Algo había penetrado su cabeza. Llevaba un rato haciendo oídos sordos, pero no podía ignorarlo por más tiempo. Adora se giró, paseando la mirada entre las personas. Finalmente se dirigió hacia una chica alta y guapa con el pelo liso, corto, y oscuro. Tenía un aura calmada que normalmente la apaciguaba, pero que la tomó por sorpresa al tener que esforzarse en escuchar. Sonaba muy baja, mucho más de lo normal, y se enfureció por no captar lo que estaba ocurriendo.
Se reunió con ella y respiró hondo antes de mirarla a los ojos. Llevaba la misma mochila de siempre colgada al hombro y la observaba con atención después de haberla perdido por un momento en que Adora se había detenido a plantearse su estado.
Su amiga la miraba con el ceño fruncido.
—¿Te ocurre algo? —preguntó preocupada. Era consciente de que Nam era muy perspicaz y a aquellas alturas de su amistad ya debía sospechar muchas cosas, pero se dijo que otra media verdad no cambiaría nada.
Lo cierto es que su aspecto no parecía muy saludable. Estaba pálida, distraída, y un poco encorvada por el dolor de cabeza, así que cuando la arrastró sin esperar respuesta a un local donde descansar agradeció ahorrarse una explicación.
Muy cerca de la puerta, sintió un súbito y fuerte mareo que le impidió dar un paso más. Se sujetó la cabeza con fuerza. Había dejado de escuchar con claridad. Se hallaba sumida en un vacío que no dejaba de crecer y crecer absorbiendo todo a su paso, tenía los ojos entrecerrados y había dejado de prestar atención a su alrededor.
Por eso cuando un hombre salió del edificio, despistado, y la empujó, no supo reaccionar.
En circunstancias normales, Adora rápidamente habría enfocado la situación y recuperado el equilibrio, pero aquel día su cerebro no pareció recordárselo, demasiado inquieto.
No pasaron ni dos segundos, cuando sintió unas fuertes manos rodearla por la cintura seguidas de un silencio incierto. Poco después se desmayó.
Por alguna razón que se le escapaba, la sensación de antes había aumentado a la velocidad del pálpito en tan solo segundos. Había conseguido colarse en su mente, plantando un denso bosque que dificultaba la visión del otro lado, lo que la hizo preguntarse a qué se enfrentaba. Optó por concentrarse en escuchar la melodía de su amiga —que seguía con ella—, apacible y cálida al ritmo de sus palpitaciones, e intentó visualizarla.
Lo consiguió. Se envolvió en los pétalos de aquella cómoda flor y alejó de su cabeza cualquier distracción.
Mientras tanto Nam ayudó al camarero que había agarrado a su amiga a apoyarla en un sillón del bar. Cuando le hubo agradecido correctamente se sentó frente a ella pensando en muchas cosas. De nuevo ocurría algo a lo que no podía atribuirle una explicación, tan solo una hora atrás estaba enérgica y contenta como siempre y ahora se encontraba inconsciente. Sospechaba que no era un dolor de cabeza común, porque ya de por sí la chica no lo era, pero también por una extraña intuición que la llevaba persiguiendo desde hacía unos años. A veces prefería no pensar en ello.
Ordenó un par de bebidas mientras esperaba a que su amiga despertara y, unos diez minutos más tarde, Adora ya se tomaba un gran vaso de agua.
—¿Mejor? —tomó otro trago y asintió con la cabeza. Nam la miraba fijamente y sabía que buscaba respuestas, como siempre. Pero esta vez no sabía ni ella qué responder— Le he pedido al camarero un leve tranquilizante, solo por si acaso. Lo tienes en la bebida —añadió.
Adora miró el agua, advirtiendo los minúsculos polvos prácticamente diluidos.
—Ah —aquello explicaba su estado de relax. De vez en cuando tampoco venía mal—. Estoy mucho más calmada, gracias —sonrió y se estiró en el sitio.
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Notas en Mi
FantasiaHace falta una chica, un pasado, un suspiro, y palabras, para poder reescribir tu historia.