Capítulo 1: El beso gay

4.4K 123 22
                                    

      →    Capítulo 1:   El beso gay

Si tuviera que presentarme de algún modo, empezaría por aquello que más me atormenta: Mi virginidad.

Vale, puede que no lo veáis como algo alarmante, pero para una chica de 18 años a punto de empezar la Universidad en pleno siglo XXI, pues sí es preocupante. Solo pensar en estar rodeada de chicos y chicas que la perdieron hace mil años, y que soy la única allí a la que ni han tocado ni a penas besado, es deprimente. Y todo esto lo voy pensando de camino a casa. ¿La razón? Quedan justo siete días hasta el inicio del curso, y quiero solucionar mi problema cuanto antes.

—Hola, mamá. — Saludo al entrar por la puerta.

—Hola, cariño. —La escucho decir desde la cocina.

Mi relación con mi madre siempre ha sido muy irregular, pero no quiero entrar en detalles. Decido no pararme, y sigo hacia mi habitación. Lo mejor de llegar a casa es quitarse las cosas de encima: el bolso, el abrigo, los zapatos... Mientras me estoy cambiando la parte superior, escucho el timbre de la puerta principal, pero no le doy importancia, así que decido desvestirme. De repente, alguien entra por la puerta justo en ese momento, y me volteo sorprendida, tratando de taparme mi pecho descubierto como puedo con la primera camiseta que encuentro a mano. Al girarme veo que se trata de Manu, mi mejor amigo.

—¡¡MANU!! — le grito—, ¡¿Pero qué haces?!

—Tranquila, ahí no escondes nada que pueda interesarme. —dice señalando a la prenda que sujeto entre los brazos.

Finjo mi mejor risa sarcástica, y le replico que si no fuera gay a estas alturas ya le habría pegado una buena paliza, aunque ambos sabemos que eso no es cierto.

Acto seguido, él suelta una risotada y se sienta sobre mi cama. He de deciros que siempre pensé que Manu tenía una risa de esas que parecen la típica melodía que se te queda enganchada en la cabeza durante un tiempo ilimitado.

Me giro nuevamente para terminar de vestirme, cuando pregunto lo más lógico:

—¿Cómo has entrado, por cierto?

—Tu madre me ha dejado pasar.

—Cómo no... —Una vez vestida, me dirijo a la cama y me siento a su izquierda, casi rozándonos.

—¿Y a qué has venido, soldado?

—Me aburría en casa, y decidí venir. —bromea. Pero entonces continúa: —Ya pronto nos veremos poco, y quería pasar contigo los pocos días de libertad que nos quedan.

—¿Por qué dices eso?

Me quedo mirándolo unos segundos, hasta que él decide explicarse mejor.

—La Universidad esta apunto de empezar, y ya sabes que eso nos va a robar mucho tiempo. No podremos quedar a penas porque estaremos estudiando, haciendo trabajos, agobiados...

Comprendo lo que quiere decir, y siento una punzada en el pecho.

—Sí, la Universidad... he estado pensando en ello, y creo que no estoy preparada. —Miento. Sí que estoy preparada para ello, para lo que no lo estoy es para hacerlo en mis condiciones.

—¿Qué dices ahora, tonta? —espeta mientras me da un pequeño codazo.

—Es que... —no sé cómo explicárselo sin parecer una cría, así que simplemente uso las palabras que hay en mi cabeza—, ¡Voy a ser la única virgen en el campus! No es justo, tengo 18 años.

—¿Y qué tiene que ver que seas virgen? ¡Venga ya! —dramátiza—. Todos seremos estudiantes, y nadie va a saber esas cosas. Ni que se pudiera oler.

—Para ti es fácil decirlo, la perdiste en el siglo pasado. —Algo exagerado, pero en un nivel era cierto. Manu la perdió con su vecino cuando tenía catorce años, y corrió a contármelo dos minutos después de que sucediera, lo cual fue incómodo.

Veo como él trata de decir algo, pero hace una mueca y se calla. Entonces caigo. Pienso en cómo él perdió la virginidad, y en todas las veces que me había dicho que me quería, que yo era su mejor amiga, que me ayudaría en todo...

—Manu, tú eres mi mejor amigo, ¿verdad? —pregunto para asegurarme, aunque ya sé la respuesta.

Él, con una amplia sonrisa en el rostro, no duda en confirmarlo:

—Claro.

—¿Y harías cualquier cosa por mí? ¿Cómo un gran —repito destacando el adjetivo— GRAN favor?

—¿A dónde quieres llegar? Me estas asustando.

—Creo que podrías ayudarme a tener mi primera vez.

Manu me mira extrañado, y noto que no llega a comprenderme. Determino que ese es el momento perfecto para lanzarme, ahora o nunca. Sin titubear, me acerco a él y lo beso rápido y profundo, para que entienda el mensaje, pero él tarda solo dos milésimas en alejarse de mis labios y mirarme sorprendido.

—¡¿Qué haces?! ¿Es que ahora te has vuelto loca?

—¿Por qué? Es una buena idea. —En realidad, no—. Tú y yo nos conocemos de toda la vida, confiamos el uno en el otro, y pensé que tal vez si yo...

—¡Vir, te recuerdo que soy tu mejor amigo gay! —me interrumpe gritando.

Comienzo a balbucear, y temo que se haya enfadado conmigo. ¿He estropeado la amistad para siempre?

—Lo siento... yo... estoy desesperada, ¿se nota mucho?

Entonces Manu se ríe y me abraza, gesto que me calma más de lo que jamás habría imaginado. Yo también termino riéndome, y viendo el ridículo que acababa de hacer.

—¿No te ha gustado ni si quiera un poquito? —me mofo.

—¡Vir...! —dice entre suspiro y suspiro.

—Esta bien, esta bien.

Y nos quedamos abrazados un rato más. 

Por suerte, nos olvidamos del tema en seguida y nos ponemos a ver un rato la televisión juntos hasta que tiene que marcharse a casa a la hora de comer.

—¿Te llamo luego?

—Por supuesto. —dice cerrando la puerta principal.

La virginidad de VirginiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora