Τiємρσ |GσнαทxLєcτσrα| [Drαgσท Вαℓℓ] (Oทє-sнστ)

Parte única.

|Hay felicidades que nunca más regresarán, eso me comentaste una vez..., pero quizás estabas equivocada|

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Me gustaría decir que esto ya quedó en el pasado, que ya no me duele, que ya logré sobrellevarlo, que aprendí a sobrevivir sin oír tu risa o bromas matutinas, o a despertar con el olor de la comida que te gustaba preparar para intentar sorprenderme con las nuevas recetas que buscabas. Hasta la fecha me he estado cuestionando cómo es que le hacías para mostrarte conmigo normal, hacer como si nada te pasara, fingir que estabas bien aunque fuera todo lo contrario. Me sorprende y duele, si tengo que ser sincero, ¿por qué no me lo dijiste? ¿Por qué tenías esa maldita costumbre de guardarte todo hasta que ya no podías más? ¿Por qué? Es algo que quiero preguntarte, algo que todo el tiempo me ronda en la cabeza.

¿Sabes? Lo irónico aquí es que muchas parejas terminan por infidelidades o cosas así, mas nosotros culminamos lo que teníamos por razones totalmente diferentes a esas.

Una vez oí que los noviazgos acaban por no tener la suficiente madures o compromiso para sobrellevarlo, antes pensaba que era una estupidez, que solo es un prejuicio más, que si amas lo suficiente a alguien es porque lo aceptas tal cual, pero... tenían razón al final. No me mal interpretes, no me refiero a que alguno de los dos era inmaduro (aunque sí lo éramos), sino que la gente mayor se refiere a un punto distinto a como nosotros lo vemos: quisieron decir a la madurez de cómo uno se toma las cosas, no a cómo es nuestra personalidad. Cuando uno es adolescente ve las cosas distinto al sufrir muchos cambios emocionales y físicos, los niños no se quiebran la cabeza con tantos problemas y los adultos ya vivieron lo que uno apenas vive. Cambia la perspectiva depende de tu madurez.

Me di cuenta de que todo era verdad: yo buscaba algo formal, algo que lo denominan "para siempre", yo te consideraba que ibas a ser la única en mi vida, y tú..., tú eras más realista que yo, tú sabías que esto iba a terminar prontamente, tú buscabas cariño y amor en alguien, y ese alguien fui yo. Qué curioso, ¿no? Ambos éramos unos idiotas, ambos nos consumíamos, ambos nos lastimábamos más de la cuenta, ambos éramos tóxicos de alguna manera. No me di cuenta a tiempo que ambos nos volvimos dependientes del otro, y eso no era amor; nos envolvimos en la monotonía, aceptamos eso con tal de no separarnos, nos daba miedo cómo íbamos seguir sin el otro a nuestro lado.

Tú fuiste la primera en percibirlo.

Ambos teníamos nuestros problemas, pero yo desde antes de iniciar sabía de tu baja autoestima y tu constante depresión, de tus ataques de ira... y del propio daño que te hacías. No te cortabas como mucha gente, no desprendías ese aire de dolor como otros, tú simplemente fingías en la preparatoria estar bien a pesar de traer los nudillos desechos, de los rasguños en tu cara y piernas, sonreías normal ante todos, pero tus ojos siempre te delataron: estaban opacos, sin ese brillo tan común, eran como dos cubos de hielo. Ingenuamente pensé que ya habías logrado superarlo, que conmigo irías aprendiendo a quererte a ti misma, que tus ataques habían disminuido, que tus sonrisas ya eran reales...

Qué equivocado estaba.

Los dos primeros años de nuestra relación parecía ir de los más genial a pesar de que llegábamos a tener desacuerdos, pero ese fue mi primer error: no quise darme cuenta de que, con tal de no discutir, accedías a lo que te pedía, que te portabas sumisa muchas veces, que parecías no tener voluntad propia. Luego siguió el tema de la universidad: mientras yo iba a estudiar en esta cuidad, a ti te habían ofrecido una beca en Tokyo, en una escuela de letras; discutimos, salimos mal, me enojé y me porté egoísta, y... al final renunciaste a tus sueños, a los que venías preparándote desde años, decidiste quedarte a estudiar en una local por portarme voluntarioso.