A veces, cuando una persona llama tu atención no sabes decir qué es lo que te atrae o resulta interesante de ella, simplemente te sientes como un pequeño trozo de metal arrastrado por un gigante magneto, y sin importar los gustos o peculiaridades que pueda tener; te resulta fascinante. A veces te gusta su sonrisa, puede que no sea del margen de belleza mejor posicionado al que todos alabarían, pero tú sí, quizás es la forma de sus labios, o la manera en la que se marcan sus comisuras cuando adornan sus dientes o quizás es el sonido que le sigue cuando se convierte en risa, quizás simplemente es una sonrisa que nació para ser adorada por ti. El gusto viene de distintas formas y tamaños, te puede gustar alguien quién todos aborrecen, incluido tú mismo... o simplemente te puede resultar tan común y ordinario la belleza y carisma que todos admiran, de esta manera también es el amor, que de manera es el tercer escalón, no amamos porque nos amen, no es necesario, amamos porque ni siquiera lo podemos evitar, amamos porque esa persona sabe tocar todos nuestros puntos débiles sin proponérselo, amamos aunque no debamos, aunque se incorrecto o inmoral, porque el amor nos hace así.