Desperté acostado en una camilla en medio de una habitación oscura. A mi lado izquierdo había un aparato que medía mi ritmo cardíaco y mi respiración. Tenía puesto una careta para oxígeno y lo primero que hice fue intentar quitármela; así que intenté mover las manos y fue ahí cuando me di cuenta que había perdido mi brazo derecho. A decir verdad, había perdido por completo el hemisferio izquierdo de mi cuerpo.
Grité con todas mis fuerzas hasta que pasados unos minutos un hombre corpulento entró en la habitación. Él se acercó a mí a toda velocidad y cubrió mi boca con una de sus manos. "Tranquilo chico, no grites. Estás bien, estás a salvo." La mirada del hombre era de preocupación así que intenté tranquilizarme lo más que pude y logré dejar de gritar.
- ¿Qué es esto? ¿Do... dónde estoy? ¿Dónde está Jiro? - Pregunté intentando incorporarme, pero el hombre me detuvo poniendo una de sus manos sobre mi pecho.
- No puedo decirte donde estamos y no sé quién sea Jiro, pero esto es un hospital. O al menos lo más parecido a un hospital que tenemos ahora.
- ¿Pero qué? ¿qué pasó con... con esa cosa? ¿y los soldados?
- Chico tranquilo. Sé que debes estar muy confuso, pero créeme, no soy la persona indicada para contarte todo lo que quieres saber. Mañana por la mañana vendrá el medico que te atiende y él te explicará todo. Yo no puedo hacer mucho.
- ¿y la guerra? ¿terminó? ¿ganamos? ¿Hay algo que puedas contarme acaso?
- Bueno emm... yo, me llamo Hank.
Hank se quedó conmigo hasta que a la mañana siguiente el medico apareció. Le pregunté si era necesaria aquella oscuridad y él respondió que tenía un doble propósito; ahorrar energía para los aparatos y que "ellos" no nos encontraran. Así me enteré que poco a poco la humanidad había perdido las batallas importantes contra los invasores. Ya no existía París, Roma ni Seul, tampoco Rio de Janeiro ni Caracas. Al parecer las capitales de todos los países estaban siendo atacadas y los ejércitos humanos poco y nada habían podido hacer contra la amenaza de los invasores.
El doctor entró a la habitación cuando el reloj de Hank marcaba las siete y treinta. Hank se despidió con un único movimiento de cabeza. El doctor se presentó como Alfonse, me contó que había pasado cuatro años en coma y que a estas alturas le parecía un milagro que despertara.
- Llegaste aquí hace tres años. Fuiste transferido desde la base japonesa de la ODM. Cuando te vi por primera vez dudé mucho que sobrevivieras por más tiempo, pero lo hiciste. Escucha. La criatura que te atacó es una de los tres tipos conocidos de invasores. Los denominamos "grises" por el tono de su piel. Son soldados rasos. Destinados a provocar caos entre las filas de los humanos, poderosos sí, pero no indestructibles, aunque, a decir verdad, hacen falta al menos ocho o diez soldados humanos para acabar con uno de ellos. Según el reporte, el día que te atacaron se logró matar al primer gris del que se tiene constancia, ese día murieron cincuenta soldados y otros veinte fueron encontrados heridos de gravedad junto contigo. Todos los hombres presentaban mordeduras y algunos habían perdido miembros, pero solo tú y otros dos no se estaban desangrando. Tenían heridas graves, pero estas parecían estar cicatrizando. Así que te internaron a ti y a los dos soldados que no sangraban, al mismo tiempo, un par de colegas y yo estudiábamos al espécimen gris. Después de meses entendimos que ellos segregan una sustancia, una especie de veneno que inyectan a sus víctimas para que mueran en caso de que de alguna manera logren escapar. Pero no funciona con todas las personas, aunque aún no entendemos cual es la excepción a la regla. Ya descartamos el tipo sanguíneo y cierta información genética, pero aun nada tiene sentido en el hecho de qué tú y el otro estén vivos.
- ¿Yo y... el otro? ¿Cuál otro?
- Uno de los soldados que fue atacado el mismo día que tú sobrevivió, despertó hace un par de meses, pero continúa aquí en observación.
- Y de casualidad el día que me encontraron ¿había otro niño?
- Lo siento amigo, tú eras el único niño. - Alfonse debió notar la expresión de tristeza que hice, porque de inmediato me preguntó - ¿a quién estabas buscando?
- A mi hermano – Dije desviando la mirada para que Alfonse no viera que comencé a llorar.
- Lo siento amigo, de verdad lo hago. Pero ahora lo mejor que puedes hacer para encontrarlo es sanar, nosotros te ayudaremos. Me tengo que ir, pero una enfermera vendrá pronto por ti.
Alfonse salió de la habitación y de verdad desee que Hank volviera a entrar para no sentirme solo, pero no fue así. Pensé en la última vez que había visto a Jiro y lo recordé asombrado viendo a los soldados, luego pensé en lo preocupada que debía estar mi madre al no saber nada de mí, esperaba que al menos Jiro y ella estuvieran juntos. De pronto comencé a llorar con todas mis fuerzas al sentir que le había fallado a mi padre. "Serás el hombre de la casa de ahora en adelante" había dicho él y yo ni siquiera sabía dónde estaba mi familia, la misma familia que se suponía debía proteger.
Una enfermera llegó por mí, unas horas después. Ella me alimentó y después de eso me llevó a una habitación para realizar distintas pruebas, desde mi equilibrio hasta mi visión. Revisaron la motricidad de mi mano y mi pierna y mi razonamiento. A los médicos les sorprendió que todo se encontrara bien, a decir verdad, a mí también me sorprendió cuando de un intento pude perfectamente ponerme de pie sin estar acostumbrado a la falta de mi hemisferio izquierdo. "Es increíble, de verdad que lo es" oí decir a un hombre de barba abundante que se encontraba junto a Alfonse que me miraba sonriente.
Después de eso, me llevaron a otra habitación donde Alfonse me presentó al hombre de la barba como el Dr. Jack. "Doctor, ingeniero, lo que haga falta en realidad" dijo estrechando mi mano. Ahí había una enorme computadora en la que Jack comenzó a teclear cosas para que después de un largo rato, la puerta de un closet cercano se abriera revelando una pierna y un brazo que al parecer habían hecho para mí. "Están hechos de la mejor tecnología que la ODM puede pagar. Alfonse creía que era un desperdicio construir algo así dado que no ibas a despertar, pero yo nunca perdí la fe."
Me ayudaron a ponerme las partes robóticas donde se suponía que debían estar mis extremidades. "Te dolerá un poco cuando las encienda, se conectan directo a tu sistema nervioso, solo intenta relajarte" me dijo Jack intentando disimular su felicidad. Sentí un fuerte dolor en mi hombro y pelvis, pero fue solo por un momento, apenas unos segundos después, estaba moviendo aquellas extremidades falsas como si siempre las hubiera tenido. "Simplemente increíble" no paraba de repetir Jack. Luego me llevaron frente a un muro de concreto y me pidieron que lo golpeara con mi nueva mano. Así lo hice y sin poner mucha fuerza logré perforar la totalidad de este. "Si tan solo hubiera más soldados como tú chico, esta guerra se terminaría". Pero yo no era un soldado y no había otros como yo.
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The Fall
Ciencia FicciónJiro es un chico normal que se ve envuelto en la primera guerra que la humanidad libra contra los invasores.