CAPÍTULO 2

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Jonas amaba su trabajo. Hace poco tenía que defender a un cliente algo especial: un terrorista. No se enorgullecía, pues bien sabía que este hombre era un psicópata desquiciado que andaba matando a diestra y siniestra personas con estrategias complejas y bien elaboradas, pero lo tomaba como un logro personal, el tener que salvar de prisión a una persona que quería destruir el país por su propia conveniencia era algo que solo los mejores abogados del mundo lograban hacer. Si lograba ganar el juicio, la reputación que tendría sería respetada por los demás encargados, sin embargo, su esposa y amigos no paraban de advertirle que dejara pudrir al hombre en prisión. Su pequeña hija le preguntaba por qué protegía a alguien que hacía mal. Las dudas recorrían su cabeza cada noche hasta que en el día del juicio, dejó que el juez diera cadena perpetua a su cliente. Se sentía bastante mal, pues el hombre tenía el deber de asesinar por haberse metido con personas indebidas, que lo obligaban a realizar cosas sin su voluntad. No mucho tiempo antes se había enterado de que su cliente estaba solo y la única familia que tenía era a un hermano llamado Luka Figueroa, al parecer, también era un vándalo. El terrorista contaba, sabiendo su destino, que por su culpa su hermano Luka había caído en los malos quehaceres de la calle y se había convertido en un hábil ladrón que se valía de su astucia para estafar gente con trucos mentales, y muy pocas veces recurría a la fuerza bruta y a su gran agilidad. El tipo no dejaba de lamentarse de que sus cualidades hubieran servido para hacer de Luka un hombre de bien. Sentía la necesidad de arreglarlo y guiar a su hermanito por un buen rumbo; Jonas estaba algo confundido, era muy extraño que su cliente tuviera cuarenta años mientras el otro hermano Figueroa tuviera solo veintiocho. Jamás había visto que dos hermanos tuvieran doce años de diferencia por edad, a pesar de ello se arrepentía de haber hecho que el juez siguiera el conducto regular del caso y que fallara en contra del pobre hombre. Lo entristecía que por no dar el caso correctamente, los hermanos Figueroa ya no se volverían a ver, pues su cliente solo podía recibir visitas y no tenía ni la menor idea de en dónde se encontraba su hermano; tampoco utilizaban ningún móvil para comunicarse, y Jonas no conocía físicamente a Luka para comenzar a buscarlo.

-Vamos a hacer lo siguiente: Usted responderá a todo lo que quiera saber la policía, y si no sabe qué contestar (porque sé que pasará algunas veces) solo dígales lo que quieren escuchar. Así, yo hablaré con el juez y le pediré amablemente la reducción de la condena, mientras le explico por qué usted atentó en varias ocasiones a la comunidad, así, y con algo más que suerte, podremos darle a demás de la reducción un arresto domiciliario sin que nadie sepa nada. Iré a visitarlo a su casa y me ayudará a encontrar a su hermano.

-¿Usted haría eso por mí?

-Le estoy ofreciendo mi ayuda, para eso estudié leyes y derecho, pero antes de que piense hacer otra cosa, hará caso a lo que yo le diga sin preguntar por qué. ¿Está de acuerdo señor Figueroa?

-Por supuesto que sí. Lo que sea.


***

El parque infantil que quedaba en frente de las mansiones al norte de la ciudad era bastante grande; ocupaba casi tres cuadras alrededor de las casas de las familias más ricas del país. A Ryan se le dificultaría encontrar al abogado que tendría que llevarle a Luka. Primero tendría que conocer un poco más al hombre para en el momento dado llevárselo. Se escondió entre varios arbustos que rodeaban el parque y creó un hechizo que lo hizo invisible, le encantaba hacerlo. A lo lejos, divisó al abogado junto a una pequeña niña sollozando debajo de un pasamanos. Se agazapó discretamente y se dedicó a observarlos; pudo ver que la niña asentía con la cabeza a algo que le decía su madre, cuando notó que el abogado se acercó a los arbustos y empezó a apartar las ramas con las manos. Había notado que alguien lo observaba de lejos. Por suerte, no se molestó en buscar más abajo de lo que debía y no encontró a Ryan. De igual forma, su hechizo le impedía ser visto por alguien. Siguió observando al hombre que se dirigía hacia la mujer sentada en un banco de plata fijado al suelo del parque. Se sentó junto a ella y besó su frente mientras la mujer lo abrazaba. Ryan alcanzó a escuchar algo.

-¿sucede algo amor?

- Me pareció, yo... no, olvídalo. No es nada.- Respondió el abogado.

Luego de esperar una hora más, la familia se dirigió a su gran mansión apenas el sol comenzaba a ocultarse. Ryan los siguió con paso firme hasta llegar a la casa. Ahora, solo era cosa de esperar.

***

Sabía que en la ciudad o en ningún lado habría espacio para él. Edmond demostraba ser una persona alegre y risueña, responsable sin perder su ser, pero por dentro constantemente quería cambiar lo que lo hacía ser Edmond y ser una persona "normal". No soportaba tener que ser una persona trigueña y que los demás lo tratasen cual esclavo; se reía de aquello pero por dentro le dolía. Ahora estaba en medio de un mundo de magos y brujería extraña de la cual ya no podía salir. Hace poco tuvo que sacar un cuerpo de un cementerio junto con otro hombre. Su jefe les pagaría bien a ambos si robaban el cuerpo y le ayudaban a hacer una especie de autopsia. Siempre había un interés de por medio a demás del dinero, eso ya le había quedado muy claro, aunque aún no sabía cuál era el de su jefe o el de Ryan. El magnate de más de ochenta kilos se había encontrado muerto y Edmon estaba muy seguro de que había sido por algún tipo de magia negra demasiado avanzada. Cuando él era pequeño, muchas historias de una misteriosa maga desaparecida a causa de los Vaulx llamó de gran forma su atención. Dedicó toda su vida a buscar pistas que lo ayudaran a encontrarla; sus sentidos le decían que cada vez estaba más cerca. Se alegró al saber que algunos magos hechizaban a sus amigos para nunca morir. Vida eterna... Edmond pensaba que eso más bien era un castigo. Ver a todos sus conocidos, amigos y familia morir y seguir joven le resultaba horripilante, pero era una fortuna porque existían más posibilidades de que la mujer siguiera viva. Necesitaba encontrarla para resolver todas sus dudas y aprender más sobre ese mundo del cual ya no podía escapar. Quería vengarse de todos esos infelices que le habían arrebatado a sus padres por ser trigueño, y estar creyéndose más que su raza desde hace mucho tiempo atrás. No tenía que sufrir por provenir de otro continente –Sur África-. Pero todo eso cambiaría cuando se transformara en otra persona. Africano de nacimiento jamás sintió orgullo, nunca habló del tema y evitó a toda costa que la gente supiera en donde había nacido. Creó una partida de nacimiento falsa y decidió decirle al que preguntara que venía de Hawái.

Cambió su nombre y aprendió español con una gracia admirable. Sería igual que las personas a su alrededor. De eso estaba seguro. Ya no más racismo para él y posiblemente no más para muchos otros. El día pasó y Edmond se sentía agotado, aún tenía casi todo el cuerpo lleno de moratones por el granizo que le había caído tres noches atrás en el cementerio, y durante los siguientes dos días solo había podido dormir tres horas, seis en total. Tomó el metro y se dirigió a un bar al que le gustaba ir de vez en cuando. La música estaba más fuerte de lo normal y estaba más lleno que antes. En el stand había un grupo famoso de Trap; sabía bien quienes eran pero no recordaba el nombre. Todos estaban de pie, bailando y cantando hacia el lado del stand mientras que toda la barra y las mesas estaban vacías. El segundo piso estaba igual, toda la gente se había quitado de las mesas y estaba asomada en las barandillas viendo al grupo cantar. Fue a la barra para pedirle un trago al cantinero y vio a una chica sola, sentada en una de las sillas altas de la barra con una botella de vodka a su lado.

-¿Me puede dar una copa de vino tinto por favor?

-Claro que sí, señor. ¿De cuál quiere?

-Del que sea, el que usted me vea conveniente.

-¿Día difícil?- Dijo la chica mirando la botella que ya estaba por acabarse.

-Como no tienes idea. Me llamo Edmond.

-Verónica, ¿puedo decirte Ed.?

-Claro. Cuéntame ¿Qué hace una chica tan linda sola y en un lugar así?

-Muy larga historia, no soy de esta ciudad, así que no conozco a nadie. Estoy aquí porque vine a relajarme un poco, también tuve un día muy largo, pero con esta música... Creo que se me va a estallar la cabeza. Fue un gusto hablar contigo Ed. Adiós.

-¿Puedo pedir tu número?

-No es necesario. Sé que nos volveremos a ver pronto.

𝕰𝖓𝖙𝖗𝖊 𝖑𝖆𝖘 𝖘𝖔𝖒𝖇𝖗𝖆𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora