¿Las risas murieron?

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Después de eso pasaron los años y comencé a juntarme mucho con los Weasley. Como trabajaba con Hermione nos hicimos amigas; a la salida nos reuníamos con Arthur, pasaba por Teddy en lo de Andrómeda y nos íbamos a comer a la Madriguera. Por las tardes hablaba con Molly y Ginny, mas o menos cada dos días venía Fleur con Victoire y entonces Ted tenía con quien jugar.

Harry y Ron regresaban del trabajo más tarde. Harry jugaba un poco con Teddy antes de dedicarse un tiempo con Ginny; Ron y Hermione eran iguales. En esos momento aprovechaba he iba a ver a George. Generalmente solo hablábamos, cada día se recuperaba un poco y si bien todavía no salía mucho de la casa (prácticamente nunca) muy lentamente iba recuperando parte del humor que antes siempre tenía consigo.
Bajábamos a la sala y él jugaba con los niños, les hacía pequeños encantamientos y algunos trucos. Un día, cuando Teddy tenía... creo que cinco años, le hizo una pequeña broma. Ted se enfadó muchísimo, aunque Victoire, que para ese entonces ya tenía cuatro, se descostillaba de risa en el suelo. Fue ahí cuando tuve una idea.

–Mañana sales conmigo –le dije sin moverme del sillón en donde estaba tomando el té. Él me miró por un momento contrariado, apenas levantando la vista de la taza de café.

– ¿A dónde?  

–No lo sé –mentí–, solamente saldrá conmigo.

Como dije, al día siguiente fui por él temprano, al ser fin de semana no tenía que ir a la oficina. Generalmente aprovechaba esos días para hacer algo para mí, salía a pasear un poco sola y dejaba que Teddy se quede con Andrómeda o con Harry. Sin embargo ese día se me dio por llevarlo, tal vez como una excusa, no lo sé. Golpee en La Madriguera y Molly abrió, había hablado con ella antes de llegar por si George se negaba a salir, pero para mi sorpresa él se apareció detrás. Estaba vestido con un pantalón vaquero y una campera de piel de dragón. Una vaga sonrisa apareció en su rostro, pero detrás se podía ver claramente el dolor y el vacío dentro de él. Fingí no notarlo y le devolví el gesto.

–¿Nos vamos? –pregunté. A mi lado Teddy me miró insistente, hacía rato que me preguntaba a dónde íbamos, pero yo dije nada.

–Claro –respondió el, y despidiéndose de su madre salió.

Fuimos al cetro de Londres, caminamos por varias calles muggles, Teddy se paraba en cada tienda que veía y preguntaba por cada cosa. George iba como ausente, caminando a mi lado con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en algún punto del suelo delante de él. Le acaricié el brazo, evidentemente no era un buen día, pero él se estaba esforzando para no demostrarlo.

–¿Seguro que no quieres volver? –pregunté cuando su mirada me destrozaba por dentro... tal vez aún no era el momento.

–No Lin, estoy bien –su voz había cambiado ¿El sarcasmo? ¿La alegría? ¿La burla? Se habían ido el mismo día que Fred, dejándome solamente a un George serio, triste, apagado... me hacía recordar a Remus.

Sacudí la cabeza decidida a cambiar eso, en algún lugar tenía que estar el Geoge que alguna vez fue. En algún lugar profundo y doloroso, pero sabía que todavía estaba allí, su actitud de ayer me lo había demostrado. Fuimos al callejón Diagon, quería comprarle una escoba de juguete nueva a Ted, la última se había destrozado contra un árbol en la casa de Harry y estaba desesperado por una nueva.

El Callejón parecía no haberse enterado de la guerra, muy pocas cosas habían cambiado. El señor Ollivanders, el vendedor de varitas, ahora tenía un aprendíz, por lo que ahora su tienda se llamaba "Ollivanders y Compañía". Al final de la calle, un edificio de tres pisos se distinguía entre los demás. Sobre el letrero de la entrada el muñeco de un hombre pelirrojo con galera sonreía y hacía un ademán, mientras que de su sombrero salían todo tiempo cosas. Los colores naranja y violeta brillantes de las paredes ahora estaban desvaídos por el abandono, los vidrios se veían sucios, la ventanas tapiadas y en la puerta un cartel que rezaba "Cerrado".

¿Cómo se continúa, después de una guerra?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora