[Capítulo 1] Y así empezó todo (parte I)

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Por más que en esa cálida noche entrara por mi ventana una fresca brisa de primavera, me sentía sofocada por una angustia que me superaba por mucho. Quizás fuera por eso que, pese a lo duro de la situación, me decidiera a llevar a cabo quizás mi más vergonzoso secreto. Sabiendo que mi padre no estaría esa noche, y encerrándome con llave en mi propia habitación, me encontraba perfumándome, peinándome, maquillándome y vistiéndome de, bueno, de... vistiéndome de conejita. Así es. Como una tonta, una estúpida. Y como un intento de tierna conejita.

Desde un principio me di cuenta de que mi conducta era algo rara. Siempre me consideré una persona muy racional, pero para algunas cuestiones era como si, consciente o inconscientemente, prefiriera apagar por un segundo mis pensamientos y simplemente permitir el florecer de mis deseos más censurables y privados. Y eso era exactamente lo que quería hacer. Tratar de refugiarme en esto que es una de esas vergüenzas por las que haríamos lo que fuera porque no sean expuestas al mundo. Pues la verdad es que no puedo engañarme a mí misma: amo vestirme de este modo y dejarme llevar por mis fantasías. De sentirme servicial y alegre, y jugar a que, por un rato, tengo la chance de perder el miedo a mirar a la gente a los ojos.

Refugiada en mi habitación y vestida de ese modo, en el espejo ya no veía a una chica triste e insegura con miedo a las miradas, sino a una mujer decidida y servicial, de agradable sonrisa y mirada alegre. Alguien que ya no esconde ni ata un largo y castaño cabello, que incluso permite soltarse hacia sus hombros. Me sentía tan bien que ni siquiera me fastidié por los poquitos rollos que se evidenciaban en mi panza.

 Me sentía tan bien que ni siquiera me fastidié por los poquitos rollos que se evidenciaban en mi panza

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Era así como quería verme a mi misma, y de esa manera, atreverme a mirar a la cara al mundo. Era así como dejaba volar mi imaginación. Me imaginaba a mí misma trabajando en algún tipo de bar o club donde deba servir a clientes vistiendo de este modo, pues este sería mi uniforme. Y así poder acercarme a sus mesas y servirles la bebida que quieran y gusten, sonreír con gracia y despertar algo más que amabilidad en ellos. Ver cómo me desean... y que traviesa o amablemente intenten dejar algún tipo de propina, quizás uno o dos billetes, o que tal vez algún que otro muchacho bonito y amable me deje también un número de teléfono, o su facebook, y quién sabe qué más pasaría. Je, igualmente todo esto es tan, tan absurdo... Yo, hablando de aventuras, de vestirme de estúpida conejita mientras que mi hermano está por ser arrancado de nuestras vidas por culpa de un maldito cáncer. Y ahora, pensando en todo esto y vestida de este modo, no puedo evitar sentir una sofocante opresión en el pecho.

Sin embargo, yo... yo necesitaba esto. Estar vestida así, sentir que este traje me apretara tanto; sentir cómo me ceñía y cómo delineaba sin vergüenza mi figura. Es algo tan bueno. Pero aún así era consciente de lo tonta que era por hacer eso en un momento tan duro. Creo que Un psicoanalista se haría un festín conmigo, creo. (o también podría ser (y creo que me gusta más): "Creo que un psicoanalista se haría un festín conmigo. Creo." Pero el tema es que se pierde el ",creo" que es una marca muy distintiva de Neimi.)

Las demoníacas y vulgares aventuras de Neimi, la recadera infernal (creo)Where stories live. Discover now