Suplentes

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Entonces –me pregunta él, un poco divertido–, ¿cuántas llevas?
- Trece –respondo, y quedo sin nada más que decir.

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Rápidamente comprendo hasta dónde quiere llegar. Éste es el final de mi alma. No volveré a tener un cuerpo físico, teniendo que quedarme para siempre en el mundo astral. Por alguna razón esto me choca mucho, y creo que se refleja en mi expresión.

—Tranquila –me dice él–, no es exactamente el final de tu camino.

—¿Ah, no? –le digo sintiendo un poco de esperanza, aunque no comprendo ni siquiera el porqué de ésta.

—Como ya te dije, puedes ir a tres lugares donde pasarás el resto de tu existencia espiritual. En el cielo van las almas que ya han alcanzado la pureza y se fueron en paz del mundo, la gran mayoría son personas que murieron de viejas, en satisfacción y tranquilidad, aunque se dan excepciones si fuiste bueno y no tienes nada de qué arrepentirte. En el infierno están todas las almas atormentadas por sus crímenes, es como un lugar de tortura psicológica. Y luego está el limbo, la gran mayoría nos perdemos aquí, porque tenemos algo pendiente en nuestra memoria al morir, y esto no nos deja en paz, por lo cuál vamos a nuestra siguiente vida a buscarlo, y si nisiquiera allí lo hayamos y se nos acaban las trece oportunidades, nos quedamos aquí para siempre.

La forma en la que lo dice es muy elocuente, aunque un poco rápida, como si lo dijese apurado. Él continúa hablando.

—Pero tampoco es que nos de vagos aquí –lo veo reírse un poco, y eso me hace sonreír también–. Tal como en mi caso, algunos nos quedamos a acompañar y después recibir a los que mueren, otros solo se encargan de llevarlos a donde pertenecen sin preguntar nada y así por el estilo.

Hace una pausa, observandome fijamente para ver mi reacción. Después de unos cuantos incómodos segundos de silencio, abro la boca para preguntar.

—¿Y...porque me cuentas con tantos detalles todo esto? No es como que vaya a hacer de suplente o algo así —hago una risa fingida e incómoda, hasta ver que el me devuelve el mismo tipo de risa—. Espera... ¿Esa es la razón real? —Pregunto con mucha incredulidad en mi tono.

—Bueno... Ya que lo mencionas, esa era la idea.

—...¿qué? No no no, espera un momento, que no estoy entendiendo nada —siento mi conciencia dar vueltas, y me aferro a la silla donde había olvidado que estaba sentada—. ¿Por qué yo?

Él hace una mueca de duda y se enrolla con el dedo el cabello detrás de su oreja, como una especie de tic.

—Porque...bueno, verás...esto...

No sabe explicarse, eso ya quedó claro. Pasan unos segundos, unos minutos, y él continúa en silencio, revolviendo ansiosamente con el dedo su cabello, y entre mueca y mueca entro en desesperación y me paro de la silla, yendo a sujetarlo de los hombros (en toda confianza cabe destacar) y sacudiendolo hasta que ya noto que se marea.

—Waaaha, ya baaadta. —Me dice con tono borracho.

—Entonces, concentrate y organiza tus ideas.

Me mira algo sorprendido y me toma de las manos, gesto que me toma algo más que por sorpresa.

—¿Recuerdas todo lo que te había dicho sobre las vidas del alma y eso?

—Si —respondo.

—Pues, tú tienes trece, y yo tengo doce. Mi trabajo, durante todas mis muertes anteriores, ha sido darte la explicación que te estoy dando ahora, y viceversa; tu también lo has hecho, aunque no lo recuerdes. ¿Sabes porqué?

—No.

—Estamos conectados.

—¿Conectados?

—Sí, conectados. Verás... Una vez, en una vida lejana donde pudimos vivir al mismo tiempo, nos conocimos.

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⏰ Última actualización: Oct 11, 2019 ⏰

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