Introducción

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Tengo mil perdones que regalar e incluso muchos más. ¿Nunca has tenido la sensación de que has vivido demasiado, pese a estar poco tiempo en este mundo; y que todo el mundo te mira como si te hubiesen salvado millones de veces del verdugo? Pues bien, esa sensación la tengo yo cuando me despierto por las mañanas y Alex me mira como si no existiese el mañana.

No puedo vivir sin esa presión en el pecho cuando me observa. Nadie tendría que haberme salvado de la horca. Me merecía todos sus repudios, sus odios y sus fantasmas. Pese a saber que mi corazón latía otro nombre, él seguía amándome como el primer día. Y yo le traicionaba. Le traicionaba como si mi vida dependiese de ello, como si no pudiese controlarlo. Y ahí me di cuenta, que fue él quien tenia mil perdones que regalarme, aunque no tuviese que hacerlo.

Tenía esa sensación de ahogo cuando no tocaba su piel. Esa ansia por adentrarme en sus cabellos con mis propios dedos y gritar hasta la saciedad. Yo quería más, aunque al finalizar me vaciase por dentro. El ardor en mi estómago llevaba su nombre, el sentir que era más que una droga para mi; casi mi vida. Y no podía tener ayuda.

Mil, mil y una veces repetiría el calor de su cuerpo. Me encadenaría hasta mis más profundos instintos porque su boca rozase la mía. Y solo me calma, como una llama cuando quema un papel, la mirada de amor de Al. Es como estar en el cielo e infierno al mismo tiempo.

Suena egoísta, lo sé. ¿Qué clase de persona sería cuando solo él puede acallar mis remordimientos? Aunque al día siguiente se esfumase las voces que me repiqueteaban en la mente diciéndome: ya basta.

En una perspectiva exterior, yo entraría en el montón de las personas ruines, sin sentimientos ni corazón. En la perspectiva interior, se corroboraba que mi corazón había estallado en mil pedazos y ni aun relamiendo las heridas he conseguido sanarme.

Y diréis, ¿por qué no cambias las cosas? ¡Está en tus manos! Pues sí, pero realmente las fuerzas se me agotaron hace mucho, mucho tiempo. Y no sé cómo recuperarlas.

Mil perdones que regalarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora