capítulo uno

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Ben es un chico bastante meticuloso, algo sensible y solitario, hace algunas semanas se mudó a la gran ciudad de Nueva York, donde siempre soñó vivir solas, de alguna u otra manera siempre lograba alejar a la gente que amaba, ¿qué había de malo en querer la soledad? se preguntaba el rubio. Por distintas razones en frecuentes ocasiones conoció intereses amorosos, y a cada uno de ellos los rechazó al cabo de una semana, tenía ese pequeño don, o más bien, maldición, decía él, sabía que las cosas no funcionarían desde la primera cita y aún así se arriesgaba a contemplar el hecho de que podría cambiar en algún momento aquello, pero siempre fallaba.

Su departamento era muy grande para que solamente él viviera ahí, tenía un balcón donde se podría apreciar toda la ciudad desde lejos, estaba bastante apartada de lo céntrico pero aún así el ingles disfrutaba ver la vista cada noche en el mismo lugar, con las estrellas acompañándolo y la leve brisa dándole un pequeño abrazo inocente. Habían ocasiones en las que por alguna razón quedaba dormido en el balcón hasta el día siguiente, era algo en el ambiente que lo llamaba a quedarse y caer en los brazos del cansancio y la paz.

Ya se sentía algo familiarizado con la mudanza, pues cuando niño tuvo que mudarse unas cuantas veces debido al trabajo de sus padres, por tal razón no le era tan difícil sobrellevar todo el asunto.

Sin embargo había algo aún que le faltaba: compañía. Pero claramente eso no lo habría de aceptar, nunca.

Hace tres días salió a un bar de noche y conoció a un tipo con el cual logró congeniar. Se había dado cuenta de que sería la persona perfecta para pasar el rato y salir cuando quisiera, debía sincerarse consigo mismo, le agradaba el chico. Aún se le hacía difícil recordar nombres así que decidió llamarlo Yo. Hoy en la noche quedaron en verse para ir a una función de teatro, tenía que admitir el hecho de que se sentía nervioso, estaba asustado, qué esperaba, había olvidado su nombre, era pésimo recordando cosas y aún más nombres de gente que apenas conocía. Sus padres lograban aprenderse nombres sumamente rápido, sin embargo, él no, tenía que preguntar al menos tres veces a los conocidos, a veces apuntaba los nombres en la palma de su mano, cosa que le hacía sentir como un inútil, pero no le quedaba otra opción, era fastidiar a las personas o pasar por lo mismo miles de veces. Debía admitir que le llamaba muchísimo la atención el hecho de joder a alguien, pero era otro caso.

El rubio se arregló una vez más y se miró al espejo dándose a sí mismo un guiño tratando de calmar los nervios. Llevaba un jacket negro con pequeños adornos dorados, un jean que hacía juego con el color oscuro y unas botas negras, también. Para calmarse aún más buscó un trago momentáneamente, se aproximó al balcón dejando el vaso de cristal a un lado y se apoyó en el barandal viendo cada edificio que se veía a lo lejos, ¿cómo había llegado a esto?, se preguntaba. Sin duda alguna el cielo, el ambiente y la vista panorámica lo llenaron de una inmensa nostalgia y la pregunta que se había hecho era aún peor. ¿Qué pudieron haberle hecho para quedar en tal situación? no recordaba ningún suceso, simplemente un día despertó queriendo estar solo, sin compañía, sin muestras de afecto, sin una palabra de consuelo, sin nada por qué preocuparse, sin nadie a quién amar, nadie por quién esperar en la noche o alguien con quién acostarse y despertar en la misma cama. No quería amar en lo profundo, y tal cosa lo maldijo, era él mismo quién buscaba los defectos más estúpidos para alejar a la gente, para alejar su felicidad.

Tan sólo era un hombre vacío, sin nada por qué vivir, quizás sólo buscaba que del cielo le cayera alguien o algo que le hiciera cambiar de opinión o todo, podría ser que en algún momento alguien estremeciera cada pequeño rincón de su alma y cuerpo y así tener una pequeña llama, una pequeña razón para poder amar, para poder ser feliz.

Desafortunadamente Ben sabía que el alcohol no le serviría de nada, era inmune a ello, es más, podría tomar unos diez vasos y aún así actuaría de los más sobrio, así que no pudo calmarse. En lugar de eso sus ánimos bajaron más de lo normal y miraba intensamente a lo lejos la ciudad.

Se sentía impotente, sentía tanta injusticia, estaba enojado, se encontraba asustado, no sabía que hacer y quería evitar cualquier forma de mostrar su dolor, definitivamente no había captado el hecho de lo difícil que era estar solo hasta esa noche. Sintió sus piernas flaquear, y se dejó tumbar por la tristeza, tenía sus manos en su rostro, cubriendo desde sus ojos hasta su barbilla, sus sollozos se volvían más fuertes al pasar de los minutos y las lágrimas no podían dejar de brotar de sus ojos ya rojos, debido a la intensidad de su llanto.

La brisa soplaba más suave que otros días, llevándose cada suspiro que votaba de él, cada sollozo, pero provocando aún más su sufrimiento, algo que se había guardado por años, algo que él mismo se provocó, fue egoísta consigo mismo, no se ha dejado ser feliz por primera vez, no ha querido dejar que amen cada milímetro de su piel, cada respiro, no quiere que se enamoren de su sonrisa o su particular manera de enojarse.

¿Qué podría ser? ¿qué podría evitar el hecho de que sea feliz? ¿qué pudo haber hecho en su pasado para que él mismo se negara a tal situación? No tenía nada, absolutamente nada, debía admitir que ahora se sentía como un cretino y que tal vez no podría arreglar sus problemas si seguía manteniendo tal estilo de vida, pero él más que nadie sabía que era un completo necio y no dejaría que nadie lo ayudara en algo, era lo suficientemente fuerte e inteligente para hacer las cosas por su cuenta así que podría salir de esta.

Repentinamente sonó su teléfono desde adentro, el objeto sonaba y sonaba pero a el rubio parecía no importarle tal cosa, el ruido de la ciudad y su dolor lo inundaron tanto que hizo caso omiso a lo que sea que estuviese pasando, estaba tirado en el suelo como un vagabundo esperando que alguien le ofrezca comida, tenía los ojos hinchados, rojos, al igual que sus mejillas y por supuesto su nariz, se colocó en posición fetal tratando de aguantar su lloriqueo, quería gritar y sacar todo lo que llevaba por dentro, pero sentía que algo apretaba su garganta y no lograba emitir algún sonido grave o al menos agudo.

Quién lo diría, la persona que más odiaba la compañía ahora necesitaba de alguien, en ese momento deseaba con fervor mantenerse despierto, levantarse de una vez por todas y salir, pero para lo que esperaba no fue así, Ben se quedó aferrado al suelo llorando toda la noche sacando amargura y dolor, pero lo que él no sabía era que eso era tan sólo el principio, había tanto que él no conocía sobre sí mismo, estaba lastimado por todas partes, en todos los sentidos. Y así pasó toda la madrugada tratando de pegar los ojos y descansar al menos un instante, pero nunca sucedió, cada hora que pasaba venían aún más pensamientos a su mente que lo atormentaban, momentos que lo marcaron de por vida y nunca logró superar, todas las veces que lo desilusionaron pero nunca, nunca mostró una expresión de ello, nunca sufrió por ello, retuvo cada unos de esos momentos y se estaba envenenando inconscientemente.

Hasta que tú me lo pidas. | HardzzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora