Capítulo 2

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Sam

Entre en el despacho de mi padre, estaba trabajando y cuanto más me acercaba a su mesa mis pasos se volvían más inseguros.

-¿Llego Santana? –ni me miro estaba absorto por el papeleo-.

-No, aún no pero no tardara, está en casa de…

-Bueno, ¿más tranquila?

-No tienes por qué preocuparte –dije mientras me inclinaba sobre su escritorio para cogerle un cigarro del estuche-.

-Eres tu quien tendrá que preocuparse, si por tu culpa las cosas se complican esta noche-dijo mi padre firme, mientras me sentaba cómodamente en el asiento que se posicionaba delante de él-.

-Santana es inteligente y sabe lo que tiene que hacer. No defraudara a la familia -o al menos es lo que esperaba de ella-.

-Eso espero, nos jugamos demasiado -su voz iba cada vez en aumento-. Y no estoy dispuesto a que nada ni nadie lo eche por tierra.

-No pasa nada-dije intentando tranquilizarlo-.

-¿Le dijiste a Santana que quería verla? -dijo algo más relajado.

-No aun no se lo he dicho-le conteste cabizbajo con una voz suave sabiendo que se volvería a enfadar-.

-¿Y a qué esperas? -dicho y hecho no tardo ni dos segundos y ya estaba peor que antes-.

-Bueno es que cuando llame comunicaba y…

-¿Pero has hablado con ella sí o no?

-Realmente, no…

-¡Ja! No sabes si piensa venir, no tienes ni idea de lo que va hacer y estas ahí tan tranquilo.

-Yo creo que…

-¿Y a mí que me importa lo que tú creas? Escucha y pon mucha atención a lo que te voy a decir, que tú seas un inútil incapaz de mantener a tu mujer al lado, me importa muy poco. Pero no estoy dispuesto a tolerar, que por tus estupideces tengamos consecuencias desagradables con los demás. ¿Entendido?-afirme moviendo la cabeza ya que poco me atrevía a contestarle con palabras- . Bien, y ahora busca a Santana y aclara con ella lo que tengas que aclarar, y que ella se entere también de que los juegos tienen que terminar.

Santana

Era ya de noche cuando metía la maleta dentro del coche y me disponía a ir a casa de Quinn, no tarde mucho ya que a esas horas prácticamente no se encontraba a nadie conduciendo. Cuando llegue a su casa me recibió con los brazos abiertos y solo me pregunto si quería tomar un poco de té para relajarnos un poco y poder charlar tranquilamente. Me dirigí al sofá a sentarme mientras ella se encontraba preparando el té en la cocina. Eche un pequeño vistazo al salón que por mucho que hubiera estado en esa casa, me asombraba lo acogedora que era, y la gran colección de libros de todos los estilos que reposaban en las estanterías de su casa.

-Ya verás como un té caliente te ara ver las cosas con más claridad –dijo Quinn mientras se acercaba con una bandeja donde se encontraba el té y un par de tazas-.Porque lo que ha pasado era inevitable, tu ya sabias que con Sam tenias que acabar-dijo mientras me ofrecía un cigarrillo el cual acepte de buena gana-. No habrás venido a mi casa a decir que estas arrepentida, ¿verdad?

-No, creo que no-dije con un hilillo de voz-.

-Bueno, entonces lo demás puede esperar. ¿Uno o dos terrones?-Me perdí durante unos instantes en mis pensamientos. Así que Quinn puso dos terrones-.Toma –tras darme mi taza se levanto y se dirigió hacia el teléfono-.

-Quinn… ¿A quién vas a llamar?

-A Brittany –dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo-.

-Es que… aún no se si estoy decidida. Además, ¿qué le vas a decir?-dije algo nerviosa, Brittany era una mujer impresionante y dura y no me gustaría que pensara mal de mí, que soy una floja incapaz de dejar a su marido-.

-Muy sencillo, le preguntare si le puede dar trabajo a una pianista fracasada y neurótica, a la que no le gusta el té con bizcochos y que cometió el error de juventud de interrumpir su brillante carrera profesional, cambiando las teclas, por un marido sin afinar y un suegro magnellado. 

Me Siento Extraña (Brittana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora