Amor Eterno

8.4K 271 94
                                    

Las navidades en el orfanato solían ser muy alegres y al mismo tiempo algo deprimentes. Aún así, Hinata se esmeraba porque el lugar estuviera muy bien decorado. Amaba la navidad,  nunca tuvo la oportunidad de celebrarla junto a una familia, aún así disfrutaba mucho de ella.

La habían dejado en el orfanato cuando era solo una recién nacida. Y a sus dieciséis años aún no había sido adoptada. Aún así, era joven muy alegre y enérgica, llena de sueños y metas que cumplir. Uno de esos sueños era poder tener su mayoría de edad y así poder hacer su vida junto al chico que amaba.

Naruto Uzumaki.

A diferencia de Hinata, Naruto había llegado al orfanato cuando tenía seis años. Sus padres murieron en un accidente de auto y sin ningún pariente que le
Interesara hacerse cargo de el, su custodia fue entregada por el servicio social  al orfanato. No tuvo la oportunidad de ser adoptado, los papas que visitaban el orfanato querían niños pequeños , casi recién nacidos, por lo que los grandes carecían de oportunidades.

Allí conoció a la encantadora Hinata, quien aunque era menor que el, le ayudó ajustarse a su nueva vida. Pero con el paso de los años Naruto y Hinata llegaron a crear un hermoso vínculo de amistad. Que con el tiempo se llego a convertir en algo más.

–¿Necesitas ayuda?– Pregunto Naruto al notar que a ella se le estaba haciendo difícil alcanzar las cajas que contenían las luces del árbol de navidad.

– Por favor. Ya sabes que no soy muy alta.

Naruto se acercó y con ternura acarició sus mejillas haciendo que Hinata se sonrojara por el tacto. Naruto la miró con aquellos ojos azules que hacían derretir el corazón de Hinata.

– Eres perfecta...– dijo casi como un susurro, pero Hinata lo escuchó claramente.

Entonces el alboroto de los niños más pequeños entrando al salón los devolvió a la realidad. Siempre pasaba lo mismo. Podían mirarse a los ojos durante horas y perderse en las profundidades de sus sentimientos. De hecho lo habían convertido en un juego.

Cuando eran pequeños solían jugar al no parpadeo. Hacían competencias para ver quien no lograba parpadear primero. Pero al crecer un poco más, las miradas se llegaron a convertir en unas muy intensas, reflejando el profundo sentimiento de amor que se sentían el uno del otro.

–Bien chicos, necesito que se separen en grupos de tres para poderles asignar una tarea. Comenzaremos a decorar este salón para hacer una gran fiesta de navidad. – les decía Hinata mientras trataba de acomodar a los más grandes para otorgarles tareas más complejas.

– Eso es aburrido, quiero ir a jugar en la nieve.– Se quejaba el pequeño Konohamuro. Al cual Naruto le había agarrado mucho cariño. Al igual que el, Konohamuro había perdido a sus padres en un accidente. El conocía la soledad y vacío que podías llegar a sentir al perder algo que siempre creíste tener.

Naruto sabía que todos estaban alli por diferentes circunstancias, aún así solo el y Konohamaru habían tenido la dicha de disfrutar de unos padres. Del cálido abrazo de una madre y el importante consejo de un padre.

–Decorar el salón también será divertido, lo prometo.– le dijo Naruto para tranquilizarlo.

– Además hice unas galletas de jengibre para todos.

– Eres la mejor Hinata.– Grito la pequeña Hanabi quien se acercaba con su conejito en brazos. Ella al igual que Hinata había sido dejada en el orfanato desde recién nacida. Hinata le había tomado mucho cariño y la cuidaba con celó. Hanabi le recordaba mucho a ella cuando tenía esa edad.

Naruto bajo las cajas del closet que contenía las luces y decoraciones navideñas. Hinata repartió las tareas y para el final del día, el salón de actividades del orfanato se había convertido en un cuento mágico de navidad.

One-Shots Naruhina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora