T r a m p a; 01

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''Si para ti no es algo necesario
vigilar a tu amada, necio, al menos
procura vigilarla para mí, para que yo la quiera más."

- Ovidio, Amores, 2, 19.

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Tony era frío sexualmente, y se sospechaba que la culpa resarcía en su matrimonio, que aunque más que matrimonio se le debía aludir más bien a como un insalubre convenio. Que otro nombre otorgaría una convivencia con un marido frío y muy preocupado por sí mismo.

Tony tendía a tomar una taza de café cada mañana antes de comenzar su rutina sin falta. Él creía firmemente que ellas eran su elixir de vida, su energizante matutino.
Un día se quedó dormido hasta tarde, y cuando quiso ir a preparar una gran taza no había encontrado nada más que el frasco totalmente vacío, por lo que, renuente, pidió a su marido que le comprara un nuevo frasco de regreso a casa de la panadería en lo que él se daba una ducha. Le compró un frasco como el que le había pedido, y le preparó el café junto con unas tostadas con mermelada para el desayuno, al bajar Tony estaba bastante sorprendido.

Estaban sentados juntos y su esposo, Justin, lo miraba con una expresión de madura tolerancia, aquella que a veces adoptaba frente a sus explosiones nerviosas, a sus crisis de egoísmo, de autorreproches o de pánico.

A todo su dramático comportamiento, Hammer trataba de responder con un inalterable buen humor y paciencia. Él se enfadaba sólo y sólo soportaba grandes trastornos emocionales en los que su esposo no tomaba parte. Otras veces Justin estallaba con él, entre rabietas y discusiones, más tarde, llegaban las disculpas, pero siempre se mantenía la habitual lejanía fría, como dos piezas esquineras opuestas de un rompecabezas, totalmente incompatibles entre ellas.

Posiblemente, esas eran otras tantas manifestaciones de la tensión en el ámbito sexual. Su esposo rechazaba todos los violentos desafíos y/o insinuaciones de Tony, y Hammer se negaba a entrar en su terreno emocional y a responder a su necesidad de cariño y pasión, a responder en sus temores y luchar con él en sus batallas contra sí mismo, se negaba a ser un buen compañero en su vida.

Tal vez si hubiera aceptado sus desafíos y jugado los juegos que a Tony le agradaban, o a ambos, tal vez si desde el comienzo hubiese habido algo entre ellos, a estas instancias, la convivencia entre ellos sería más fructífera y con la respuesta física que un matrimonio necesita para subsistir.

Pero Justin no parecía conocer los preludios del deseo sensual o la pasión, ni los estimulantes de ciertos ambientes salvajes que precisan de una respuesta entre sus amantes, y así, en lugar de responderle en cuanto veía que se le erizaba la piel, que las mejillas se coloreaban y lo miraba con los ojos relampagueantes, con el cuerpo tan sensualmente receptivo, en su lugar el hombre se replegaba tras aquel muro de comprensión objetiva, tras aquella amable burla y aceptación, como quién ve una sublime obra erótica y ni se inmuta desde su lugar, con una inalterable expresión aburrida al deseo, tan frío como un témpano de hielo, un escéptico ante la sensualidad y el erotismo.

Era aquello lo que dejaba a Tony completamente apagado e insatisfecho, igual que un animal salvaje y hambriento encerrado en una caja de vidrio con una multitud observando entretenidos e ignorantes de su tortura interna, bamboleandose con libertinaje frente a sus fauses.

Aquella mañana, él se sentó con su usual expresión impasible en los ojos; estaba sentado en su asiento habitual mientras terminaba de tomar con furia su café preparado por su marido, como si terminarlo rápido fuera a evitar que el nudo en su garganta estallara a causa de aquel inusual gesto.o

Cuando se hallaba lavando los trastes luego del almuerzo, la voz de Justin Hammer lo hizo voltear.

- ¿Sabes? No solo era café lo que te preparé y tomaste en el desayuno. -dijo su esposo, el ceño de Tony se frunció en confusión.- Era candyslick, un producto que te vuelve apasionado.

Solo Una Broma; WinterironDonde viven las historias. Descúbrelo ahora