Acordes Desflorantes.

Acordes desflorantes. Esta historia es una continuidad de triángulo peligroso. Pero basada en otra época se remonta dos años atrás a cuando Natalia aún vivía en la ciudad y sus padres no se hubiesen divorciado Natalia una adolescente de ciudad con apenas 15 años no la llevaba muy bien que digamos, pues vivía en una familia disfuncional donde su padre y su madre se la pasaban pelando todo el día, por causa de las infidelidades del padre de Natalia a su madre, Carlos quien se la pasaba de parranda con amigos y restregándole mujeres a Martha (madre de Natalia) en su cara.

En cuanto a lo económico Natalia no tenía carencias casi de nada ya que aún que su madre tenía un trabajo normal como maestra en una escuela secundaria ganando un sueldo común, Carlos era un hombre emprendedor, arquitecto y quien hace algunos años había fundado su propia constructora con amigos de la Universidad y le iba muy bien en los negocios, tenía muy buenos ingresos lo que le permitía tener una casa de lujo en la parte alta de la ciudad.

Natalia era una chica aunque consentida un poco tímida y solitaria era hija única y sus padres tenían poco tiempo para ella, por eso siempre intentaba distraerse, ya fuera inscribiéndose en cursos de cocina, camarería, inglés, danza, etc. que sólo hacía para intentar socializar ya que esto no se le daba muy bien y a sus 15 casi 16 no hubiera tenido ni-siquiera su primer novio.

Una tarde fue a un concierto de música clásica con una hermana de su padre a quien le encantaba este tipo de eventos y fue allí cuando Natalia se dio cuenta de que le gustaba muchísimo la música y sobre todo el piano, en la semana siguiente le comento a su padre y este apoyador de su única hija, fue a una tienda de música y le compro un hermoso piano de cola de color negro, lo colocaron en una esquina del salón de la casa, la chica enloqueció con el regalo, solo había un problema, ella nunca hubiera estudiado música y con el horario completo en la escuela se le haría un poco difícil asistir a clases de música.

Martha tenía una compañera maestra de la misma escuela donde trabajaba a quien conocía desde hace unos años, más bien era su amiga de confianza y su amiga tenía un hijo que estudiaba en Conservatorio ya casi pianista profesional, aunque apenas con 17 años era un prodigio como dicen, al que las dos profesoras convencieron para que este le diera practicas a Natalia en su tiempo libre, al principio el chico no estaba muy de acuerdo, pero este cambio de parecer al visitar la casa de Natalia y ver lo rica que era su familia y la joya de piano en la que practicarían, aunque Natalia no era del tipo de chicas que le solían gustar a Marcos ya que este tenía amigos mayores que él y siempre andaba de fiesta, saliendo con chicas fáciles incluso mayores que él, pero a pesar de esto Natalia y el hicieron buena química y de inmediato empezaron las prácticas.

Al cabo de unas semanas ya Natalia dominaba los acordes básicos o naturales (do,re,mi,fa,sol,la,si) y practicaba canciones fáciles como himno alegría, feliz cumpleaños, etc. Natalia como adolecente al fin tenia debilidad por su género favorito un tanto romántico y le dijo a Marcos que quería practicar aquella hermosa canción de la artista canadiense Celine Dion( my heart will go on, la misma del titanic) fue ese día cuando ocurrió la magia, que Natalia al ver la sutileza y la suavidad con que se movían las manos de Marcos sobre las teclas del piano entonando esa hermosa canción, se empezó a sentir atraída por el chico.

Marcos era un muchacho aunque de color moreno, media 6/2, cabello rizo y ojos café claro, no era un galán pero era muy elegante, de cuerpo atlético y simpático casi siempre le robaba una sonrisa a la chica, Natalia en cambio no era tan alta de piel blanca, cabello negro y lacio, sonrisa perfecta, labios carnosos, sin mucho pecho, un poco delgada pero tenía un culito respingón el cual heredo de su madre.

Natalia no sabía nada del amor o de las atracciones físicas de un chico y una chica, estaba en la flor de su juventud Marcos ya había notado como Natalia se sonrojaba cada vez que le miraba a los ojos o como se le ponía la piel de gallina cuando el les movía las manos a Natalia sobre el piano para indicarle la posición correcta a la hora de marcar los acordes, Marcos en su interior empezaba a ver la chica cada vez más atractiva, sin nunca atreverse a insinuarle nada.