LAS COSAS ENTRE la familia Stark parecían ponerse más tensas conforme pasaban los días. Sansa solamente se preocupaba por tener la atención de Joffrey sobre ella, culpando a su hermana y despreciando a su dama de compañía.
— Creo que no deberías asistir, eres muy joven para ver esas crueldades. —mencionó Blyanna caminando detrás de la pelirroja.
Las niñas Stark eran escoltadas hacia el terreno de las justas por la Septa Mordane y Blyanna Snow. Decenas de carpas se habían colocado en los alrededores seguidas de estandartes de las nobles casas.
El metal de las espadas hacia un gran estruendo al chocar entre ellas causando un hueco en el vientre de Blyanna. Sus ojos observaban a los caballeros colocarse su armadura, buscó entre ellos aquella cabellera rubia y ojos verdes que últimamente le quitaba el sueño.
— ¿Ly, Te sientes bien? —Arya la miraba con su rostro elevado y ojos preocupantes.
— Sí, cariño. ¿Por qué lo preguntas?
— Porque llevo rato hablándote y tú pareces distraída. —explicó tristemente. — Te contaba de mis clases con Syrio Forel, pero creo que no te interesa.
— ¡Dioses, por supuesto que no! —exclamó inclinándose para quedar a la altura de la niña. — Por supuesto que me interesa. Todo lo que digas siempre me va a interesar, eres mi pequeña loba salvaje.
— ¿Lo dices en serio?
— Por supuesto. —sonrió acomodándole el cabello. — Eres la más valiente y audaz de los Stark. Tú serás una gran espadachín, mejor que cualquier caballero. Escribirán historias y canciones sobre ti.
Arya se arrojó a los brazos de la castaña abrazándola con fuerza al sentirse querida y obtener la aprobación de una dama.
— Ahora, vamos, no queremos hacer enojar a la Septa Mordane con nuestra demora.
Ambas se acercaron subiendo hasta la tarima en donde podrían presenciar las justas, un lugar que Lord Eddard Stark les había conseguido prometiendo que tendrían seguridad aún con su ausencia.
Blyanna divisó el cabello rojo de Sansa y tomó asiento junto a la Septa, dejando a Arya a su izquierda.
— ¿Por qué le llaman meñique? —cuestionó Arya ganándose como siempre la desaprobación de su hermana con un grito.
— Deja de gritar Sansa, no es propio de una dama. —Blyanna le regresó la lección sabiendo cuanto le importaban los modales.
— No se preocupe. —pronunció el hombre captando la atención de las cuatro mujeres. — Cuando era niño era muy pequeño y vengo de una provincia pequeña llamada dedos, por eso el apodo.
— Arya, debes comprender que en ciertos momentos mantenerte callada es la mejor opción, no a todos nos gusta escuchar nuestros defectos. —susurró Blyanna dulcemente para evitar un arranque de ira en la pequeña.
— ¡Dioses! ¿quién es es él? —se exaltó Sansa mirando al hombre que se acercaba en su caballo, enfundado en una gran armadura negra con un yelmo que solo dejaba ver parte de su rostro.
— Ser Gregor Clegane, lo llaman la montaña y es el hermano del sabueso. —informó Baelish en voz baja como si fuera peligroso mencionar su nombre.
El torneo dio inicio y los aplausos y gritos de la multitud no se hicieron esperar. Los caballos se aproximaron acercando el jinete a su contrincante. El primer intento por derribarse fue fallido y dieron la vuelta invirtiendo sus lugares en la lucha.
El lugar quedó en un sepulcral silencio cuando Ser Gregor Clagane hizo un movimiento con su lanza y una de las estacas de la valla se rompió clavándose en el cuello del chico, derribándolo y dejándolo desangrarse en la arena.
A Blyanna se le hizo un nudo contemplando como la espesa sangre burbujeaba en la boca del caballero, ahogándose con el mismo líquido. Era la primera vez que veía a alguie morir y para su mala suerte había sido horrible.— ¿No es lo que esperaba? —cuestionó Baelish con burla hacia la castaña que tenía el rostro pálido por la escena recién presenciada.
Blyanna no respondió al tono burlesco del hombre, simplemente se levanto con la escusa de su necesidad de ir al baño y escapó de aquel lugar sin intenciones de volver, rogando que Ned Stark no fuera a molestarse por dejar a sus hijas solas, aunque no estaban del todo solas, la septa las cuidaba.
Pero a decir verdad, ellas parecían bastante cómodas con la nueva experiencia, sobre todo Arya que era su especialidad y lo que soñaba hacer de grande.Sin embargo Ned pareció comprender sus acciones y dejó que al siguiente día se quedara en la torre de la mano leyendo como era su costumbre.
Y era lo que había hecho. Desde muy temprano se despertó buscando aquellos libros que había llevado con ella. Libros que fueron obsequios de Bran y que contaban las historias de los siete reinos. Hazañas de caballeros y demás. Pero su habilidad para leer era admirable, acabando con su lectura antes de lo previsto y dejándola en el silencio de la torre sin saber en que invertir su tiempo.— No se supone que debería estar con las hijas de Lord Stark. —reprochó Jaime recargándose en el marco de la puerta mirando como las delicadas manos de Blyanna se deslizaban por las cuerdas del arpa.
— No me gustan los torneos, es de bárbaros divertirse por ver a alguien morir. —alzó los hombros sin tomar importancia. — De todas maneras, usted debería estar cuidando del rey.
Jaime soltó una carcajada y avanzó dejando su yelmo en la mesa, cerca de la puerta, la cual cerró al adentrarse.
— Tenía años sin escuchar una buena melodía. —sinceró quedando frente a la joven sin despegar sus ojos de las cuerdas. — Desde la muerte del último príncipe dragón.
Blyanna dejó salir un suspiro dando por terminada la canción y desentonando en la última nota.
— ¿Era tan bueno como decían? —indagó acomodándose. — En el norte casi no se habla de los Targaryen, mucho menos de Rhaegar, pero por lo poco que he leído y escuchado sé que era el príncipe perfecto. Cantaba, era humilde, justo, leal y de buen corazón. Un perfecto bohemio.
— No era la gran cosa. —refutó con seriedad. — Su arrebato le costó la vida de su familia y de miles de inocentes.
— Y es por eso que lo admiro. —pronunció soñandora. — ¡Cuán valiente debió ser para enfrentarse a los siete reinos solo para luchar por su verdadero amor! Es algo admirable, hay algunos que ni siquiera tienen el valor para expresar sus sentimientos.
— No deberías alabarlo. Fue egoísta. —insistió celoso del fantasma de Rhgaegar.
— ¿Egoísta? —rió negando. — No, Jaime, él fue valiente y luchó por lo que sentía hasta su último aliento. Dio su vida por ella aún sabiendo que le darían la espalda.
— Es la primera vez que dices mi nombre. —susurró olvidando su molestia. — Dilo de nuevo.
— Jaime Lannister. —pronunció cohibida por la intensa mirada del león.
— Tienes la voz más dulce de todos los siete reinos. —halagó quitando los mechones del rostro de la norteña. — Me estás volviendo loco, niña.
— No me culpes de vuestra locura, Jaime. —replicó acercándose a los labios del guardia real. — Tú ya estabas loco antes de conocerme.
— Eres una niña insolente. —susurró acortando la distancia existente entre ambos y besando con fervor los labios de la joven doncella.
La pareja estaba tan entretenida disfrutando del beso sin darse cuenta que alguien había irrumpido en la habitación mirándolos con total asombro.
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WEAK HEART
FanfictionBlyanna Snow, una huérfana acogida por Eddard Stark en su familia, se convierte en la dama de compañía de Sansa siendo afectada por los errores que comete la pelirroja. Con la llegada de la familia real al norte y el ascenso de Lord Stark como mano...