El bosque era inmenso, oscuro y frío. Ninguno grillo y ningún lobo se atrevió a aullar a romper el silencio. Este lugar era tan silencioso como una tumba, y el doble de frío y presentimiento. Y ninguno de los que sabían de este lugar podía recordar un momento en que esto no fuera así.
El bosque solo podría ser verdaderamente llamado "hogar" por un solo ser. Un ser más viejo que el bosque; más viejo el mundo como la mayoría de los hombres lo sabrían. A veces llevaría a otros a este lugar ... A veces se aventuraría en el mundo de los demás. Tampoco fueron motivo de celebración, ya que al ser solo le quedaron la destrucción, la locura y la angustia a su paso.
Este ser, su verdadera naturaleza incognoscible incluso para el hombre más sabio, eterno e inmutable como el bosque en el que residía inclinó su cabeza cuando algo ... inesperado sucedió. Para un ser tan viejo como ese, esa era una ocasión realmente rara.
Un agujero había aparecido en el centro de sus bosques. Un portal a través del tiempo y el espacio. Y de ese agujero salió un hombre.
Su piel era de color blanco lechoso pálido a la luz de la luna, con los músculos ondulados debajo de la piel. Sus ojos estaban enojados, y sintiendo que este hombre estaba ... no estaba bien. Su mente y su alma estaban marcadas, y se tambaleaba al borde de una furia bestial en todo momento.
Y ahora estaba en sus bosques. Buscando ... que?
Al ser no le importaba. El hombre había venido aquí, eso lo hacía suyo. Él rompería a este hombre, y rompería su alma. A juzgar por el estado de la misma, no tomaría mucho tiempo, pero tal vez sería al menos algo entretenido.
Kratos miró a los árboles a su alrededor, erguidos en la oscuridad, con sus copas bloqueando casi toda la luz en este lugar. La Espada del Olimpo lo había traído aquí, y él había aprendido que normalmente había una batalla que seguir. Todo lo que tenía que hacer era esperar.
Sí…
Esperar no era cosa del Fantasma de Esparta.
Kratos:¡Sé que estás ahí fuera!-rugió en la noche. -¡Enfrentame!