–¿Quieres hacerlo aquí en la sala? Naruto, los niños están en sus habitaciones.– protestaba Hinata mientras Naruto introducía su mano por debajo de su blusa. Hinata arqueó su espalda al sentir como Naruto pasaba su lengua por su pezon erguido.
–Te deseo– susurro para luego introducirlo en su boca. Comenzó amamantarse de el haciendo que Hinata se retorciera bajo su tacto.– Dime que no te gusta y parare.
–No es justo– le dijo casi sin aliento cuando sintió que Naruto introducía su dedo entre sus bragas.
–¿No es justo que?– le dijo mientras se apoderaba de sus labios impidiéndole contestar. Comenzó a penetrarla con el dedo hasta que sintió un cálido jugo salir.
–Naruto... aquí no – le dijo con apenas voz audible cuando sintió que Naruto sacaba su miembro erecto.
–Te necesito esposa mia...
–Naru... ¡Ah!
Naruto comenzó a embestirla de manera desesperada y salvaje.
–No sabes como he deseado esto. Ha pasado mucho tiempo desde que te he tenido en mis brazos.
Hinata gritaba su nombre una y otra vez, reiterando que era él, su esposo quien la hacía llorar de placer. Abrió sus ojos y vio la intensa mirada azulada de Naruto sobre ella mientras el vaivén de sus caderas la llevaba a la cúspide de su orgasmo.
Hinata se sentó sobre su cama con la respiración agitada. Su frente estaba cubierta en sudor y el líquido que salió de entre sus piernas le indicaba que acababa de tener un sueño erotico. Miró a su lado y nuevamente la cama estaba vacía. Se llevó las rodillas a su pecho y enterró su rostro en ellas.
Otra vez volvía a soñar con él de esa forma. La soledad estaba calando en lo más profundo de su corazón, y la cama vacía era la viva prueba de ello. Como deseaba que aquel sueño hubiese sido real. Que su esposo la mirara y ella pudiera ver en sus ojos el fuego del deseo.
Ella adoraba el hecho de que su esposo hubiese alcanzado su sueño de ser Hokage, y ella estar ahí para apoyarlo. De su mano, caminando siempre junto a él. Lo había logrado. Consiguió formar una hermosa familia junto al hombre de sus sueños.
Pero ahora se sentía diferente... Boruto e Hina habían crecido tan rápido. Ahora ambos eran dos adolescentes. Estaban constantemente en misiones y Hinata sentía que cada día se quedaba más sola.
Salió de la cama y fue hasta el baño. Se miró al espejo y se percató que los años habían pasado, ya no era la joven de la que Naruto se había enamorado, quizás eso tuviera que ver, quizás por eso ya no la tocaba, quizás solo quizás por eso no llegaba hasta altas horas de la noche.
Se lavó el rostro para tratar de enjuagar las lágrimas, fue inútil, aún tenía los pómulos y la nariz enrojecidos. Aún así se secó la cara y volvió a recostarse. Mañana sería otro día en el que la soledad la asaltaría nuevamente.
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–¿No fuiste a dormir a tu casa?– Preguntaba Shikamaru al ver a Naruto con el rostro sobre el escritorio.
–No– respondió dando un bostezo. Había vuelto a quedarse dormido allí. – Seguí trabajando hasta tarde y al parecer me quede dormido.
Shikamaru se acercó para depositar unos papeles sobre la mesa. Le entristecía verlo trabajar tanto, pero más aún lo que le había comentado Temari. Al parecer Hinata no se encontraba muy bien. Afrontar que sus hijos ya eran casi adultos y que su esposo no iba tan siquiera a dormir a su casa, la tenía sumergida en una gran depresión.