Me lavaba los dientes mientras Lauren se duchaba. Teníamos ese tipo de confianza a pesar de nunca habernos visto si quiera desnudos. Y todo acabaría esta mañana cuando diéramos comienzo a la competencia.
Acordamos poner fecha y hora para iniciar con esto, decidimos que el día lunes sería perfecto y como ambos nos despertábamos tarde desde que abandonamos la universidad, a las una de la tarde en punto las cosas cambiarían. Así que aprovechábamos estos momentos en que seguíamos como si nada.
—Lauren, se acabó el cereal y la leche, hay que comprar más. Iré al supermercado esta tarde —le dije. Yo no era cobarde, de lo contrario jamás hubiese aceptado la competencia, pero no podía negar que tener a Lauren en el mismo departamento que yo y en plan de seducción no era una idea muy atrayente, porque tenía que admitirlo, Lauren era increíble en todos los sentidos –físicamente- y ya sabía como funcionaba cuando iba al acecho de alguna chica. Lo mejor era estar lejos de ella cuanto pudiera al comienzo, después se relajaría y esperaba que olvidara todo el asunto y diéramos por cerrado el tema.
—Te acompaño, tengo que comprar unas cosas para mi cabello —maldije por lo bajo y me enjuague la pasta dental. Lauren cerró el grifo de la tina y me fui del baño antes de que saliera, no tenía la necesidad de adelantarme al juego.
Desayunamos en silencio, tomamos café y unas galletas, no había mucho para comer por lo que la compra de esta tarde era de vida o muerte.
Pero ya no tenía hambre cuando vi el reloj y me di cuenta de que faltaban diez minutos para que fueran la una. Mi estómago se revolvió y por un momento me arrepentí de haber bebido esa taza de café.
—Ya va a ser la hora —dijo Lauren de pronto. Asentí y ambas nos dedicamos una mirada de arrepentimiento.
Nos sentamos en el sofá a ver televisión durante los minutos que faltaban, era algo habitual pasar más de la mitad del día sentadas viendo televisión.
Estuve esos diez minutos pensando en maneras de evitar a Lauren o de hacerla caer antes de que ella lo hiciera conmigo. Las cosas eran complicadas, podíamos acostarnos, ese era el trato, pero si en algún momento uno le pedía al otro tener sexo, perdía automáticamente. Y sólo se podía los viernes y por decisión mutua, por condiciones de Lauren, que se empeñaba en complicar toda esta competencia.
Era un idiota, no se conformaba con hacer de nuestra amistad añicos, sino que estaríamos en abstinencia durante una semana hasta que llegara el día en que podíamos hacer lo que quisiéramos, siempre y cuando fuera entre nosotros dos, o de lo contrario romperíamos la Regla n° 5 y perderíamos de inmediato.
De pronto, sentí la yema de sus dedos en mi cuello acariciando mi nuca. Me separé de un salto y la miré asustada, ¿qué le pasaba?
Entonces vi su sonrisa petulante y luego el reloj. Las 1:02. Que comenzara la locura.
(…)
—¡Lauren, voy a comprar! —le grité desde la puerta, con ésta abierta y lista para irme. Escuché sus pasos desde el pasillo y corrió hasta mi lado con una chaqueta y la billetera en la mano.
—Estoy lista —me dijo. Y nos fuimos.
Me pareció raro, pero sabía que tramaba algo, porque después de la caricia en mi cuello, no intentó nada más en toda la tarde. Y no quería ser yo quien diera el primer gran paso o descubriría mi estrategia.
No fuimos en auto, el supermercado quedaba a tres cuadras del edificio –una de las ventajas de vivir en el centro de la ciudad-. Caminamos sin decir nada, Lauren parecía en otro mundo, miraba todas las cosas con sumo interés como si nunca antes hubiese visto un árbol o un poste.
Al llegar al supermercado, no nos tardamos mucho. Pusimos comida para toda la semana en el carro, Lauren buscó sus productos para el cabello y listo, no tardamos ni media hora.
Pero se presentó un problema en la caja al momento de pagar. Más bien, un problema para Lauren. Y quería ver como lo solucionaba.
Una chica pelirroja atendía, y a pesar de llevar el uniforme –un delantal rojo con una placa en el pecho donde estaba escrito su nombre- tenía un escote muy pronunciado y era muy desarrollada, hasta una chica se podía dar cuenta que ella podía revolucionar las hormonas de cualquier chica heterosexual.
Sin embargo, Lauren hizo acopio de una fuerza que no sabía que tenía, porque en ningún momento miró a la chica. Aunque se mordía el labio constantemente y eso no pasó desapercibido por la pelirroja, que parecía muy interesada en la indiferencia de Lauren.
