Eres.

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Eres tan oportuno. Te vas cuando más te necesito y llegas en el momento exacto cuando ya no llamo tu nombre.
Vives como un sedentario, sin saber a donde vas pero siempre yendo; ¡sin parar!

No te detienes-no por un segundo-, ni a pensar ni a recapacitar. Solo vas a ello. Te diriges en la dirección que solo puede terminar en choque, en fatalidad, en catástrofe, y no reparas en frenar.
Te estrellas con facilidad y por doquier, rompiendo cosas, fragmentando relaciones, arruinando momentos...

Pero yo me quedo, apenas dudándolo, me quedo a tu lado porque no se hacer otra cosa.
¿Y cómo puedo irme, si he entregado más de dos tercios de mi vida a esto?
¿Y cómo puedo irme, si estar contigo es seguridad?
¿Y cómo puedo irme, si con sólo escuchar tu nombre a mi cabeza viene tu aroma, y la intensidad de tu mirada, y la pesadez de tus manos sobre las mías, y tú?
¿Y cómo puedo irme, si no quiero irme?

Por favor, instrúyeme; para lograr irme como tú te vas, pero sin regresar como tú regresas.
Si te puedo confesar algo, déjame decirte que aunque tú pienses que quien siempre ruega para regresar eres tú, yo pienso que quien siempre ruega por no perdonarte soy yo.
Ayúdame, pero te suplico que lo hagas de lejos.

Antología de todo lo que sentí. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora