Capítulo 2.

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Al cabo de 1 hora teníamos el rostro a rebosar de de maquillaje  y, estábamos vestidas. Pandora  tenía un vestido azul hasta las rodillas, una cinta blanca alrededor de su cintura, zapatillas blancas y un cintillo con su propio cabello. Yo tenía un vestido blanco y una cinta celeste rodeando mi cintura, con un cintillo de Bellis perennis1 en mi cabello y zapatillas blancas al igual que Pandora. Nos veíamos sencillas, pero elegantes. Perfectas para un evento en un lugar campestre.

–Joder eh… que eres bueno en esto –dijo Pandora, frunciendo un poco el ceño con satisfacción–. Aunque podría…

–Podrías nada, vamos a bajar, ya ha de haber llegado los invitados –dije con brusquedad, saliendo de la habitación y quedándome parada al  pie de la escalera.

–Duh –bufó, haciendo un puchero–. Sólo quería ponerme otros zapatos.

–Te ves bien así –dije y la tomé con cuidado del brazo entrelazándolos. “Lazo de hermanas”, le llamaba mamá, irrompible. Bajamos las escaleras paso a paso sin soltarnos la una a la otra.

El lugar ya estaba lleno, gente sofisticada por todos lados, suspire. La abuela alzó su mano llamándonos.

–Éstas –comenzó la abuela–. Son mis nietas, Pandora y Hope –dijo, sonriéndole a una pareja de unos cuarenta y tantos años–. Niñas, ellos son los Strashko, son los vecinos –sonrió ampliamente, cada una estrecho la mano con uno–. ¿Dónde andará su hijo?

–Oh… –dijo la señora Strashko con un tono de vergüenza–. Bartec  está en una etapa en que realmente no le gusta salir, 20 años recién cumplidos, apenas pudimos convencerlo de venir. Ha de haberse perdido por ahí, os ruego disculpéis –dijo. Mi abuela puso una mirada severa. Era dura con las personas de conducta así. Ahora que rebobino, recuerdo haber visto el cartel con el apellido “Strashko” en la estación. Ha de haber sido él.

 –Descuide, hemos de entenderos  –me aventuré a decir. Mi abuela me miró con una mirada de confusión.

–¿Y qué edad tienen? –Preguntó el señor Strashko.

–15 años –respondió mi abuela, con una sonrisa. Pandora y yo nos reímos discretamente y ella se acercó a mi abuela y le susurró “18 años, abuela” –. Digo, ehm, 18 años –corrigió, a pesar de que su piel ya estaba chamuscada por la edad, se podía ver el colorete intenso subiendo a sus mejillas.

–Gemelas, os parecéis mucho niñas –dijo la mujer.

–Es justo por eso, porque somos gemelas, señora –dijo Pandora, con una sonrisa burlona. Sonreí.

Unos minutos después de preguntas personales que nos habíamos visto obligadas a contestar, un mesero vino con una bandeja plateada y en ellas, unas copas de vino añejo, olía como el de papá.

Mi hermana y yo tomamos una copa cada una y la bebimos, había tanta presión en conocer a estas personas de élite que termine por tomarme 6 copas como vasos de agua en 3 horas. En ese tiempo, ya no podía coordinar bien mis movimientos.

–Bien, Hope, vamos a salir a tomar un poco de aire, ¿Vale? Si la abuela te ve así, te matará, y luego a mí –decía Pandora. Me sacó por la puerta trasera del caserío y comenzamos a caminar hasta aquel sauce llorón. Yo tropecé con mis propios pies, pero logré mantener el equilibrio, al contrario de Pandora.

–¡Te ves muy bien ahí en el césped, Panda! –dije, comenzando a correr hasta el sauce.

–Joder, está ida ya. ¡NO ME DIGAS  ASÍ, PUTA! –oí.

Entré por las ramas usualmente caídas del sauce, volví a tropezar, sólo que esta vez, sí caí. Subí  el rostro y mi mirada fue observando a una figura, hasta llegar a su rostro, ¡Era él, joder! El muchacho de la estación. Se encontraba fumando un pitillo, me levanté como pude, el notó mi presencia y como me tambaleaba, se acercó a mí y me ayudó a mantener el equilibrio, tenía su camisa desabotonada y se podía ver a duras vistas el comienzo de un lienzo limpio, un tatuaje.

–Hope… –dijo mi hermana, entrando sin aliento, la vi, ella se le quedó viendo, como yo lo había visto la primera vez. Sentí celos en ese preciso momento, pero, inmediatamente, impuso su coraza dura–. ¡Eh chaval, suéltala!  –exclamó, empujándolo haciendo que me desplomará sobre ella–. ¿Estás bien? –me miró. Asentí, pero, justo en ese momento, sentí como si el almuerzo estuviese haciendo  una especie de fiesta en mi estómago, y fue cuando sentí a este mismo, correr hasta mi garganta, saliendo por mi boca– Ah, mierda.

–Eh… ¿No crees que deberías llevarla adentro? –dijo él. Su voz era melodiosa, tan perfecta, joder, desgraciadamente no pude verlo.

–¡Oh! Claro idiota, déjame cargarla yo sola hasta allá adentro llena de vomito e inconsciente, rayos sí, que idea tan inteligente. Me has dejado anonadada.

–Pandora… –dije levantándome y limpiando mi boca–. Puedo entrar, y él, sólo quería ayudar –finalice, y finalmente, perdí la consciencia, lo último que recuerdo de eso fue que estaba en los brazos del rubio desconocido.

 

 

 

 

Hope estaba plácidamente dormida, el sol  rebotaba en su rostro libre pecas y en su cabello, haciéndolo ver más claro de lo que ya era. Recordaba al tío de anoche que había ayudado, era el mismo de la terminal.

–Soy Bartec, Bartec  Strashko –dijo, luego de dejar a Hope en su habitación. ¡Bah! El hijo de los Strashko, sí que era estaba en su época veinteañera.

–Pandora, y ella mi hermana se llama Hope –dije. Era muy atractivo, casi  excitante al instante. Sacudí mi  rostro y comencé a colorarme de vergüenza por aquel pensamiento.

–Lo sé, has dicho su nombre cuando fuiste por ella –sonrió–. Entonces son las famosas nietas de la señora Raush. Hablan mucho de ustedes, es decir –aclaró su garganta– De su familia. En fin, debo irme ya, me molestan estos eventos, hasta luego, Panda –dijo, con diversión y chocancia en su voz.

Me dormí  esa noche pensando en Bartec, lo que me dio bastante remordimiento, puesto que a Hope le había gustado bastante. ¡Diablos no!

 

Hope abrió los ojos y comenzó a estremecerse en la cama, había dormido en un sillón en su habitación ha de saber Dios por qué.

–Menudo desazón has de tener hermanita –reí, con ironía. Una almohada de precipitó sobre mi rostro–. Uh, coño, sólo era una broma. Andas cabreada –dije.

–He tenido un sueño con el muchacho de la estación… el me ha traído hasta acá y…

–No ha sido un sueño –interrumpí, seria–. Él es el hijo de los Strashko, es Bartec, hermana.

–¡¿En serio?! –se sentó, sobresaltada–. ¿No estás de coña?

–Que vale, es muy en serio –dije.

–Santos cielos… –dijo ella.

 

 

 

Bellis perennis1: Margaritas silvestres-

 

 

 

Nota sobre la historia:

 

Será narrada en tres partes, Pandora, Hope y Bartec. Como ya habrán visto en la descripción, es una historia con contenido sexual y lenguaje rudo, queda en el poder de cada uno de vosotros leer esto.

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⏰ Última actualización: Sep 22, 2014 ⏰

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