De un momento a otro, Lauren me dijo que se adelantaría y que me esperaría afuera del supermercado. Cuando se marchó, la chica no dejó de mirarla hasta que salió.
—¿Es tu novia? —preguntó muy interesada. Y se me ocurrió una idea que podía darme la victoria sin necesidad de arruinar la amistad que tenía con Lauren.
—No, está soltera. Pero te digo un secreto… ella está muy interesada en ti, siempre me acompaña a comprar, pero nunca antes se había atrevido a entrar al supermercado porque la pones muy nerviosa, ya la has visto, salió casi corriendo —y se tragó toda la mentira.
Cecilia como una chica fácil, así que era pan comido. Esta noche Lauren perdería.
—Si quieres, te puedo arreglar una cita con ella —eso le fascinó.
Aceptó encantada y le di la dirección del departamento, le dije que podía pasarse por allí como a las ocho o a la hora que saliera del trabajo, estaríamos todo el día allí de todas formas. Nadie hacia fiestas los lunes.
Cuando salí, Lauren me ayudó con las bolsas. Por un momento creí que me había equivocado de persona, porque ella nunca en su vida me había ayudado a llevar algo. Podía tener diez bolsas en las manos y ella observaría como las cargaba.
—¿Lauren, eres tú? ¿O fuiste abducido por algún alienígena? —ser rio de mí, pero no me dijo nada. Algo andaba raro en ella, algo se traía entre manos y si no hacía un plan aparte del de la chica pelirroja, podía perder.
Al llegar al departamento, Lauren cargó con todas las bolsas hasta nuestro piso y no me dejó ayudarla. Abrí la puerta del departamento y entró con dificultad.
—Deja que te ayude —le dije cuando comenzaron a caerse algunas cosas.
—No te preocupes —me detuve en cuanto le escuché. Su voz, su maldita voz. Esa no era Lauren, sino que “Lauren”, la otra versión de mi amiga que sólo aparecía cuando de verdad iba en serio por una chica. Era amable hasta que pasaba al siguiente nivel y se la llevaba a la cama.
Tenía que tener mucho cuidado hasta que llegara la pelirroja. Y recién eran las cuatro.
—Bueno, entonces no tendrás ningún problema con ordenar todo, ¿cierto? —le pregunté, tirándome al sofá.
—Claro que no, yo me encargo de todo —era una idiota, creía que con el papel de amabilidad me conquistaría, pero olvidaba que la conocía desde los trece años.
Me levanté del sofá tan pronto como el comenzó a ordenar, silbaba como si eso lo hiciera feliz. Yo corrí y me encerré en mi habitación. Tenía que pensar en algo, Lauren ya había empezado a mover las cartas y yo sólo tenía como plan a la chica pelirroja. Podían suceder muchas cosas de aquí a que ella llegara.
Así que me puse a pensar en métodos de seducción. Tenía que admitirlo, en esas cosas no era una experta, lo mío era más ir a una fiesta, unos tragos e irme con el chica que haya llamado más mi atención, normalmente les dejaba el trabajo a ellas.
Aunque tampoco era una santa.
Y recordé uno de los consejos que me dio una amiga en la escuela, en nuestro último año: “Sedúcelos con la ropa, eso hará que tengan ganas de arrancarla”.
Siempre lo consideré el peor de todos, en sí esa chica era una cualquiera, nunca tuve grandes amigas a menos que considerara a Lauren, pero estos eran momentos desesperados y necesitaba medidas desesperadas.
Busqué en mi armario algo que sirviera, pero no era una consumista. Más que nada tenía jeans y playeras, alguno que otro vestido corto para las fiestas, mas Lauren los conocía y sabía que cuando los usaba era para tener sexo. Necesitaba algo que la impresionara, que la dejara con la boca abierta, pero que no se me acercara. Eso era lo que más me importaba en estos momentos, que no sucediera nada hasta que llegara la chica.
Y sabía qué funcionaría.
Hace un año, una ex novia de Lauren –duraron como un mes, ni siquiera debería llamarla “novia”- me regalo en mi cumpleaños un horrible vestido negro. Era horrible porque se parecía a los que ocupaban las demás chicas para ir a una fiesta, negro, ajustado, corto y de tirantes. Algo que guardé en mi armario durante mucho tiempo, amontonado entre la ropa que no ocupaba y que no pensaba ocupar nunca.
Agradecí no haberlo tirado a la basura cuando lo encontré arrugado pero en buen estado entre medio de la ropa.
Seguía igual de horrible.
Me quité la ropa y me paseé por la habitación, decidiendo si ponérmelo o no. Primero me daría una ducha, después podía enfrentarme a esto.
