Capítulo 2: La sugerencia ideal

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Esta misma tarde he quedado con dos de mis mejores amigas, Dianna y Melody. Todavía estoy dándole vueltas a la cabeza sobre si he de contarles lo sucedido con Manu o no, cuando antes de lo previsto llego al lugar de encuentro. El sol pega fuerte sobre mi rostro en plena tarde, pero puedo verlas saludándome sentadas en un banco frente al ayuntamiento.
—¡Hola! —nos saludamos.
—¿Qué hay, enana? —dice Melody, la mayor. Siempre ha sido muy dicharachera, todo le da igual en esta vida y solo busca divertirse. (Palabras suyas, claro).
—Os tengo que contar algo. —largo por la boca antes de ser consciente de ello, y entonces ya es demasiado tarde como para inventar una excusa, así que continuo con la frase—. Esta mañana besé a Manu.
Melody abre la boca de un modo desmesurado, como si hubiera visto un extraterrestre.
—¿Qué? —Su tono se alza mil octavas— Espera... Manu... ¿Manu?
—El mismo. —confieso.
—¿En qué estabas pensando? —dice calmada Dianna antes de que Melody se ponga a gritar como una desquiciada, aunque no sirve de nada.
—¡No! Mejor dicho, ¡¿qué pasó después?! ¡¡Cuéntanoslo todo, capulla!!
—Oye, solo fue un beso sin importancia. Estábamos hablando de mi irremediable virginidad, y mi desesperación me empujó a él. Sin saber cómo, al segundo ya estaba besando sus labios —miro a mis amigas, y las veo juzgarme con la mirada—, aunque ni si quiera fue un buen beso.
—Ya, bueno, nunca pensé que Manu besara bien. —comienza Melody—. Lo he visto besarse con muchos chicos, y resulta repugnante.
—No es por nada, pero eso es un poco homofóbico. —Interfiere Dianna.
—No me refiero a que sea asqueroso ver a dos tíos enrollandose, porque a mi eso a veces me pone —Dianna y yo la miramos con grima, pero a ella parece importarle cero ya que continúa con su explicación—, digo que es repulsivo porque usa la lengua como si fuera un camello. ¿Nunca os habéis fijado?
Nosotras dos negamos con la cabeza, y Melody hace un gesto como diciéndonos “¿En qué mundo vivís?”
—De todos modos, no me refería a eso. —Aclaro—.Claramente yo le di asco a él.
—Hombre, Virginia, Manu no es el mejor candidato para perder tu pureza.
—Mírala a la santísima trinidad —articula Melody—, pureza dice. Cielo, tú lo que tienes que hacer es perder la virginidad de una vez, necesitas un buen polvo y se nota a kilómetros.
—¡Cómo si no lo estuviera deseando! Pero solo tengo una semana para perderla, ¿qué hago? ¿Me apunto a una página de citas?
—Pues yo no creo que pase nada porque vayas a la facultad siendo virgen.
Melody suelta una carcajada alta para reírse del comentario absurdo de Dianna.
—No le hagas ni caso porque sí que pasa, ¿vale? Los universitarios somos jóvenes y estamos todos salidos, siempre pensando en lo mismo, y más los chicos. De verdad que necesitas desinhibirte ya.
—Melody no toda la gente es tan fresca como tú. —le echa en cara nuestra otra amiga.
—Pues deberían, el mundo sería un lugar más acogedor.
—¿Ese es tu mejor consejo? ¿Que se acueste con el primero que pille? ¿En serio, Melody?
Ella se encoje de hombros y nos mira a las dos. Claramente, no me van a ayudar en nada.
—Creo que sois las peores consejeras del universo.
—Al menos nosotras no vamos besando a chicos que resultan ser homosexuales. —Dianna me da un golpe bajo, y mientras ellas ríen yo pongo los ojos en blanco y finjo que no me ha dolido.
—Mira, este sábado hay una fiesta en plan 'tranqui'. —dice Mel con los dedos en forma de comillas— Van a ir algunas personas de la Universidad, de todas las edades y todas las carreras, vente.
—¿En plan 'tranqui'? —repito irónicamente.
—Cariño, con Melody de por medio nunca hay nada normal, ya lo sabes.
—Oye, tienes que asistir, ¡habrán muchos chicos con los que ligar!
Melody hace un movimiento de caderas como si estuviera bailando en plena discoteca a las tres de la madrugada.
—¿Chicos? Con la vergüenza que me da acercarme a ellos.
—¡Chica, así nunca vas a estrenarte! Son chicos, no van a morderte. —Hace una pausa y levanta una ceja—. O sí.
—Bueno, siempre puedes traerte a la fiesta a Manu, que también va a ser universitario. Así lo emborrachas y luego cuando este medio inconsciente te acuestas con él. —propone mi amiga entre bromas. Melody se ríe con ella, pero yo me quedo pensativa. En realidad, sería una muy buena jugada... Al día siguiente no nos acordaríamos, y él nunca se enteraría. Y, de ser así, el alcohol era una buena excusa.
—Pues no es tan mala idea esa...
—¿Estas de broma, no?
—Yo sí. —comenta Dianna.
—Yo no. —afirmo.
Mis dos amigas se miran dudosas y no median palabra. Aprovecho para mirar el reloj: se ha hecho tarde, y tengo que ir a hacer unas compras antes de volver a casa.
—Definitivamente es hora de que me vaya. ¿Os veré en la fiesta?
Ellas asienten y entonces me levanto para despedirme. Antes de que se haga más tarde, saco mi móvil del bolsillo y marco el número de Manu en plena calle.
—¿Sí?—contesta con voz grabe al descolgar.
—Soldado, tengo una misión indeclinable para usted este sábado: Fiesta universitaria. —informo.

La virginidad de VirginiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora