Capítulo Uno

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Ocho Años antes

Diciembre 2008

Amber Rivera - 16 años

Era bonita, su rostro era muy dulce, una niña aplicada en cada una de las materias en la escuela.
Escuchaba atentamente con el ceño fruncido lo que el profesor de historia decía, mientras hacía apuntes sobre la la revolución francesa. No perdía la noción de lo que se hablaba o se debatía, este fin de curso era su último esmero por una beca universitaria lejos de todo el desastre que son sus padres.
Durante toda su vida vio los excesos que ellos cometían, en su casa podía faltar un plato de comida, pero jamás, dejaría de haber drogas o alcohol; se resistía a creer que ese podía ser su futuro, tener un sitio exclusivo donde drogarse, compartir a su pareja con otra mujer u hombre  en el estado que fuera. No, ese no era la vida que ella deseaba.

Camino hacia su casa, sabiendo lo que encontraría, era mejor no pensar en eso, ya demasiado daño le causaban al golpearla. Al llegar encontró a sus padres tomando junto a dos hombres más, se veían extremadamente drogados, ninguno dijo nada, ella se limitó a ingresar a su habitación y seguir con su vida solitaria como lo hacía todos los días.

Sus días se la pasaba de esa misma forma, veía la vida de sus padres acabarse, agradecía a Dios que haya sido hija única; pero, también entendía aquel comportamiento de ellos, ser padre a los 15 años, crecer con una hija en brazos ¿quien lo quisiera? Ella no lo deseaba, y tampoco podía decir que sus padres eran unas personas maduras. Por que actuaban peor que ella.

-Entonces. - dijo la madre de Amber sentándose con ella en la mesa. - El día de hoy me acompañas a hacer Compras . Vendrán unos amigos y decidimos hacer una pequeña cena.
Amber era muy parecida a su madre, sus ojos color miel fueron heredados por ella.
Aquella muchacha miró sorprendida a su madre, ¿de donde sacaron el dinero?, sus ojos dijeron lo que sus labios no se atrevieron a soltar.

-La abuela me envió dinero.-dijo su madre dando una calada a su cigarro recién encendido.

-Está bien. - dijo Amber limitándose a encoger sus hombros.

Silencio. Todo aquel camino era silencio entre ambas. Un silencio que se podía palpar, ella sentía la incomodidad de estar haciendo algo grave, pero sabia que no era como sus padres, y que no sería igual que ellos.

-¿Deseas que te compre algo? - pregunto su madre, pero la muchacha se limitó a negar con la cabeza y a seguir caminando por aquel supermercado con su mente en otro lugar, no era buena compañía.

~
Las horas habían transcurrido de lo más rápido, Amber se limitó a comer en silencio junto a sus padres y dos de su amigos que vinieron. Pero nadie decía nada, uno de aquellos hombres la miraba detenidamente, con mucho interés en ella. Eso a Amber no le agradaba.
Para sus 16 años aquella muchacha era sencillamente bonita, y aquella belleza no lo usaba o lo aprovechaba como decía su madre.
El cabello era de color castaño lo llevaba hasta los hombros, sus ojos color verde, su rostro era delgado y algunas pecas eran visibles en aquel rostro de tez blanco. Su cuerpo era delgado pero con las curvatura que muchas chicas de su edad envidiarian, toda ella era hermosa, desde los pies hasta la cabeza, se parecía tanto a su madre, solo que su madre para sus 31 años que tenía no parecía de aquella edad.
La mirada de aquel hombre la incomodaba, quería irse. Vio su cena casi acabada. El apetito se le quito, necesitaba irse de aquel lugar, a su habitación donde se alguna u otra forma se sentia protegida.
Cuando sus abuelos se enteraron que su madre estaba embarazada, la dejaron sola, más que todo su abuelo, por la decepción de que su única hija haya truncado su vida a los tan cortos 15 años y con un muchacho que siempre se limitaba estar en malas andanzas, las drogas y el alcohol jamás faltaron desde su juventud. Ellos se habían decepcionado de ver pérdida y con un bebé a su hija de tan sólo 15 años. Sus padres decidieron hacer su vida lejos de ellos, viajaron cuando tuvieron 18 años a Texas para ya no tener que tolerar entromeciones. Su abuela cuando Amber ya tenía 2 años empezó a enviar dinero para ella y sus alimentos, pero jamás llegaban nada de esas cosas exactamente la muchacha.
Prácticamente sus padres y ella habían crecido juntos después que ella había nacido, Amber vio todas las carencias que habían pasado año tras año y ella no deseaba ese estilo de vida, por más atractiva que suene, era una vida de mierda, que un día cualquiera esa vida de mierda los acabará matando a sus padres y ella de una u otra forma ya estaba resignada.

Se limitó a pararse de la mesa con su comida casi intacta, sus padres no le dijeron absolutamente, ellos seguían en su mundo. Aquellos hombres veían cada uno de los movimientos que la muchacha hacía.
- Es de mala educación levantarse de la mesa sin que los adultos hayan terminado- dijo uno de los hombres, escuchando la risa de su compañero.- ¿No te enseñaron tus papás de eso?
- Le enseñamos eso y muchas cosas más.- respondió su padre. Por fin mirándola.- pero la niña cree que puede siempre pasar por nuestro encima, como no somos como ella hace lo que desea.
- Eso no es cierto.- respondió Amber.
- No contestes a tus mayores Amber.- hablo nuevamente su padre.- ¿qué pensarán nuestros amigos, que no te he criado bien? Vete a tu cuarto.
No dijo nada, Amber salió de ahí sin decir una sola palabra, por que ¿para qué decirlo? Si sabía perfectamente que su palabra no valía.
Ella escuchaba las risas de sus padres y de aquellos hombres durante un largo tiempo, hasta que se quedó dormida.
Al día siguiente los volvió a ver en su casa, aquel lugar era un completo caos, no quería imaginarse lo que había sucedió en la noche, veía las líneas de coca en la mesa, ¡asco! ¡Todo aquello le daba un verdadero asco! Quería que eso ya se acabara, pero sabía que el sufrimiento aun seguiría por un tiempo, hasta que pueda lograr su maldita beca. Pero ella saldría de aquel lugar como fuera.

Dulzura Peligrosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora