•Único e Inexistente•

72 3 3
                                    

Un nuevo día comienza.
Yo sabía perfectamente que esto me lastimaría demasiado, pero decidí marcar su número.

El teléfono sonó y sonó. Pero como era de esperarse, nadie contestó.
Arrojé el celular con fuerza contra la pared. Reprimiendo todas las ganas de gritar su nombre.

Necesito oír su voz.

Me senté un minuto en el suelo para calmarme a mi mismo. Me conozco bien y se que este tipo de situaciones no son muy buenas para mi salud.

De repente senti una de las tantas consecuencias de no haber comido nada en dos días. Una punzada en el estomago hizo que me queje.

Me levanté y bajé corriendo por las escaleras para buscar algo de comer. Abrí el refrigerador y saque un poco de pizza que había sobrado de la noche anterior.

No me di el lujo de calentarla y prácticamente la tragué.

Volví a mi cuarto con la caja de pizza en mis manos. Dejé la caja arriba de mi cama. Ahora tenia sed. No quería bajar de nuevo así que me dirigí al baño de mi habitación. Abrí el grifo y bebí de el.

Inconscientemente me mire en el espejo. Mi aspecto era horrible. Estaba tan delgado. Mi pelo era un desastre y mi ropa estaba sucia y sudorosa.
Olía fatal.

Tal vez es por eso que no contesta tus llamadas, estupido.

Me sentí culpable por descuidar tanto mi propia imagen. Pero no tenía tanto tiempo libre.

Ahora que lo pienso mejor, si tiene sentido que él ni me mire, y es mas, hasta me evite por como me veo. Es decir, quién en el mundo quiere estar cerca de un individuo como yo. Soy tan despreciable como esos animales que se comen todos los dias. Un ser sin un valioso precio. Impreso en una hoja de doble cara.
Y nadie mas que yo mismo tiene la culpa de eso. Yo soy el único culpable.

Mi mire otra vez en el espejo, y también de manera inconsciente mire hacia la pequeña repisa. Donde yacía mi única amiga y mayor enemiga privada. No debía dejarme aturdir por su ingrata presencia. Me perturbó el hecho de pensar en ello otra vez. En el suave y fino contacto con mi perfecta piel desgarrada por aquellos sentimientos despreciables en este momento. No debo ser débil. Ella ha permanecido allí durante ocho largos meses, y contando.

No podía darme por vencido en este momento. A dos semanas de cumplir nueve meses. Nunca pienso en ella. Jamas. Ni siquiera cuando me siento solo y despechado. Ni siquiera cuando el me escupió en la cara, ni cuando me dijo que era un ser repudiable.

Siempre me mantuve lejos. Pero yo se que ella trata de buscarme de alguna o de otra forma.

El tono de llamada de mi celular me sorprendió haciéndome pegar un brinco en el lugar.

Salí del baño para empezar a buscarlo. Su pantalla se había roto un poco mas de lo ya estaba a causa del golpe con la pared. Atendí.

-Hijo, seguro que estas ocupado pero necesito que compres las cosas de la lista que te deje en la cocina. Por favor, hoy no estaré en casa todo el día -habló esa mujer con ese tono frío y distante que la caracteriza. -Ya sabes como es esto del trabajo. ¡Los horarios son un lío!

-Por supuesto, iré a comprar todo ahora mismo. ¿Y el dinero...

-Lo dejé al lado de la lista arriba de la mesa. Si te sobra puedes comprarte algo.-dijo. Y me dieron ganas de romper algo.- Cuídate hijo, te llamo cuando vuelva. Adiós.

Y corté.

Una y otra vez, siempre terminaba igual. Esa sensación de alivio me llenaba otra vez. Sentía que me completaba, que era parte de mi desde el maldito día en que nací. Como si se apropiara de mi cuerpo.

Ya me encontraba en la escuela.
Precisamente en el pasillo mas vacío de esta, escuchando música con audífonos, evitando cruzarme con él en el receso.

Pero un profesor me vió, y me echó.

Obligadamente tuve que volver al patio de la escuela. Y ver a todos esos incompetentes. Y otra vez me entraron ganas de romper algo.

La segunda en un dia.

-Hola -me saludó la de ojos verdes. -¿Como has estado? Te veo mucho mejor.

-Me siento increíblemente cómodo.-me limité a decir. Y aunque en cierto punto no era verdad, tenía un poco de sentido en este aspecto de mi vida diaria y aburrida para cualquiera. Menos para ella.

-Estuve practicando un poco, sabes...-decía mientras sacaba su guitarra de la nada.

Pero mi mirada, inconscientemente se dirigió hacía él.

Él, el que me vuelve loco.

-Amigo querido -saludó. Aunque no se a quien precisamente. -Me gusta tu corte de cabello.

-Gracias -respondí sin pensar.
Miré hacia mis costados para asegurarme de que no haya nadie mas que yo y la de ojos verdes.

-De nada. -noté su mirada juzgando todo mi asqueroso aspecto. -Te ves... tierno.

Asentí.

-Quisiera hablar contigo mas seguido.

Mis manos sudaban más de lo debido.
Mis labios se movían por su propia cuenta.
Mis párpados estaban cerrados.
Mi cabeza se balanceaba al compaz.
Mis piernas temblaban.
Mis pensamientos fluían.
Y yo me dejaba ir.

Sus labios estaban húmedos. Tenían un leve sabor a frutilla. Sus manos, impropias, invadían mi ser por debajo de mi camiseta.

Se separó de mi unos segundos para poder retomar aire. Lo imité.

-Eres bueno, amigo. -dijo con esa voz gradualmente grave que poseía. Y me hacía enloquecer.

Me encontraba en el baño de hombres, del segundo piso.

Miré al espejo, y aun no me creía estar presente. El estaba a mi lado, con cara extasiada. Lleno de rencor tal vez.
Sentí el impulso de arrojar algo contra el espejo para que se rompiese. Yo sabía que era mentira. Pero intenté controlar ese impulso primitivo.
Mi miró a través del espejo. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Pero no me veían a mi, más bien se veía a el mismo. Estaba buscando algo en el, algo que no encontraba. Me miró a mi, y sonrió amplio. Dejando ir todos sus problemas. Ahora me sentía más limpio que nunca. Me tomó con sus delicadas manos y comencé a desgarrar su perfecta piel. Acaricie su rostro delicadamente y le susurré en el oído izquierdo hasta que se durmió.

Un nuevo día comienza.

•Eternally Missed• | •OS•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora