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── この損失を後悔しています。
𝒕𝒐𝒖𝒄𝒉𝒆𝒓𝒕𝒐𝒖𝒄𝒉𝒆𝒓𝒕𝒐𝒖𝒄𝒉𝒆𝒓.

Unos pasos resonaron contra el suelo. El señor Dostoyevsky caminaba por un pasillo oscuro, con su mirada inexpresiva deambulando por los cuadros iluminados en las paredes verdosas. Se dirigía hacia la última habitación del pasillo, la cual estaba cerrada con un candado de color plata.

Sacó una pequeña llave dentro de su bolsillo y, luego de abrir la puerta bordo, colocó la llave en su boca. Tragó y sonrió, adentrándose como si de un secreto se tratara.

Adentro una silueta lo esperaba, iluminada por la luz de la luna, temblorosa. Era una hermosa mujer de cabellos largos y oscuros, su piel era tan blanca como la leche y, mientras Fyodor estiraba su mano para tocarla, pudo notar que era suave.

──Bienvenida, pequeña. ──Su voz hizo eco en la habitación, mientras sus labios se pegaban al hombro derecho de la muchacha. Mordió suavemente esa piel apetitosa, sonriendo al escuchar la sorpresa salir de aquellos belfos nerviosos.

Tenía planeado demostrarle cuánto placer podría hacer con solo mover la boca sobre su oído, hasta hacerla derrumbarse contra su pecho. Sus ojos buscaron un punto fijo contra la pared oscura y sus manos bajaron por los brazos de la chica sentada esa mesa de madera, encadenada a gemir de miedo.

──¿Te gusta que te toque, pequeña? ──preguntó con un tono cruel, abriendo sus piernas mientras sus dedos hacían círculos en su piel──. Hazle saber que te gusta a Osamu, princesa.

Sus miradas se encontraron mientras las sonrisas cómplices iban en aumento. Encadenado y con la cabeza medio levantada estaba Osamu Dazai; sonriendo por el espectáculo que estaba recibiendo. La mujer gimió cuando notó en la oscuridad la sonrisa blanquecina de alguien más, observador de sus pecados.

Cerró sus ojos y echó su cabeza hacia atrás cuando la mano de Dostoyevsky rozó su feminidad, explorándola con su dedo índice.

──Oh, cariño, ¿te ha excitado que alguien nos observe? Mira cómo te has mojado.

La chica podía imaginarse la mirada sensual del ruso quemando en su cuerpo, sus dedos eran como pequeños choques de electricidad que la dejaban temblando cuando se despegaban de su piel. Fyodor subió sus manos para explorar sus muslos, su mirada ya no estaba en la muchacha que tocaba sino en los ojos hundidos en la oscuridad que brillaban de excitación.

Quería excitarlo, quería matarlo de placer.

Paró el andar de sus dedos hambrientos y se concentró en complacer las necesidades de todos en esa habitación. Respirando el aroma a jabón de coco desde el cuello de la muchacha, mimó la feminidad latente bajo su mano y apretó su clítoris como si de una tijera se tratara. Había adentrado dos de sus dedos a cada lado de su órgano de placer y había anticipado, también, el placer con el que gritaría su musa.

──Creo haberte dicho que le hagas saber a Osamu cuánto te gusta. ──susurró solo para ella, llevando su otra mano a uno de sus pechos desnudos ante la atenta mirada del muchacho encadenado. Silencioso pero divertido con las acciones del ruso.

──Me e-encanta, señor Dazai. ──gimió con los ojos cerrados, ahogándose a la mitad de sus palabras──. Los dedos del señor Dostoyevsky me encantan.

Animado por esa frase, el ruso adentro sus dedos en su cavidad. Sintió unas paredes suaves y calientes apretarlo, el cuerpo temblando y chillando por más de la muchacha, y el quejido poco audible de Osamu. Pudo sentir todo con una sonrisa de auto-eficiencia por lo que provocaba en los demás.

Mordió sus labios y dobló sus dedos solo un poco, robándole el aire a la pequeña mujer. Atraído por sus labios carnosos y mojados, se inclinó para lamerlos y morderlos, sin parar de introducir sus dedos en su interior.

──¿Te estás por correr, princesa? ──La muchacha gritó con fuerza cuando los dedos del ruso abandonaron su interior y el vacío se hizo presente. Quería más, estaba temblando por lo mucho que estaba disfrutando. La palma del contrario yacía ahora en su feminidad, dándole más atención a sus pezones con su otra mano.

──Señor Dostoyevsky, por favor.

──Oh, no, pequeña. A mí no me pidas nada, pídele a Osamu. ──Sonrió con cariño y sus dedos siguieron retorciendo su pezón rosado.

Obediente, la mujer miró directamente el rostro que, apenas podía imaginar, estaba sonriendo y rogó por su liberación, sintiendo la mano del ruso acariciar su clítoris con delicadeza.

──Córrete, hermosa. ──La voz de Dazai se oyó ronca y divertida, realmente estaba disfrutando de la imagen de esa mujer abierta para él.

La mano Fyodor se estampó contra la feminidad de ella en una palmada y el chillido de dolor junto al sonido de las cadenas que la retenían fue todo lo que se escuchó.

Dostoyevsky observaba el estado moribundo de la muchacha, sorprendida porque su amo había activado su habilidad al momento de correrse. Los últimos latidos de vida se iban agotando mientras la sangre goteaba desde la mesa hasta caer al suelo. La filosa mirada de Fyodor se encontró con la de Dazai, quien reía divertido.

Dejó el cadáver de la muchacha recostado en la mesa y caminó hasta el cuerpo del suicida.

──¿Qué te pareció, Osamu? ──El contrario sonrió mientras empezaba a toser, los síntomas del veneno, que antes había sido inyectado en su cuerpo, empezaban a hacerse presente.

──¿Querías complacerme hasta matarme, demonio Dostoyevsky? ──preguntó Dazai con dificultad, la garganta le ardía y el gusto de sangre inundaba su boca. Sonrió con sus dientes teñidos en rojo y cerró sus ojos, esperando ese beso que le quitara la vida.

El ruso atacó su boca y mordió su labio con rabia, como un perro endemoniado y furioso. La saliva unida a los rastros de sangre se apoderaron de un nuevo significado entre ambos hombres, quienes jadeaban sin dejar de sonreír. La chiquilla había dejado de existir para ellos.

Finalmente, el candado era nuevamente cerrado en esa habitación, mientras el ruso limpiaba la sangre que había en las comisuras de sus labios con un pañuelo negro. Caminó lejos, con su mirada inexpresiva, como si nada hubiese sucedido nunca.

die in your arms ☆ smutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora