La luz del sol se filtraba por las cortinas de la cocina, mamá estaba cocinando el desayuno, papá leía su periódico, y mi hermana, Pandora, estaba sentada a mi lado con su libro leyendo la contraportada. Algo dentro de mí me hizo retorcerme, sí, allí venía, ese sentimiento de enojo al no poder ser como ella era. Inteligente y al mismo tiempo guapa, cabello color azabache, ojos azules y perfil bien definido, una piel porcelana bien limpia, yo, era castaña clara, ojos azules y un cabello largo y desaliñado.
–Niñas… –comenzó mi madre dirigiéndose a mi gemela y a mí–. ¿Ya han arreglado su equipaje? El tren sale a las 10:00, en una hora –preguntó, refiriéndose a nuestro viaje de verano a Bucarest, Hungría, con nuestra abuela, Lucy, la madre de nuestro padre.
–¿Realmente debemos ir? –dijo Pandora, con desdén dejando el libro de un lado, yo la veía, luego observé la expresión de disgusto de mi madre, ella me miró.
–Mira a tu hermana, está callada y feliz por el viaje –yo bajé la mirada y clave la vista en la mesa intentando no mirar a Pandora, que, seguramente, estaría enojada por no apoyarla, pero realmente, esta mañana no tenía ganas de discutir con nuestra madre. Pero, a diferencia de ella, mi padre estaba callado, relajado y sin preocupación. A través de los años ha entendido que si discutes con mamá, no ganarás nada, sólo un pesado y purísimo jarabe de lenguas.
–Bien –dijo papá levantándose–. Iré a prepararme para llevarlas –sonrió perdiéndose entre las escaleras de la casa.
–Y yo terminaré mis cosas –me levanté.
–Voy con ella –dijo Pandora, con un tono de molestia.
Y así, mamá, una vez, se quedó sola para pasar su enojo. Ya todos sabíamos lo molesta que se ponía, así que, un día, acordamos dejarla sola cada vez que tratará de empezar una discusión.
–Pudiste ayudar, eh –dijo, sentía su mirada en la espalda.
Sonreí –Sabes cómo mamá se pone, Pandora, calma, ya nos iremos, ¿Vale? Vayámonos una hora más temprano, me gusta la terminal –propuse.
Ella me miró y asintió a nuestra habitación y tomamos nuestras cosas, bajamos.
–¿Podemos irnos un poco más temprano? He olvidado cambiar algunas cosas de mi pasaje –Mentir, yo, realmente, era buena en eso. Pandora sonrió angelicalmente mirando a papá, él se levantó y deposito un beso en las mejillas sonrosadas de mamá y salió con nuestras cosas por la puerta.
–Hasta luego –dijimos, al unísono. Mamá sonrió ligeramente y nos abrazó.
Salimos por la puerta, nos dirigimos al automóvil, y, 20 minutos después, estábamos sentadas en unas bancas sentadas esperando el tren.
Pandora sacó la laptop de su bolso, ambas compartíamos esa laptop puesto que yo había dañado la mía. Ella decía algo, pero, sinceramente, estaba distraída -y más que eso- viendo a un muchacho rubio de ojos verdes y piel pálida con una chaqueta negra, unos jerseys y una camiseta blanca a unos metros de nosotras, era… hermoso.
–¡Hope! –Pandora exclamó, golpeando mi costado. Giré, y la vi–. Oye, no te vayas tú a babear, hermana.
Reí ligeramente –Tranquila colega, todo está controlado –dije, volviendo a ver al muchacho, que, ahora, nos miraba a mi hermana y a mí con incertidumbre, el rojo carmesí subió a mis mejillas– ¡Mira lo que has hecho! –grité en susurros.
Ella se giró y lo vio, se quedó viéndolo unos segundos y luego se volvió hacia mí, levantó una mano con su dedo índice levantado señalando al rubio –¿Era por él que no querías escucharme? –el muchacho giró la cabeza unos centímetros a la derecha con confusión, con rapidez baje la mano de Pandora.
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Psicosis.
Literatura faktuAmor, odio, lujuria y pasión; Es lo equivalente de un triángulo amoroso entre dos hermanas y la tentación de Bartec.