capítulo dos

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El reloj marcaba las doce del mediodía, el sol se encontraba en su punto y los rayos molestaban el rostro de Ben, el mismo trataba de cubrir su rostro pero era imposible, el calor lo estaba invadiendo y tenía la urgente necesidad de deshacerse de la ropa que cargaba puesta, pues una gran capa de sudor le fastidiaba por completo, aproximó su agarre a uno de los barandales y se impulsó a sí mismo para ponerse de pie y así buscar y despojarse de lo necesario.

Ciertamente no tenía idea de a qué hora había cerrado los ojos pero se sentía jodidamente cansado, es más, ni siquiera sabía si estuvo dormido dos días consecutivos o sólo uno, dirigió su paso a su cama y se tiró ahí semidesnudo, buscando la comodidad y suavidad de la misma, estaba abatido, tantos pensamientos arribaron a su mente, tanto que sintió un agudo dolor de cabeza por un instante, se quedó al menos unos treinta minutos tirado en la cama mirando el techo de su departamento hasta que decidió buscar su toalla y al cabo de eso ingresó a la ducha y balanceo el frío y lo caliente para poder relajarse lo más que pudiese, dejaba caer su cabeza hacia atrás constantemente cuando sentía el agua correr por su cuello, el agua estaba caliente al igual que su cuerpo, elevó sus manos a su cabeza y empezó a masajear por sí mismo su cabello en pequeños círculos con shampoo en él. Se quedó en ese estado al menos una hora, sentía la necesidad de tener que lavar sus penas, pero era obvio el hecho de que nada podría limpiar aquel suceso, como deseaba encontrar una manera de arreglar tal situación, tal suceso. Al salir de la ducha sentía cansancio, el agua tibia lo había relajado tanto que sentía la necesidad de dormir en paz y en un lugar cómodo donde al despertar se sentiría fresco y sin dolores en la espalda. Sus pasos estaban pesados, tanto que el mismo piso sentía el deseo de hundirse a la par de ellos. Mientras Ben se dirigía a su habitación escuchó a lo lejos un pequeño sonido de su contestadora, lo que quería decir que tenía mensajes viejos, al fin podría adivinar cuál día exacto era, ni siquiera sabía dónde tenía su teléfono, así que se dispuso a a dirigir sus pasos a la sala de estar y esperar por todos los mensajes, hasta que la máquina empezó a reproducir la fecha junto a una voz que reconocía en pocas ocasiones.

"Hola Ben, soy Joseph, nos conocimos hace tres días en el bar, habíamos quedado en que iríamos al Lincon, como me cansé de esperarte vine un rato al Central Park, sólo por si quieres venir y hablar, creo que ya nuestra función se acabó. Como sea, ten una buena noche, espero que todo esté bien."

Las últimas cinco palabras definitivamente le fastidiaron, para nada se sentía bien, nada estaba bien, él no estaba bien. Quería olvidar lo que había pasado, y todo le recordaba aquel suceso, le alarmó aún más saber que estuvo casi inconsciente por dos noches y un día entero, ¿acaso nadie tuvo la horrorosa idea de que podría estar muerto ahí tirado en el piso? bueno, al fin y al cabo no había nadie por el lugar donde él residía, así que tenía un poco de desventaja.

Se sentía un poco culpable por Joseph, lo había plantado y aún así el tipo le dejó un correo de voz y esperó por si algo andaba mal para ofrecerle su ayuda, era un tanto perfecto, no había conocido a nadie que fuese capaz de tal cosa, se sentía afortunado. Debía planear otra cita con él, enmendar el incidente de ese día, arreglar las cosas. Así hizo, llamó al joven y arreglaron una pequeña caminata cerca de su casa donde el lugar era bastante recurrente y la gente solía ir.

Le costaba creer que estuvo dos días en el suelo frío y tuvo que aguantar los fogosos rayos del sol, estaba seguro de que si le contaba a Joseph sobre lo ocurrido tal vez no le creería y quedaría como un imbécil delante de él, por tal razón en la cita decidió guardarse aquella excusa y optó por darle una barata pero que tuviera una buena razón para excusarse, sin embargo, aquello no sería hasta la noche de ese mismo día.

Hasta que tú me lo pidas. | HardzzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora