Capitulo 3

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—Entenderá, señor A, que su presencia esté causando consternación entre los otros empleados.
No dijo nada.
—No es que sea una distracción únicamente. Si fuera eso... La verdad es que no somos insensibles. Si usted hubiera sufrido algún accidente, o estuviera incapacitado por algún motivo, la empresa lo comprendería y apoyaría explícitamente. Pero ésto... —alzó la palma hacia él, y la bajó avergonzado antes de continuar. —La verdad, es que no podemos comprenderlo. He hablado del tema con el directorio, y lo que están sugiriendo es que se tome una licencia psiquiátrica y aproveche ese tiempo para tratarse con un terapeuta. Puedo sugerirle un colega que se dedica a problemas laborales, si ése es el caso. Pero debe tratar su depresión, o no tendrá un lugar entre nosotros. ¿Me entiende?
—Perfectamente. Lo que usted cree en realidad es que mi presencia está deprimiendo a los demás. ¿Le parece que mi actitud es la de una persona deprimida? Mi desempeño no ha caído, de hecho, he estado trabajando mejor que antes. Eso hasta lo reconocerán mis compañeros. Lo que no reconocerán es que se la pasan perdiendo el tiempo hablando a mis espaldas.
—¿Entonces coincide en que su estado actual es un factor desmotivante para los demás miembros de su equipo?
—No más de lo que me desmotiva a mí estar rodeado de idiotas que juzgan a los demás sin intentar comprenderlos.
—Ok... No convirtamos esto en una cuestión personal...
—Por supuesto que es una cuestión personal. Ustedes lo convirtieron en eso.
Y habiendo dicho eso, se retiró de la oficina para siempre.
—¿Qué estás haciendo? —dijo la voz de ella en el teléfono. —¿Qué carajo estás haciendo?
—Emma...
—Me dijeron que no estás tomando tus pastillas, que dejaste tu trabajo, nadie te ve desde hace meses... ¿Te estás dejando morir? ¿Es por mí? Decime la verdad.
—Uau... Qué ego el tuyo.
—No me jodas... ¿te dejo y tres meses después querés matarte?
—De nuevo... No todo se trata de vos... Pero nunca lo entendiste, por eso te fuiste.
—Claro, soy tan egocéntrica que por eso te llamo, para confirmar mi lugar predominante en tu vida. No porque estoy preocupada. Porque como vos no te preocupás por nadie, no podés entender que alguien se preocupe por vos.
—Emma...
—¿Qué?
—Esto no se trata de vos.
—¿Y de qué se trata, entonces?¿Querés ver quién viene corriendo a salvarte?
—No. No se trata de nadie más. Es para mí.
—¿Qué querés probar?¿Que estás vivo?
-No quiero probarle nada a nadie. No sé. No creo que lo entiendas. No creo que nadie lo entienda.
—¿Cómo querés que alguien entienda? Sólo un enfermo puede desear morir lentamente.
—No quiero morir... No más que los demás. Pero quiero una vida normal, ¿entendés?
—¿Normal?¿Esto te parece normal?¿Dejar que tu vida se apague, sufrir, matarte?
—No sé. No espero que lo entiendas. Es algo personal. No empezó a propósito, pero ahora sé que es lo único que puedo hacer. Es lo correcto para mí. No necesito nada de vos, excepto que lo respetes.
—No me pidas eso. Pedime que te ayude, pedime que vuelva con vos. Entendería eso, pero no me pidas que entienda esto.
—...
—Perdón... Perdón si lo que hice te llevó a esto... Pero no puedo, no puedo...
El teléfono calló, pero siguió escuchando el silencio.

El navegador del auto indicaba que estaba llegando a la estación de servicio del pueblo. El calor no era aún insoportable pero molestaba, y no quería prender el aire acondicionado porque

La historia que hay  entre la vida  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora