El día en el que Sarah le llamó a Day, Day estaba muy ocupada con un trabajo pendiente en su oficina y tuvo que cortar prometiéndole llamarla más tarde; pero en la noche tuvo más pendientes en casa de Trent así que olvidó llamarla.
Sarah ya tenía dos meses que se había ido y era la primera vez que llamaba, ni siquiera había ido a visitarlos como había prometido. Definitivamente, Day sospechaba algo, pero sus sospechas se iban siempre a algo superficial.
—Ya te lo dije, Trent. Sarah empezó su nueva vida y no estamos incluidos, eso es todo.
—¿Cómo puedes pensar eso? Quizá la esté pasando mal.
—¿Y cómo puede pasarla mal y no llamarnos?
—Te llamó el otro día y no le regresaste la llamada.
—No tuve tiempo, recuerda que te fuiste a cenar con tus amigos y Lily estuvo muy necia.
—Sí, lo sé y lo siento, no volverá a pasar.
—No tienes por qué disculparte.
Se quedaron en silencio, ella no quería seguir más con esos reclamos y disculpas así que intentó cambiar el rumbo de la conversación. Miró a Lily y notó como ella sonreía a un espacio vacío a la izquierda de Day.
—Esto me da miedo —dijo Day nerviosa—. ¿Qué ves, pequeñita? ¿Hay alguien ahí?
—¿Cómo va a haber alguien ahí? —Trent se divirtió mucho con el miedo de su amiga—. Así son los bebés, ¿no sabías?
—Lo sé, pero aun así me sigue dando miedo —de nuevo se hizo el silencio.
—Day… —la voz de Trent cambió, ahora había un sutil tono de seriedad en ella —hay algo de lo que quiero hablar contigo.
Day se puso tensa de inmediato sabiendo que no había tenido éxito en su intento por cambiar de tema así que optó por huir. —Tengo que marcharme, ¡por Dios! Es tardísimo.
—Day, por favor…
—Mañana hablaremos, te lo juro. Mi madre se pondrá como loca si me tardo cinco minutos más.
—Pero si ni siquiera son las once de la noche, Day.
—Ya la conoces —ya estaba tomando su bolsa y las llaves del auto que Trent le había prestado.
—De seguro es sólo un pretexto para que tú y yo no hablemos, —se le acercó y le tomó su mano—. Por favor, sólo un minuto.
—Qué bueno fuera que sólo fuera un pretexto, ¡por Dios, Trent! Conoces a mi madre —esa había sido una reacción exagerada lanzando un pequeño grito de desesperación.
Pero Trent sabía que era sólo eso; un simple pretexto porque ella no quería tener esa conversación con él. Así que decidió por primera vez no darle la razón y no la dejó ir, sosteniendo su mano tomó su mejilla con la otra y se acercó lentamente.
—Day, yo… te amo —y así sin más le plantó un beso, un beso completo, un gran beso. Pero ella no sintió nada.