capítulo tres

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Joseph y Ben tomaban camino a la casa del mayor, el pelirrojo estaba algo nervioso y aún culpable por lo que había mencionado anteriormente. 

La luna estaba siendo testigo de todo lo que pasaba y lo que hablaban entre ellos dos, era una pena que nadie más pudiera contemplar las míticas y amorosas miradas que ambos se regalaban, tenían una guerra con ellos mismos, quién sentía más y quién caería primero, esa era la gran duda. Joseph estaba algo derretido por todas las sonrisas que Ben le regalaba, Ben en su lugar en todos los aspectos caería por él en cualquier momento sólo faltaba alguna pequeña acción para así ir por el pelirrojo.

"Esta es mi casa, tú disculpa el desorden." mencionó el rubio encendiendo las luces.

"Vaya, es enorme y hermosa a la vez, es una buena excusa para no salir de casa, si tuviera una así créeme que no iría al bar o a comer en otro lugar, es la casa de mi sueños."

"Algún día podría serlo.." Ben susurró para sí mismo.

"Aunque aún así estoy agradecido por mi departamento, no es tan grande como esto, pero es un espacio considerable para un neoyorquino. Además si no saliera de mi casa nunca te hubiese encontrado." dijo algo sonrojado.

"Ha de ser obra del destino, para que aprendas a valorar tu casa." respondió con titubeos.

"Yo más bien creo que para encontrarnos." dijo esta vez seguro. Con un tono profundo.

"La verdad sí me parece algo más razonable." Ben sonrió.

"¿Tienes vino?" preguntó el pelirrojo.

"Me ofendes preguntándome eso, sabes.." Ben se dirigió a su pequeño bar, sacó el vino más viejo que tenía, y lo sirvió en dos copas, una más grande por su puesto, para él, aunque el mismo no le hiciera efecto. 

Desde esa distancia podía apreciar a Joseph en el balcón apreciando toda la vista con cara de niño emocionado, recordó la primera vez que llegó a su casa y fue al balcón a apreciar todo lo que se lograba ver desde ahí, era eso lo que amaba más en su casa, su balcón. Al cabo de unos segundos el pelirrojo regresó a la sala de estar, mirando felizmente al rubio.

"La vista es hermosa desde aquí, entiendo porqué la compraste." dijo tomando en sus manos la copa con vino.

"En realidad, la verdadera historia es aún más graciosa, al principio pensaba ir a lo más céntrico para que mis padres pudieran ir a visitarme y conseguir transporte más rápido, supongo, al final mi mamá pudo convencerme para comprar lo que más me hiciera sentir cómodo, cuando quería hablar con el dueño de esto me informó que lastimosamente la oferta ya estaba cerrada, estuve casi dos semanas hostigando al pobre viejo para que pudiese venderme su propiedad, estuvo a horas de demandarme y buscar una orden de alejamiento, creo que puedes imaginarte lo loco que fue todo eso, al final, en pocas palabras me la regaló, dijo que en su vida lo habían hostigado a mi manera y le pareció divertido. En un punto me pareció más que enfermizo de su parte decir eso." mientras Ben contaba todo esto, Joseph tomó asiento en uno de sus enormes muebles.

"Quizás le gustabas." el menor tomó un sorbo de su copa e hizo que el rubio hiciera una facción de espanto, nunca le cruzó aquello por la mente.

"¿De qué hablas?" se acomodó en su asiento.

"¡Oh, vamos, Ben! El viejo te rebajó el precio de su grandiosa casa con vista al centro de la ciudad, omitió que le hostigaras, hago énfasis, le pareció divertido. El hombre esperaba que salieran a cenar, o yo qué sé." el tono de voz de Joseph había cambiado totalmente a uno más grave.

Hasta que tú me lo pidas. | HardzzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora