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Si lográbamos observar todo lo que pasaba desde la perspectiva de la mayor de escasa estatura, notaríamos que nuestra protagonista no comprendía ni un poco sobre la situación en la que ella misma estaba hundida; esta chica pensaba que vivía en un amor perfecto, incluso cuando todas las noches sus ojos se llenaban gotas cristalinas gracias al susodicho afecto que realmente jamás le perteneció... Era impresionante cómo el primer y único amor que ella había podido sentir en sus veintidos años la hacía sentir tan llena de vida y a la vez, tan hundida en un extraño dolor que jamás había sentido


Y es que, Roseanne era una persona que con su propia presencia alegraba a las personas a su alrededor. Su sonrisa y la línea en la que sus ojos se escondían por su alegría era contagiosa, su aroma dulzón y su muy agradable apariencia inspiraban cariño y simpatía y por ende, ella creció siendo una persona rodeada de un aura colorida de felicidad intensa que nisiquiera sabía que ella misma producía. Gracias a eso, nunca supo lo que era sufrir un dolor tan penetrante como el dolor de saber que jamás sería correspondida por la mujer de sus sueños.

Ella luchaba, en serio que lo hacía. Quería que ese amor que tanto soñó e idealizó por fin le perteneciera por completo o al menos un poco; llegando al punto en el cual el único deseo que permanecía en su corazón era ser perfecta, "perfecta" no ante sus propios ojos, quería ser magnífica ante los ojos grandes de la chica de sus sueños y ocultar todas las debilidades que la caracterizaban, llegando a culparse a sí misma por no poder alcanzar esa perfección que necesitaba para ser la mejor mujer que podía... Así que hizo mil y un cosas desde la más insignificante hasta la más extravagante, cosas como cambiar sus gustos hasta incluso discutir con sus personas cercanas que osaran hablar de forma irrespetuosa sobre la más alta de cabello sedoso. Dejó de comer, rebajó todo lo que pudo por ella, cambió su forma de pensar y es que, hubiese dado el mundo sólo por ella.

Todo lo que hacía, lo hacía por ella y pensando en ella. Incluso en su día-día ella estaba, rapeando, cantando en una melodía cálida que la hacía sentir como si fuese lo único que necesitaba oír. En sus felicidades y desgracias, allí estaba ella. En todo lo que planeaba, ella se encontraba. En todos sus pensamientos, ella era intrusa. Toda, absolutamente toda la vida de la chica de ojos supuestamente chicos estaba construida alrededor de los deseos de la chica alta de labios gruesos; y es que la conocía tan, pero tan bien que sentía amar cada zona, cada imperfección tan perfecta, esos ojitos penetrantes que la enloquecían al mirarla, las pequeñas bolsitas y ojeras debajo de sus ojos, sus labios, sus manos... Amaba cada parte que conocía de Manoban, y también las que estaba por conocer. La conocía tanto, pero tanto, que si algún día Lalisa olvidase su esencia, Roseanne podía devolvérsela sin dificultades.


Y en la perspectiva de la chica restante, la relación entre ellas no se basaba en algo más que una hermosa y muy estrecha amistad. La situación se le hacía tan malditamente incómoda que a esas alturas ni siquiera sabía como detenerlo, por lo tanto, tan sólo optó por dejar todo en el aire: Ella no tenía por qué aguantarse a su contemporánea y su obsesión tan intensa que era confundida con un amor, que en realidad jamás existió ni en la cantidad más mínima posible. No sabía que había hecho para merecer un amor tan firme y puro pero, para ella todos esos esfuerzos eran en vano, pues, esa atracción que buscaba la de corta estatura ni siquiera tenía indicios de aparecer... Todo era tan confuso y doloroso a la vez. No deseaba perder la amistad de su mayor de mejillas regordetas puesto que sí, la quería, pero hasta allí. Nunca, pero nunca, había considerado la opción de tener a la contraria como su compañera de vida y así se mantendría: Como una bonita y muy íntima amistad... ¿Qué debía hacer ahora para detener todo lo que pasaba, sin arruinar ese hermoso corazón que tenía en sus manos sin querer tenerlo?

Algunos años pasaron y con ellos, las mujeres cambiaron en distintas formas. Nuestra protagonista tuvo un cambio que se notaba de lejos con lo que a su peso respectaba y gracias a eso, una figura de señorita comenzaba a definirla. La contraria también había cambiado, su cabello parecía ser cada vez más brillante, su anatomía se notaba estrecha y su cabello esta vez más largo era lo que más captaba la atención de los demás en conjunto con sus grandes ojos.


Si debíamos hablar de la situación antes nombrada, pues sí, seguía en pie. La mayor no perdía las esperanzas todavía aunque la menor entre las dos se esforzaba en rechazarla de las maneras más amables y suaves posibles. La de cabello supuestamente rubios seguía ahí, mendigando amor donde había ni un pizca de el, excusándose en lo idílica, hermosa y especial que era la de flacucha apariencia para ella. Tan sólo quería hacerlo bien y por esto daba sus mejores intentos, quería abrazarla fuerte y sostener su mano con delicadeza porque, al final del día, todo se trataba de llegar a ella de nuevo en ese extraño viaje tan doloroso.

inafortunada limerencia ;; chaelisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora