CAPÍTULO 1

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Era un día soleado mientras varios niños jugaban en un parque infantil al norte de la ciudad. Sus padres expectantes los vigilaban mientras se tomaban un café y charlaban entre ellos. Emilie cayó al piso y lloró al ver un raspón en su rodilla.

-¡Emilie! Hija, ¿estás bien?

Susana se acercó a su hija y revisó que nada grave le hubiera pasado. Secó las lágrimas de la pequeña niña mientras le advertía del cuidado que había que tener para cruzar un pasamanos.

-¿ha pasado algo? Estás bien Emilie, solo fue un pequeño raspón.

- Tu padre se refiere a que has sido muy valiente cariño, pero debes jugar con más cuidado.

Mientras la niña entre sollozos asentía con la cabeza, algo observaba a Jonas Campbell y a su familia; algo que tenía una energía tan fuerte que lo obligó a voltearse e investigar qué era. Se puso de pie y se dirigió a los arbustos que rodeaban el lugar, seguro de que allí se encontraba eso que lo intimidaba. Desde la oscuridad, la sed de muerte era intensa. Sin tener éxito en su búsqueda, Jonas se volvió hacia su esposa y delicadamente beso su frente. A Susana le pareció delicioso que la tratase con esa dulzura y acarició a Jonas a la vez que se abrazaban y veían a su hija jugar con los demás niños del parque.

-¿sucede algo amor?

- Me pareció, yo... no, olvídalo. No es nada. 



                                                                                  ***

El granizo que caía sobre su espalda desnuda le lastimaba, hacía frío y llovía muy fuerte, pero era un sacrificio necesario. La noche siguiente otros tipos robarían el cuerpo y tenía que evitarlo. Tenía que ser el primero en hacerlo. La muerte del hombre que se encontraba en el cementerio central era muy extraña, y sin el cuerpo jamás sabría la causa. Saber que fue lo que le pasó le interesaba, pero más allá de eso eran las órdenes de su jefe, así que era un deber. Edmond era de color, pero sabía que sus manos empezaban a amoratarse y un intenso dolor recorría sus brazos al tratar de encontrar el cadáver que se encontraba bajo tierra.

-¿El hoyo es profundo o te estás quedando viejo?

-¡Maldito hijo de puta!- gritó tirando la pesada pala que sostenía con dificultad al suelo húmedo. –Vaya susto me has dado. Me alegra verte Ryan. Los anormales como tú siempre deben andar por ahí y asustar a quien se les pase por las narices.

-¡Mucho cuidado con lo que me dices negro! Te he dicho que hagas el trabajo rápido pero eres tan inútil que no has ni encontrado a la rata.

Jamás había visto a Ryan tan furioso por una tarea.

-¿Te encuentras bien? Te ves algo tenso. En fin... creo que ya lo encontré. ¡Aquí está el magnate!

La cabeza de un hombre apareció en medio de toda la tierra, mientras esta le manchaba la cara mezclándose con el agua que caía sobre el cuerpo inerte. Ryan se quitó la camisa sudada y la tiró al piso; agarró la pala que estaba en la tierra removida y terminó de desenterrar el cuerpo. Él y Edmond se quedaron mirando el cadáver sin hacer nada, mientras el granizo y la lluvia caían sobre sus hombros.

-¿Qué hacemos con él?- Edmond se arrepintió de preguntar aquello, no quería demostrar ser inexperto en ese tipo de cosas, o lucir nervioso ante su compañero de casi 1.90, pero lo estaba, aún no se acostumbraba a ese tipo de trabajos. Había matado a un hombre hace algún tiempo atrás, y ver lo que se encontraba bajo sus pies se lo recordaba. Su jefe solo le daba la orden de robar a las personas objetos que le pertenecían, o secuestrarlas, que era lo peor, pero jamás había tenido que tratar con alguien muerto. Sus brazos y manos le temblaban exageradamente, y no llegó a concluir si era el frío, el cansancio que lo dominaba, o el temor a que algo pasara.

𝕰𝖓𝖙𝖗𝖊 𝖑𝖆𝖘 𝖘𝖔𝖒𝖇𝖗𝖆𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora