Pocos fantasmas han conseguido tanta fama como consiguió la conocida como "brown lady" o "dama marrón". Y es que este supuesto espectro ha sido protagonista de una de las fotografías más famosas dentro del mundo de lo paranormal.
En 1936, dos fotógrafos llamados Indre Shira y Provand aceptaron un encargo para la revista "Country Life" en el cual debían realizar una serie de fotografías a distintas dependencias de la mansión Raynham Hall, Norfolk (Inglaterra). Evidentemente por aquel entonces ya se tenía constancia de las apariciones de la "Dama marrón". No obstante, ninguno de los dos parecía creer en estas leyendas locales.
Según narraron posteriormente, se disponían a realizar las últimas fotografías de una de las escaleras de la mansión, a eso de las cuatro de la tarde. Fue en ese momento cuando Shira, que sostenía el flash con su brazo, observó que una figura extraña se acercaba hacia ellos. Shira propinó un grito ahogado, mientras su compañero, ajeno a lo que sucedía, lo captó como una señal de que debía hacer la foto.
Una vez lanzada la instantánea, Shira comentó a su compañero lo que había visto y le comentó, en un estado de nervios absoluto, que su carrete había captado la imagen de un espectro. Ambos decidieron ir a las oficinas a revelar las placas. Tomaron a un testigo, el contable, el cual dio fe de que todos los pasos que se siguieron fueron los correctos.
Al terminar con el proceso se sorprendieron al ver que efectivamente en una de las fotos aparecía retratada la silueta de una mujer alta, etérea y sin facciones. Sin duda alguna se trataba de un espectro, el espectro de la "Dama marrón".
El castillo de Rayham pertenecía a Charles Townshend, Segundo Vizconde Townshend de Raynham. Este poderoso hombre, contrajo segundas nupcias con Dorothy Walpole, una hermosa mujer que le dio 7 hijos.
Cuenta le leyenda que el trágico destino de Dorothy comenzó con una repentina viruela que oficialmente acabaría con su vida en 1726. No obstante, tanto en la mansión como en las inmediaciones, la historia era otra.
La joven había tenido una relación amorosa justo antes de casarse con el Vizconde, una relación que se extendería en el tiempo y habría mantenido mientras estaba casada. Su marido, al enterarse, montó en cólera y decidió encerrarla en una habitación.
El Vizconde jamás dejó que nadie viera a Dorothy, tampoco a sus hijos, algo que sumió a la joven en una angustia perpetua que la acompañaría hasta los últimos días de su vida en esa cárcel.
El espíritu de Dorothy no descansó eternamente, y es que según cuentan, tras la muerte en su lúgubre prisión el espectro de la dama danza errante por las dependencias de la mansión llorando la ausencia de sus hijos.