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—Y ¿cómo te va? Ya sabes, con Joshua ahí.

Jeonghan levanta la vista de dónde ha estado mirando fijamente un punto sobre la mesa en la cocina de Yebin. No vino a visitarla para quedarse en silencio, pero no ha tenido mucho que decir, y ahora tampoco sabe qué responderle. ¿Cómo se supone que responda a esa pregunta? Oh, sí, todo muy bien, ya sabes, anoche vi cómo le hacían una mamada. Totalmente normal.

Elige responder con un simple—: Bien.

Ella frunce el ceño. — ¿Hay algún problema?

—No, ¿por qué?

—No lo sé, —dice encogiéndose de hombros—. Solo me parece que te comportaste raro cuando lo mencione. Es porque todavía te atrae, ¿verdad?

La vergüenza le inunda, provocándole un vuelco en el estómago. —No me atrae, —insiste y se endereza en su silla—. Deja de decir eso.

Ella lo considera por un largo momento. —Está bien mirar, —dice suavemente, envolviendo ambas manos alrededor de su taza—. Tienes ojos, y eres un humano como cualquier otro. Pero, no vayas a...

Traga saliva. —A... ¿qué?

—Hacer algo.

Casi quiere reír a carcajadas, pues el pánico aumenta cada vez más en su pecho. —No hay nada como para hacer algo — afirma con firmeza—. Él no me gusta. Y no está interesado en mí. Así que ¿puedes simplemente dejar el tema ya?

—Está bien, —dice levantando ambas manos en un gesto de sumisión. Pero él sabe que ella no está convencida, y lo odia— lo que digas.

Hay una pausa mientras lo estudia, y él se muerde una uña al sentirse sofocado por su acusación implícita, y al mismo tiempo desesperado por hablar de ello y poder averiguar qué es eso que está retorciéndose en su interior.

—Entonces cuéntame cómo van los planes para la boda.

Él se enfoca en el nuevo tema, cualquier cosa que evite hablar de lo que realmente está sintiendo y le cause problemas.

—No hay mucho que decir en realidad. El martes iremos a recoger los anillos.

—Eso es lindo, —dice sonriendo—. ¿Qué pasa con las flores y todo lo demás? ¿La música?

—No tengo listo nada de eso todavía —responde con un encogimiento de hombros. Con tan poco tiempo restante para la boda, debería poner más empeño en organizar las cosas.

—Bueno, pues necesitas hacer más, ¡Jeonghan! Solo falta un mes.

—Lo sé, —dice apoyándose hacia atrás en su asiento. El dobladillo de su camisa sube un poco con el movimiento provocando un escalofrío a través de su piel. Se estremece—. Hace frío aquí. ¿No tienes encendida la calefacción?

Ella hace una mueca. —No calienta mucho.

— ¿Necesitas que te a...

—No —dice con firmeza, sin lugar a discusión— yo me encargo.

Él mira alrededor de su antiguo hogar, el papel pintado despegándose y moho sobre los rodapiés, las cortinas rasgadas y el sofá chirriante. Ella tiene lista la caja con viejas decoraciones de Navidad, la ha puesto junto al televisor, listas para ser colocadas. —Echo de menos este lugar —dice con melancolía en su tono—. Tuvimos buenas Navidades aquí, ¿verdad?

—Oh, sí. —Rueda los ojos—. Congelándonos, muertos de hambre, sin dinero para conseguir regalos que poder intercambiar.

—No me vas a dar nada por Navidad, ¿verdad? Sé que el dinero te hace falta.

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