Capítulo I: Intercentros

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Faith:

Llegué al insti arrastrando los pies. De mala gana me dirigí al despacho del jefe de estudios.

-¡ Oh demonios Faith! ¿Acabas de llegar? Hace una hora que han llegado los alumnos del Lope  de Vega- me gritaron nada más entrar.

Todo es un desastre, uno de los motivos por los que no me gustaba participar en actividades escolares era la enorme falta de organización.

Oraba por encontrar a Sandra lo antes posible. Multitud de gente entraba y salía del establecimiento, algunos rostros me eran familiares, otros en cambio, totalmente desconocidos.

Primero me ocupé del puesto de información. De vez en cuando acudía algún compañero desorientado preguntando por los horarios, la enfermería o los aseos.

Tras un breve pero amargo rato, por fin vi a una chica bajita, con una larga melena morena decorando su espalda, era Sandra. Suspiré aliviada y la abracé por la espalda.

-Joder tía, me estoy arrepintiendo de haber venido- le comenté honesta.
-Y yo, habernos quedado en la camita tranquilas-me respondió con el mismo tono de fastidio.

Al estar con mi mejor amiga, me sentí mucho más relajada, pero el día parecía interminable.
Me distraje entre mis pensamientos cuando de repente Sandra me jaló del brazo con fuerza guiándome hacia la sala de juegos.

-¿Qué haces mongola?- le gritaba intentando soltarme de su agarre.
-Tengo que enseñarte algo buenísimo, vas a flipar- me respondió ella.

Entramos a la sala de juegos. Inspeccioné la sala varias veces con la mirada, dos profesores arbitrando, unos pocos espectadores y dos institutos enfrentados por el ping-pong: Lope de Vega vs Ramón y Cajal. Nada fuera de lo común.

-¿Y bien? ¿Qué era lo que me tenías que enseñar?- me dirigí a Sandra algo molesta.
-¿Cómo que "y bien"? ¿Acaso no lo ves? Ese tío está buenísimo, mira su cara, sus hombros...-dijo ella emocionada señalando a uno de los jugadores del Lope de Vega.

"Ya empezamos" pensé, a veces Sandra podía llegar a ser algo pesada, pero en el fondo, la adoro. Levanté mi mirada hacia el chico que había señalado mi amiga, estaba de espaldas, así que no pude fijarme bien. En cuanto a su forma física, parecía ejercitarse, su pelo era rubio. Al ver mi reacción Sandra se molestó.

-Mira tía, eres una amargada, ¿cómo no te puede gustar ese dios griego?- exclamó Sandra.
-¿Dios griego? HAHAHA, Sandra, te comportas o el lunes separo las mesas- le vacilé.

Sandra y yo nos sentábamos juntas y amenazarla con separar las mesas, me resultaba muy gracioso, pero para ella, parecía ser un tema algo sensible.

Las horas pasaban, y estábamos ya muertas, que si trae agua por aquí, trae rollos de papel por allá, entrega los premios correspondientes... Cansadas de dar tantas vueltas y porque empezó a llover, volvimos a la sala de juegos, el único sitio cubierto a parte del pabellón.

Nos sentamos observando silenciosamente el ambiente. En ese momento, me di cuenta de lo ridículo que era todo, todas las chicas iban con vestidos cortos y apretados, el maquillaje perfectamente colocado. Sandra y yo éramos no tan... éramos más normales.

Yo llevaba mi típico chandal de siempre, y mis rizos en una coleta, ya totalmente desordenada.   Sandra iba a mi rollo, estaba algo pálida por el cansancio y llevaba unos jeans holgados con una sudadera negra básica, su pelo había perdido lo planchado por la lluvia.

-¡Eh tú, coordinadora! Ven a contar los puntos-me obligó uno de los profesores.

Suspirando me levanté de mi silla y arrastrando los pies caminé hacia el profe. De repente, siento como otro cuerpo choca contra el mío, levanto la mirada y para mi sorpresa se trataba del chico rubio del que Sandra me habló esa mañana. Esta vez, si pude ver su cara, tenía bonitas y masculinas facciones, sus ojos color miel resaltaban.

-Faith, rápido- me apuró el odioso profesor.

Fui a contar los puntos, y !oh sorpresa! El rubio era unos de los competidores.

Llamémosle "rubiito" de ahora en adelante.

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