Capítulo 1

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WYATT

Me encanta ver cómo el humo se escapa por la ventana y desaparece en menos de un segundo. Ojalá muchas personas pudiesen desaparecer de ese modo. No me vendría mal que varios chicos de mi instituto se convirtiesen en polvo en un instante.

Cierro mis ojos, despego mis labios con suavidad y disfruto de esa imagen que se forma en mi cabeza. Es como sentir un orgasmo por cada estúpido que convierto en ceniza.

París se ve precioso a estas horas, el cielo oscuro y la ciudad iluminada con esa vitalidad artificial que el ser humano ha creado para su supervivencia. Es mágico y repugnante a la vez. Nadie diría que, hace apenas veinte años Francia estaba en la ruina y decadencia total. ¿Cómo los humanos olvidamos tan rápido las desgracias que hemos sufrido? Qué capacidad tan impresionante tiene el ser humano de seguir adelante, sin mirar atrás.

Sonrío, alzo la taza de té verde que tengo en mis manos, brindando con mi reflejo en el cristal de la ventana, y doy un sorbo. Se me ponen los vellos de punta ante el sabor del agua sucia, pero mi madre dice que debo relajarme y el té verde es bueno para eso y, a la vez, rejuvenecer la piel y darle un tono de brillo a mi pelo. Suena estúpido, ¿verdad? Sin embargo, cuando viene de boca de la dueña de la marca de cosméticos más importante del país, y casi de Europa, no suena tan absurdo.

Relamo mis labios y me levanto al oír a la dama de llaves saludar a alguien. No sé qué haría si no estuviese ella. Es la que me da de desayunar, de almorzar, de merendar y de cenar. Solo le falta sacarse un pecho y darme de mamar cuando tenga hambre. Qué imagen tan desagradable, joder.

¿Dónde está Wyatt, Delphine? Necesito hablar con él.

¿Hablar conmigo? Mis padres no suelen hacer eso, de hecho, creo que esta semana hemos intercambiado palabra en tres ocasiones. No me preocupa mucho, sé que esperaban otra cosa cuando nací, quieren otro hijo como mi hermano: un ser sumiso, dispuesto a abandonar quién es para complacer a los demás. Lo siento, pero mi vida ya está demasiado contaminada para hundirla con vuestros queridos ideales.

Toc-toc se oye por el contacto de los nudillos de Delphine en la ruda madera de mi puerta. Segundos después, la nariz aguileña, los ojos azules y el cabello color carbón de Delphine se introducen en mi campo visual, sin poder evitarlo.

Alzo la mano para que no malgaste saliva y salgo de mi habitación, introduciendo mis manos en el bolsillo de mi sudadera, que me queda muy grande. Es como una coraza, no sé si me explico. Cuando me la pongo, nada llega a mí, simplemente, me pasa rozando.

Entro en el salón y veo a mis padres hablando entre susurros hasta que se percatan de mi presencia. Se tensan durante un instante, luego actúan con total normalidad.

Mi madre abre su boca en lo que pretende ser una sonrisa y me enseña sus dientes blancos nacarados, que casi hacen daño a la vista si no te proteges con unas gafas de sol. La última vez que me sonrió, acabé en un internado dos años porque la prensa quería saber más sobre mí.

Mi padre no se inmuta. Me pasa una mirada altiva y se recoloca el nudo de su corbata. Me gustaría tanto que se ahogara con ella.

—Wyatt, ¿qué tal el día?

—Como todos. ¿Cuál es el motivo de poder estar ante vosotros más de diez segundos seguidos?

La sonrisa de mi madre se desvanece y aparece esa vena que se le marca en la frente. Disfruto viendo como la hago envejecer por cada disgusto. Necesito ver qué hay detrás de esa capa de piel hecha de cremas rejuvenecedoras, botox y kilos de maquillaje.

—Francia nos ha elegido como la familia más importante del país, cielo.

—Qué honor.

Mi ironía es advertida por mi padre, provocando que un mechón de pelo se mueva entre tanta gomina.

—Por esta razón, un miembro de nuestra familia tendrá que asistir a un programa de convivencia en Chicago. Es un proyecto que promueve Estados Unidos para hacer ver al mundo lo importante que es la unión de todos los países.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?

—Que tú serás el miembro de la familia Leclair que asista al concurso —sentencia mi padre, que sonríe ampliamente al ver el asombro en mi rostro.

Se deshacen de mí. Me mandan a miles de kilómetros para representarles. No entiendo nada. ¿Mi hermano no es mejor representante que yo? Pero sí, claro que lo entiendo. La mirada de mi madre lo dice todo. No les importa en qué lugar les deje, lo significativo es que permanezca bien lejos durante un tiempo.

ENCERRADOS #LuchaParaGanarWhere stories live. Discover now