a ver. Creo que medía más de dos metros, caminaba encorvada y tenía dos bocas llenas de dientes filosos, una piel grisácea y dos pares de ojos rojos. Pude ver como emergía de una nube de polvo que la explosión había causado y apenas dándole tiempo al soldado para dispararle un par de veces, se abalanzó sobré él abriendo su boca por completo y le arrancó un brazo de una sola mordida, el hombre gritó de dolor, pero no por mucho tiempo, pues de inmediato la criatura continuó con su cabeza.
Como un perro olfateando a su presa, aquella cosa clavó su mirada en mi por unos segundos, solo para echar a correr en mi dirección. Corrí tan rápido como pude y vi que más adelante había un puñado de soldados resguardando una enorme puerta metálica. Seguí corriendo esperando llegar a los soldados antes de que aquello me alcanzara. De pronto sentí como algo me mordía el pie derecho y caí al suelo, dos solados disparaban mientras un tercero intentaba sujetar mi mano izquierda para llevarme con ellos, pero aquello seguía aferrado ahora a mi pierna entera, sentí como masticaba mi carne y antes de desmayarme, como arrancaba uno de mis brazos.
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The Fall
Science FictionJiro es un chico normal que se ve envuelto en la primera guerra que la humanidad libra contra los invasores.