Pero cuando estaba sacando una toalla para ir al baño, la puerta de mi cuarto se abrió y Lauren entró. ¡Se me había olvidado ponerle seguro!
Traté de taparme con algo, con lo primero que encontrara. Estaba desnuda, ni siquiera ropa interior, sino que totalmente desnuda.
Pero fue demasiado tarde, porque en cuanto Lauren abrió la puerta, se quedó en silencio y estática, igual que yo. No sabíamos que hacer.
Y fue peor cuando me di cuenta de que ella también había planeado algo. Iba sin camiseta, sólo con su brasier y shorts.
No sabía cual de los dos era más estúpido.
—Bonitos… esto… tu cabello luce bien… sí, eso… —balbuceó.
La fulminé con la mirada, pero ella la aparto y miro hacia otro lado.
—¿En serio crees ganarme en esto si ni siquiera puedes mirarme desnuda? —le dije con ese tono de voz que ponía cuando me encontraba irritada.
No lo dije para molestarla ni para provocarla, a veces mi decía las cosas sin pensar. Y esta era una de esas veces.
Lauren reaccionó de inmediato, al parecer mi comentario la ofendió muchísimo, porque se lazó sobre mí al igual que ayer en el sofá. Pero no con la intención de aplastarme, sino que para asustarme.
—Repite eso —me susurró en el oído. Un escalofrío recorrió mi espalda.
No, no quería tenerla sobre mí, media desnuda y yo sin ropa en mi cama, tampoco quería repetir algo que seguro no me convenía, ni seguir con esta absurda competencia.
Y estuve a punto de rendirme, casi grite que ella ganaba si me dejaba en paz. Casi.
—Ah, no importa. De todas formas me esperaba algo mejor, veo que esto será muy fácil.
Tal cual como yo toqué su orgullo el otro día, ella ofendió el mío.
Furiosa, bajé mi mano hasta su feminidad e hice algo que nunca imaginé hacer con Lauren.
—¡Oh por Dios! —gritó cuando sintió mi mano. Debía ser la rabia que me dieron sus palabras, pero cada vez que gritaba o gemía más alto, aferraba más mi mano a su feminidad hasta que la obligué a rogar.
—¡Camila por favor, detente si no quieres hacerlo ahora mismo! —exclamaba—. ¡Juro que si no me sueltas, les digo a todos que te vi desnuda!
Y la solté. Me importaba la nada misma que el mundo entero supiera que me vio sin ropa, creo que fue el hecho de que comencé a disfrutar escucharlo gritar lo que me hizo soltarlo.
No me di cuenta que tenía la respiración bastante acelerada hasta que Lauren chocó su aliento cálido contra mi rostro, se sentía muy bien tenerla así, pero también doloroso. La ansiedad era algo con lo que no me gustaba lidiar, y si desde este momento las cosas serían así con Lauren, temía perder la competencia demasiado pronto.
—Lauren —le dije, después de que pasaron los segundos y ella todavía seguía encima—. Ya te puedes ir, quiero ir a darme una ducha.
Ella se relamió los labios y por primera vez en mi vida me pregunté qué sería besarla. No me sentía culpable de pensar en eso, de todas formas no podría o rompería la Regla n° 2.
—Sí, claro lo siento… —se levantó con mucha dificultad, después de esto ya no sentía tanto pudor de que me viera desnuda, incluso me hacia gracia porque seguía sin mirarme completamente.
—Vete, Lauren.
—Como digas, sólo vine a preguntarte si querías que te preparara algo, estoy haciendo el almuerzo y bueno… pensé que, esto… podrías tener hambre.
¡Estaba tan nerviosa! De sólo recordarla me rio. Miraba cualquier punto de mi habitación, al igual que en la calle cuando fuimos al supermercado.
—Claro, estaría encantada —le respondí. Aproveché el momento en que me sentía segura y Lauren no, y me colgué de su cuello con mis brazos, acaricié la parte de atrás de su cabeza, haciéndole cosquillas en el cuello al igual que ella como cuando dieron las una—. Cualquier cosa que cocines para mí, sería un honor probarlo —le guiñé un ojo y salí de la habitación, me encerré en el baño –esta vez colocándole el seguro- y me reí como desquiciada durante unos minutos.
Tenía que confesarlo, la competencia se estaba poniendo muy interesante, y con la ventaja que llevaba sobre Lauren en esos momentos, lo menos que quería era retirarme del juego.
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➼Sex rules Camren
Fanfiction"Regla número uno: Como me fastidiaste hasta el punto de querer tirarte por el balcón, esta será una competencia". "Regla número dos: No nos besaremos en los labios". "Regla número tres: Nada de juegos ni cosas raras". "Regla número cuatro: Pierde...