CAPÍTULO 1.

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Desperté como cualquier otro día, alistándome para ir al colegio e ideando un plan para no comer de desayuno vegetales como cada Jueves.

Del orfanato sólo vamos Mery Ann, Elizabeth y yo a ese colegio; no es difícil darse cuenta del trato "especial" que nos tienen, pues de todas, somos la únicas que tenemos más ropa, tomamos clases extras, nuestra habitación es la más grande... Aunque no me molesta.

Cuando éramos más pequeñas y hasta ahora, Lilyan y Carlos Di Salvo nos han visitado, y siempre preguntan si nos tratan bien, ¿por qué? Realmente no sé. Pero, un día, delatamos a María; cuando un Martes nos había encerrado sin comer por no hacer las tareas. Ellos estaban muy molestos. Desde entonces, no volvimos a verla, ella era la Ciudadora de Mery Ann. Cada una de nosotras tres teníamos una, la de Elizabeth: Keky, la nueva de Mery Ann: Natasha y la mía: Carla.

—¡Alice!, baja querida.

—Estoy lista. Ahora voooooy.

—¡Rápido muchacha, tienes visitas!

—Si, sí. Ya voy —«¡Cuanta urgencia, Dios mio, cada vez es más irritante esta mujer

Tomé la mochila, el saco rojo del uniforme escolar y las primeras botas que encontré bajo la cama, en Irlanda hace mucho frío casi siempre.

Bajé las escaleras hacía la sala de estar, donde, como cada Jueves, me esperaban Lilyan y Carlos.

Al llegar mi sorpresa fue grande, pues a parte de los Di Salvo, estaba una pareja más vieja, tres muchachos y junto con ellos, otra muchacha más. El pequeño de los muchachos, como de mi edad se me acercó:

—Hola Liz, soy Robyn — dijo con una sonrisa que no le devolví al instante, porque al principio le gruñí un poco por apodarme "Liz". Es algo que aborrezco, ¿quién apoda "Liz" a las "Alice"? Al parecer aquí en Irlanda, la mayoría les dice así.

—Soy A-L-I-C-E, un gusto Robyn —dije enfatizando cada letra, pero a él no pareció importarle.

Robyn hablaba mucho y me preguntaba muchas cosas, como la música que me gustaba, si me gustaba leer, y cosas así, pero en realidad no estaba poniendo atención a sus palabras, pues ponía más atención a la charla de Carla con el señor viejo, me alegré de que el tal Robyn hablara tanto porque así no parecía sospechoso.

Después de 15 minutos de plática, Carla rompió en llanto y corrió hacia donde estábamos los demás, arrodillándose ante mi, casi igualando mi estatura. Me sorprendí un poco, todo ocurría demasiado rápido:

—Alice, ¡Oh Alice! —dijo con un suspiro y continuó con voz ahogada, —Siempre te he querido y tratado como a una hija, y es por eso que me duele tanto que te vayas, —«¿irme?» —sólo prométeme que te cuidarás, aun más porque estas en peligro, y que a pesar de que hoy te vayas y tomes las decisiones que tomes, nunca mires atrás, JAMÁS -. Yo sólo asentí con la cabeza, en shock por sus palabras. Me me tomó por los hombros y me agito un poco para que reaccionara.

—Alice, prométeme que al salir por esa puerta no mirarás atrás, ya están tus maletas; Mery Ann y Elizabeth te escribieron algo: también se fueron, por eso no las viste al despertar —de pronto el señor viejo interrumpió.

—¡Vamos Carla! no hay mucho tiempo y lo sabes, ¡date prisa! ¡Nunca habías tardado tanto! —El Anciano comenzó a golpear el suelo con la punta del zapato, el sonido era irritante y las vibraciones de los golpes al suelo de madera me hacían estremecer.

—Alice, nunca mires atrás cuando tomes alguna decisión, ni cuando digas adiós. Si lo haces, te será más difícil dejarlo todo, sólo prométemelo —entonces sequé una lágrima de su rostro y le dije con una sonrisa— ¡Vamos Carla! ¿Seguirás llorando? Lo prometo, si eso esi lo que quieres. Supongo que no volveré a verte -asintió con la cabeza —Si eso es lo único que pides a cambio, lo haré, te quiero, y siempre te recordaré... me harás mucha falta ¿sabes? ¿Estás segura que no puedes ir con nosotros? —ella negó.

Le di un fuerte abrazo, y me alejé de ella con dirección a mis maletas, la muchacha me hizo seña de que ella las subiría al auto, sin darme cuenta ya había comenzado a llorar.

Subí rápido al auto, Robyn me tomo de la mano al ver mi rostro.

El auto comenzó a andar y aunque me mataban las ganas de voltear, lo había prometido, así que sólo miré al frente, hacía el Anciano que estaba en el asiento de conductor. Escuché que Carla me grito "¡NO MIRES ATRÁS, MI PEQUEÑA!", y así lo hice, no mire atrás.

El dolor que sentía era tan inmenso... me arrepentí de todas las cosas que le hice a aquella mujer: alta, con rostro frío aunque conmigo alegre; delgada, con sus cabellos negros que llevaba en una coleta y que deslizaba por sus hombros hasta su cintura en días festivos, su tez pálida y sus ojos grises, aquella mujer que fue una madre, una amiga, una consejera... «¿Qué haré ahora? ¿Qué está pasando?»

Robyn me abrazó y así me quedé dormida, con las lágrimas deslizándose por mi rostro, nunca había llorado, yo no soy de las personas que lloran, nunca lo había sido, sin embargo, la nostalgia y el dolor en ese mometno llenaron mi cuerpo.

Es doloroso. Y pensar que creía que no tenía debilidad alguna... pero cuando te despides de quienes amas, les dices adiós, un adiós definitivo, no un hasta luego ni hasta pronto; sólo un adiós, frío, amargo, doloroso... te das cuenta de qué es lo que te destruye: alejarte, perder a aquellos a quienes amas.

No mires atras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora