Capítulo I

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Hace 8 años...

Era una mañana fría en Seattle, las ventanas mal cerradas como de costumbre dejaban pasar un gélido aire entre ellas, las débiles persianas golpeaban contra el cristal y unos suaves pasos se oían en el pasillo. Eran las 6 de la mañana, hora habitual en la que salían mis padres a trabajar. Yo sabía que era normal, pero algo en mí me daba un mal presentimiento y eso fue exactamente lo que sucedió.

Cuando dieron las siete, mi hermano Jace apareció en mi habitación y me despertó, era la hora de prepararnos para ir a clase como hacíamos todos los días. Jace, que me saca 2 años y que en aquel entonces tenía 10, me preparó el desayuno, la merienda y me acompañó al colegio.

Cuando acabaron las clases ambos volvimos a casa y para nuestra sorpresa, nuestros padres no estaban. Durante un tiempo pensamos que saldrían tarde, pero ellos jamás volvieron, nos abandonaron. Unos días después, nuestro vecino Larry alertó a los servicios sociales y ellos nos llevaron a un orfanato en el centro de la ciudad.

Desde el primer día hice buenas migas con una chica llamada Maddison Collins, la que desde ese día se convertiría en mi mejor amiga, por no decir en mi hermana. Ella había perdido a sus padres en un accidente automovilístico hacía unos meses y como no tenía familia, acabó en aquel lugar, el orfanato Perkins, un lugar donde a nadie le importas una mierda.

Mi hermano, Jace, también había hecho muchos amigos, pero entre ellos había algunos destacables como: Eros Grey, Christian Steele, Hunter Blake, Nicolas Mason, Jackson Allen, Tyler Crowell y James Clark.

Maddison y aquellos pequeños diablos eran las personas más adorables del planeta y pasé con ellos toda mi infancia.

6 años después...

Ya tenía 14 años, llevaba 6 años en Perkins con Maddison, los chicos y mi hermano. Maddie y yo habíamos solicitado una beca para estudiar durante dos años en Houston, recuerdo el día en que nos concedieron esa beca como si fuese ayer.

Era verano, el sol brillaba fuertemente y estábamos deshidratados. Llevábamos horas jugando al volleyball en la playa y por fin decidimos volver a la sombra del orfanato. Maddie y yo compartíamos habitación y cuando llegamos encontramos dos sobres, cada uno en una cama. Los abrimos con prisa y es de imaginar la gran sorpresa que nos llevamos al descubrir que la beca se nos había concedido a las dos. Tres días después nos encontramos rumbo a Houston con la intención de cursar allí dos años.

Ambos años fueron oscuros, fuimos jugadoras de poker (de las mejores), corredoras de carreras ilegales en motocicleta y ladronas (estafadoras de peces gordos). Durante ese tiempo ambas aprendimos a ser nuestro propio Robin Hood, queríamos ganar el suficiente dinero para dejar aquella vida de miseria que habíamos vivido todo el tiempo. Nos convertimos en las mejores en lo que hacíamos y juntas formamos el Dúo Artístico, un dúo de criminales que contaba con todo tipo de cosas, incluso nombres falsos, como Mia Anderson y Mackenzie Turner, pero intentando dejar esa vida atrás quisimos volver a Seattle.

Dos años después (en la actualidad)...

La luna brilla en lo alto del cielo acompañada por las estrellas, la temperatura es agradable y una luz tenue se cuela por las ventanas de la habitación, que está patas arriba. Tenemos que estar en el aeropuerto en dos horas y Maddie no se ha despertado todavía, además las maletas están a medio hacer y hay un montón de botellas de alcohol por el suelo. Ambas estamos de resaca, ayer fue nuestro último día en Houston y por lo tanto nuestra última fiesta y lo que menos me apetece es escuchar los gritos de Maddie, pero no me queda otra:

-¡Maddison Jane Collins, despierta ahora mismo o no tendré piedad y te tiraré un vaso de agua! Tenemos que estar en el aeropuerto en menos de 2 horas, así que corre.

Maddison se despereza un poco frotándose sus ojos verdes y acicalándose un poco su pelo marrón, solo entonces comienza con sus gritos mañaneros:

-¡Hayley Elizabeth Miller, como te atreves a amenazarme! Más te vale correr o la almohada que ahora reside debajo de mi cabeza será estampada en tu cara.

-Atrévete y sufrirás mi ira.

Ambas comenzamos a luchar con las almohadas muertas de risa, pero cuando recordamos todo lo que tenemos que hacer y el poco tiempo que nos queda, no nos queda otra que aplicar la poca seriedad que tenemos mientras cantamos Hey Soul Sister para hacer más amena nuestra recogida intensiva de la habitación.

Milagrosamente hemos llegado a tiempo para coger el avión y estamos rumbo a Seattle. El avión está muy lleno y como no con nuestra maravillosa suerte nos ha tocado un niño de los que se dedican a dar patadas al asiento de delante, justo detrás de nosotras. El niño, tras oír a su madre diciéndole que pare, le hace caso y cesa la tortura para nosotras, por lo que supongo que podré dormir.

Hemos llegado ya a Seattle y decidimos coger un taxi hacia el orfanato Perkins, esa institución ajada por el tiempo que se alza en un campo de manera ruda. Ese edificio es de color gris, casi negro y desde luego muy silencioso, se podría considerar uno de los lugares más espeluznantes que he visitado. Ahora mismo nos encontramos en la recepción preguntando por Jace Miller y casualmente resulta que no se encuentra allí.

Acto seguido oímos un ruido, nos damos la vuelta y un BMW negro aparece, los ojos se me salen de las órbitas, es mi hermano Jace. Corriendo Maddie y yo nos acercamos a él y le plantamos un fuerte abrazo. Cómo ha cambiado, ya no es aquel adolescente gordito y granoso, se ha convertido en un chico alto de ojos claros y cabello marrón con una buena forma física, pero eso no es lo importante. Seguido de analizarlo empiezo con la ronda de preguntas:

-Jace, ¿Qué cojones haces tú en un BMW y por qué coño según la recepcionista no vives aquí?

-Joder, menudo recibimiento pequeña. ¿Te recuerdo que tengo 18 años? Tengo un BMW porque ahora tengo dinero para comprarmelo y que sepas que no es que no viva aquí, sino que no vivimos aquí.

-¿Perdona?

-Lo que oyes, desde hace unos días vosotras dos mocosas pasáis a ser mi responsabilidad ya que me he convertido en vuestro tutor legal, así que...

-¿Cuándo coño pensabas decírnoslo?

-¿Dónde están los chicos?- Dice Maddie.

A mí se me han olvidado por un momento, es tanta información que me cuesta digerirla. Menos mal que la tengo a ella y que Jace es de respuesta rápida:

-Los chicos y yo vivimos en Los Ángeles así que ¿A qué esperáis? Subid al coche.

-Hermanito, no sé si te habrás dado cuenta pero esto es una locura, aunque como es Los Ángeles y queremos ver a los chicos, aceptaremos. ¿Verdad, Maddie?

-Exacto.

Ambas nos subimos al coche y me empiezo a sumir en mis pensamientos intentando imaginar cuánto habrán cambiado los chicos. ¿Será Los Ángeles el comienzo de nuestra nueva vida?

Adicto a tu drogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora