cinco

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Pasó una semana desde que se enteró que su padre había preñado a un Omega.

Decir que estaba preocupado era poco, a decir verdad, se encontraba desesperado. Víctor suspiró estresado, su padre se había ido del reino por unos tratados que siquiera recordaba el nombre. No había tenido tiempo de hablar con él, de preguntarle. Normalmente mantenían cierta intimidad y buena relación, Víctor creía conocer a su padre al pie de la letra. Pero después de aquellos sucesos... No sabía muy bien qué pensar.

No era el Omega que había conocido en su niñez, tampoco podía ser uno nuevo. Eran seres exóticos y extraños, tan escasos, incluso se había pensado que estaban extintos. Víctor se levantó de su cama, miró por la ventana y la noche se alzó por sus ojos como la luz de una vela.

Posiblemente el primer Omega había estado preñado cuando vino al reino. Y ese pequeño demonio que su padre escondía era el resultado de aquella reproducción. Se sintió extrañado, la culpa se subió a su pecho como enredaderas. Su padre había embarazado a un niño de quince años. Era la misma edad de su hermano menor, su hermanito... ¿Qué clase de acto impuro y asqueroso habían hecho esos dos?

Se mordió el labio, tal vez él estaba equivocado. No conocía bien la anatomía de los omegas, en realidad, no conocía a un Omega en lo absoluto. Tal vez el demonio no estaba preñado, tal vez, se había equivocado. Y es que poseía un aroma tan embriagante, tan... Deseable.

Tan hermoso. Delicioso, de repente sintió que su cuerpo entero se estremecía, sintió un cosquilleo en su estómago y cerró los ojos, recordando su aroma dulzón. Su belleza inhumana... ¿Era aquél verdaderamente un ser infernal? ¿Eran... Los alfas tan manipulables por seres tan pequeños? Tan chiquitos, delgados. Se lastimaban tan fácilmente. Eran frágiles.

Víctor miró sus manos, y recordó la mancha de sangre que le había dejado en la muñeca. Realmente para ser un demonio era muy fácil de dañar. Sintió una extraña sensación en su cuerpo, en sus entrañas. Su mente volvió a imaginarlo.

Se levantó, un poco ido, cegado. Víctor caminó por los pasillos del palacio y fue en búsqueda de aquél Omega. Para verlo una vez más, para estudiarlo, para comprobar toda hipótesis e historia sobre ellos. Mordió sus labios cuando estuvo frente a la puerta, sus manos acariciaron la superficie de esta. Se sentía el aroma dulzón por todas partes, su piel se erizó y su pecho dio un vuelco extraño.

Víctor entró sin más. Su alfa interior se levantó como una fiera al ser atacado por el aroma fuerte a omega, suave, hermoso. Y volvió a verlo ahí, en toda su majestuosidad divina que poco le importó a su lado animal lo que su mente dictaba. Porque parecía ser que la cultura, los ideales, la moral y la ética se quedaban afuera al enfrentarse contra ese Omega, el demonio de alfas. Entre tanta vuelta su cabeza se puso en blanco al verlo, el chico lo miró con sus grandes ojos azules, su anatomía se levantó al instante que él dio un paso.

—Omega.

Este lo miró alarmado, traía puesto una especie de camisón que se ceñía por completo a su cuerpo. Víctor frunció el ceño, no, no era un camisón, sino que se trataba del mismo ropaje que las concubinas de su padre usaban las noches de su celo. Lo miró de pies a cabeza, la seda cubría su pecho, pero no sus hombros, su cuello apenas se notaba, las clavículas se marcaban y su alfa rugió en su interior. Las sensaciones extrañas volvieron a marear a Víctor.

—Lamento lo de la otra vez —mencionó mirando la suave seda blanca que cubría la muñeca que había lastimado, el Alfa se acercó y el menor retrocedió unos pasos, chocó contra un pequeño mueble lleno de telas costosas y bellas. Víctor se detuvo cuando estuvo a dos metros de él, parecía un animalito acorralado, su mirada viajó nuevamente por su cintura, sus piernas, la imagen de su padre manteniendo relaciones con el Omega vino a su mente. ¿Realmente ese omega era consciente de lo que su padre hacía con él? —. Soy Víctor...

El reflejo de tu muerte (Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora