Recuerdo los paseos en la montaña , manchando mis pantalones de aquella característica arena roja que volvía loca a mi madre al hacer la colada . Ese olor tan característico que tenía mi abuelo que no puedo olvidar. Tardes enteras en el garaje desgranando millo para hacer gofio y tomarlo con el mejor potaje de la abuela. Aquellas piñas asadas con agua y sal, que apesar de que me sabían más a quemado que otra cosa, me resultaban agradables , porque siempre iban acompañadas de alguna anécdota divertida y aquella enorme sonrisa de mi abuelo que desprendía ternura.
Muchas veces pienso que no le presté la atención suficiente y que no llegué a decirle nunca lo mucho que le queria. Puede que por eso ahora esté escribiendo en esta aplicación que desconocia totalmente hace menos de 24 horas.
Cuando me quede dormida en apenas unos minutos, sé que mis mejillas seguirán húmedas, igual que lo han estado casi todas las noches desde que le perdí.