Un viejo que leía novelas de amor

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Estas son las dos últimas páginas de Un viejo que leía novelas de amor. Si lo estás leyendo o tienes intención de hacerlo y temes un spoiler, te recomiendo que no lo leas. Si no te importa, espero que disfrutes de mi parte favorita de la novela.

Era más grande de lo que había pensado al verla por primera vez. Flaca y todo, era un animal soberbio*, hermoso, una obra maestra de gallardía imposible de reproducir ni con el pensamiento.

El viejo la acarició, ignorando el dolor del pie herido, y lloró avergonzado, sintiéndose indigno, envilecido, en ningún caso vencedor de esa batalla.

Con los ojos nublados de lágrimas y lluvia, empujó el cuerpo del animal hasta la orilla del río, y las aguas se lo llevaron selva adentro, hasta los territorios jamás profanados por el hombre blanco, hasta el encuentro con el Amazonas, hacia los rápidos donde sería destrozado por puñales de piedra, a salvo para siempre de las indignas alimañas.

Enseguida arrojó con furia la escopeta y la vio hundirse sin gloria. Bestia de metal indeseada por todas las criaturas.

Antonio José Bolivar Proaño se quitó la dentadura postiza, la guardó envuelta en el pañuelo y, sin dejat de maldecir al gringo inaugurador de la tragedia, al alcalde, a los buscadores de oro, a todos los que emputecían la virginidad de su amazonía, cortó de un machetazo una gruesa rama y, apollado en ella se echó a andar en pos de El Idilio**, de su choza, y de sus novelas que hablaban del amor con palabras tan hermosas que a veces le hacían olvidar la barbarie humana.

Un viejo que leía novelas de amor,

*El animal era un tigrillo del Amazonas.

**El Idilio es el nombre del pueblo.

Frases para hacerte sonreirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora