La alberca (parte IV)

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El resto de la semana me comentó que no pasó nada extraño, pero como pudo se las arregló poniendo pretextos a la directora para abandonar la escuela antes de la hora normal. Cuando regresé y nos volvimos a ver, salimos a cenar,pero ella se notaba un tanto distante y preocupada. Me confesó que la escuela le daba miedo y me suplicó que fuera por ella para sentirse acompañada al salir. Le dije que sí y le conté todo sobre el caso de Abraham. Fue comprensiva y me brindó su respaldo al respecto con unas compasivas caricias de sus manos sobre las mías.

Al siguiente lunes acudí por ella a la escuela alrededor de las cuatro de la tarde. Antes de ingresar por la entrada principal, me detuve a contemplar la fachada de mi antigua escuela. No había ido desde que me gradué de la misma. Cuando iba entrando, un cúmulo de recuerdos y sensaciones volvían a mi mente. Ingresé a la oficina de la dirección y nomás estaba mi novia sola en la escuela, como era de esperarse. Me contó sobre los deberes que le correspondía hacer como asistente y pensé que, si fuera otro lugar diferente, le habría propuesto hacer actos inmorales en esa oficina. Pero la única y última vez que había hecho algo a escondidas en ese inmueble todo terminó en tragedia así que deseché mi inoportuno pensamiento.

Cuando salimos de la oficina y mi novia la estaba cerrando, en un momento de silencio nos quedamos helados cuando perfectamente escuchamos una risa infantil que provenía de uno de los pasillos cercanos. No había duda: alguien o algo estaba dentro de esa escuela además de nosotros. Mi novia se quiso ir,pero la convencí de que era mejor acabar con esa maldita duda de una vez.

Salimos a inspeccionar los dos pasillos cercanos tomados muy fuerte de la mano,pero no encontramos nada. Pensamos en retirarnos y justo en la entrada de la escuela escuchamos la misma risa ahora proveniente del interior del auditorio. Le pedí las llaves a mi novia y rápidamente las extrajo de su bolsa. Abrimos el auditorio, prendí la luz y no había nadie. Cerramos el acceso del auditorio y entonces escuchamos la risa en dirección de uno de los baños, junto con un leve portazo. Le dije a mi novia que quizá podría tratarse de una broma,pero sifuera así, sería una de pésimo gusto.

Ella ya no quería ir a revisar,pero terminó accediendo ante mi insistencia. Abrimos los baños y no había nada ni nadie. Todo en orden excepto una puerta de un excusado que estaba abierta. Quizá la que se había golpeado. Cerrando la puerta del baño volteé hacia enfrente. Era él área de la alberca. La risa aparece de nuevo y provenía de ahí. Un mal presentimiento se apoderó de mí y dudé en continuar, pero extrañamente se invirtieron los papeles pues mi novia ya se había cansado de la situación y quería averiguar qué era lo que se estaba metiendo con nosotros. Así que me tomó de la mano y me guió hacia él área de la alberca.

Cuando estábamos afuera de esa área noté que todo seguía casi igual. Era el mismo alambrado, con la misma puerta, mismo candado y misma cadena, solo que tenía más óxido que en mis épocas estudiantiles. Por si fuera poca la tensión de esta situación, mi novia comentó que recién llegó y le dieron el recorrido por la escuela el área de alberca fue la única excepción, que hacía poco más de diez años que estaba clausurada y ya nadie ingresaba.

Al momento en que ella abrió el candado y empezó a remover la cadena, sentí muchas ganas de llorar y ella notó mi nerviosismo. Me tomó tiernamente de la mano y me dijo que si quería la esperara afuera, que yo no tenía por qué entrar si eso me traía recuerdos tristes del pasado. Le tomé la palabra. Ella subió por las escaleras que conducen hacia el interior.

Mientras la esperaba me puse a contemplar el patio. Los recuerdos de los tres amigos jugando juntos futbol, basquet o canicas me hicieron sonreír. Pero también recordé que así de solitario estaba el patio aquel día que Felipe y yo lo atravesamos, dejando abandonado el cuerpo sin vida de Abraham. Cerré los ojos reprimiendo el llanto y una nueva oleada de terror me invadió cuando empecé a escuchar susurros de una voz infantil que pronunciaba mi nombre. Venían de todas partes mientras que yo semiparalizado volteaba con la mirada hacia la dirección de donde provenían. Unescalofrío intenso sentí cuando esa vocecita calló durante unos instantes y al sentir alivio, de nuevo me susurró muy cerca de mi oído izquierdo, como si alguien estuviera justo a mis espaldas.

Grité espantado al mismo tiempo que mi novia me llamaba para avisarme que no había nada, que si quería podía entrar. Así lo hice pues sentía mucho miedo de esa voz que me atormentaba. Cuando entré y tuve ante mí esa alberca, todo mi presente se esfumó pues mi mente se trasladó por completo a aquella época. Pude recordar a la perfección aquella tarde de domingo. Empecé a llorar y mi novia acudió a mí para abrazarme. Ella mismo me pidió que nos fuéramos ya de ahí así que tomó mi mano derecha y la empecé a seguir.

Bien dicen que una de las mejores formas de olvidar es no mirar atrás. Pero cuando mi novia y yo nos dirigíamos hacia el acceso del área de alberca, no pude evitar mirar atrás y echar un último vistazo a la zona que marcó mi vida y mi infancia. Giré la cabeza y ahí estaba Abraham parado exactamente donde abandonamos su cuerpo, con su mismo traje de baño azul marino de aquel día, sangrando profusamente y con una mirada triste que me observaba. Un incontrolable temblor apareció en mis piernas acompañado de una brutal taquicardia cuando de la boca de aquella aparición fantasmal emergieron palabras con su inconfundible voz que tuvo en vida:

—¿Por qué me abandonaron, Gabriel? No te vayas, regresa por mí. No me abandones otra vez, no...

Entre gritos y llantos que se transformaron en berreos, abandoné corriendo toda esa área. En el momento no me importó haber tumbado a mi novia. Salí huyendo despavorido de la escuela y ya afuera tropecé y caí en la calle empedrada que separaba la escuela de la plaza cívica

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Después de la muerte (fragmento)Where stories live. Discover now