Capítulo 5: La virginidad extraviada

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Me despierto prácticamente desnuda y solo abrir los ojos empiezo a notar los efectos del alcohol: la famosa resaca. Es como si alguien estuviera dando golpe tras golpe en mi cabeza, como si mi cerebro fuera un tambor en plena fiesta local. Noto el frío suelo chocando contra mi espalda y trato de moverme hacia un lado. Cuando me giro a la derecha, veo a un chico moreno semidesnudo durmiendo plácidamente. Me quedo mirándolo unos segundos, sin reconocerlo. Pienso que si se despierta en ese momento, verme observándole sería algo muy incómodo y difícil de argumentar. Me doy media vuelta hacia la izquierda y me encuentro más de lo mismo. Otro desconocido de cabello más claro que el anterior, pero también en calzoncillos y dormido. Aquello me resulta raro, y por más que intento recordar lo que sucedió anoche... No, solo consigo que el mareo sea más fuerte. Considero la alternativa de salir de allí corriendo y mudarme a otro país, pero no estoy en condiciones, así que opto por incorporarme lentamente y vigilar mi cabeza. Me quedo sentada y miro por todo el salón ahora que tengo una mejor visión: esto parece una fauna. Todos, absolutamente todos los invitados, están en ropa interior y, si no fuera porque escucho sus ronquidos y respiraciones, juraría que estaban muertos. Algunos, como yo hacía apenas hace unos segundos, están durmiendo en el suelo, mientras que hay un gran número de ellos que ocupan el sofá y la mesa. No hace falta decir que esta todo esta sucio: ropa por ahí tirada, vasos y bebidas desordenadas, condones usados y sin usar por todos lados, líquidos de toda mena mojando el suelo y decorando las paredes... Esto me asusta y no quiero pasar ni un minuto más aquí. Me pongo en pie y, cuando me estabilizo, busco con la mirada mi ropa. Muevo a un par de personas para coger mi vestido y zapatos, y me reto a caminar evitando despertar a nadie. Quiero irme, pero primero he de mirar si alguno de mis amigos sigue allí dentro. Miro en la primera habitación sin muchas esperanzas, pero de repente visualizo a mis dos amigas tumbadas en la misma cama, también con poca ropa. Creo que están medio despiertas, así que me abro un hueco entre ambas.

Con voz floja y fatigada les doy los buenos días, a lo que Melody me contesta con un seco y rotundo:

—Lo serán para ti.

—Creo que anoche perdí la virginidad... —Hago una pausa para ver si alguna dice algo, pero parecen tener sueño todavía—. Bueno, no lo “creo”, más bien lo sé.

Dianna se gira hacia mí y abre los ojos lo suficientemente como para saber que ahora tiene toda mi atención.

—¿Estas segura? —Asiento—. ¿Y bien? ¿Cómo describirías tu primera vez? ¿Apasionante? ¿Triste? ¿Demasiado... gay?

—El problema es que no sé con quién... ni con cuántos.

—Putada. —Es todo lo que dice mi amiga despierta.

Durante lo que parecieron ser horas, las tres nos quedamos apreciando el techo del cuarto. Tal vez por sueño, tal vez por resaca, o tal vez porque no sabíamos que decir. Al final, decidí que si no hablaba yo, no hablaría nadie.

—Quiero irme de aquí ya, todo me da vueltas, como si estuviera en una noria. Odio el alcohol.

—Ya somos dos.

—Pues yo he vomitado ya cuatro veces en menos de una hora —confiesa Dianna—, así que ya somos tres.

Inmediatamente, las tres a la vez nos levantamos de la cama. Buscan sus vestidos junto a todo lo demás y salimos por la puerta.

Fuera ya es casi de día, calculo que deben de ser cerca de las siete de la madrugada. Doy gracias a que a estas horas no hay mucha gente por la calle, ya que las tres vamos con unas pintas deprimentes; parecemos un grupo de drogadictas, borrachas y asesinas. Todo al mismo tiempo, como una triple amenaza.

—La cabeza me arde.

—¿Así que no sabes con cuántos chicos te has acostado? ¡Qué mierda!

Miro a Dianna y niego suavemente con la cabeza.

—Eres oficialmente una pequeña zorrita. —se burla Mel. Nos reímos todas ante ese comentario y, sin embargo, al segundo nos llevamos las manos a la cabeza del dolor.

—Bueno, supuestamente solo puedes perder la virginidad una vez, así que fue con un chico. Las siguientes veces ya no cuentan como tal. —razona Dianna.

Lo pienso y asiento. Tiene razón, solo la pude perder con un chico, ¿pero con quién? A Manu no lo he visto por ningún sitio, todos eran extraños para mi, pero eso no significa que él no fuera el primero, ¿verdad?

—Oye, ¿tú ayer no llevabas falda? —le pregunto a Melody, la cual esta caminando únicamente vestida con una camiseta larga y unas bragas blancas que se pueden apreciar ligeramente. No hacía demasiado frío, pero sí el suficiente aire fresco como para erizarnos la piel. Ella se detiene un instante y entonces baja la vista hacia sus piernas.

—Joder, pues sí...

Se encoge de hombros y suelta un “bah” como si le diera igual la situación. Típico de ella.

Mientras caminamos en silencio voy recibiendo pequeños flashes de la noche anterior. Nada específico, solo tonterías como yo bailando y saltando como si no hubiera un mañana, bebiendo una botella entera mientras todos me animan y canturrean mi nombre, besándome con un chico, con otro, con otro, a Melody lanzando pistachos dentro de los vasos de la gente sin que se dieran cuenta, a Dianna bailando en medio de un círculo, a Manu despidiéndose porque tenía sueño, yo vomitando en el váter... Espera. ¿Manu despidiéndose? ¿Eso quiere decir que he perdido mi virginidad con vete a saber quién o quiénes, de los cuales él no estaba incluido?

Mierda.

FIN.

La virginidad de VirginiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora