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—Dallas, ¿no crees que es una idea muy alocada por un simple sueño? —preguntó una voz inconforme con un maullido, era la atigrada del hogar de Dos Patas que vivía al lado del siamés.
Tommy, veía fijamente a su amigo, con expresión pensativa pues acababa de contarles a él y Dakota que había tenido un sueño profético con una gata del Clan Estelar, algo que el gato gris cuestionaba internamente mientras escuchaba a los dos amigos discutir.
—¡Te digo que es verdad! ¡Yo recuerdo su aroma, y sé lo que me dijo! —respondió el gato siamés con un bufido, sacando a Tommy de sus pensamientos—. ¿¡Me estás llamando mentiroso!?
—Te estoy llamando un cerebro de ratón, ¿En serio piensas abandonar tu cómoda vida por un montón de gatos que no conocemos? ¿Por un sueño con una gata que no habías visto en toda tu vida? Jack y sus compañeras nos contaron historias fantasiosas muy agradables, lo admito, ¿Pero por qué crees que tienes que ir tú de todos los gatos en el mundo? —dijo la atigrada a la vez que se acicalaba, con el pelaje ligeramente erizado después de la respuesta del siamés.
El gato blanquinegro soltó un gruñido y volvió a su jardín sin despedirse, dejando a la atigrada y al gato gris en silencio.
—Ugh... ese gato no entiende razones, perdona Tommy, debo hablar con él... —maulló la gata mientras se despedía del peludo gato casero con un suave lametón sobre la frente, antes de saltar hacia el jardín del siamés, dejando al gato gris por su cuenta.
Soltando un suspiro, el gato volvió hacia la valla contraria y saltó sobre esta, viendo la hilera de jardines estirándose a lo lejos.
—¿Qué haces ahí tan abandonado, Tommy? —preguntó una voz melosa desde un jardín cercano, el gato gris se acercó a dicho lugar y miró el pelaje atigrado gris y blanco de una gata vecina.
—Jalea. Eres tú —respondió Tommy con un segundo suspiro, mientras saltaba hacia el jardín de la gata, tocando su nariz con la de ella antes sentarse y enroscar su peluda cola de forma pulcra alrededor de sus patas.
—Normalmente nunca estás tan desanimado, ¿Qué sucede? —preguntó la atigrada gris a la vez que inclinaba su cabeza, viendo fijamente los verdes ojos del gato gris—, ¿Por qué no estás con tus amigos?
El gato gris le sostuvo la mirada por uno momento antes de desviarla hacia un punto perdido en la valla del frente.
—Ellos... parecen absortos en otro tema, creo que no es algo que comprenderías... —contestó el gato, volviendo su mirada hacia la gata casera-. No estoy seguro de qué sucede en realidad.
—¿Dices que no lo comprendería solo porque soy una gata casera y tú te la llevas saliendo de tu jardín? -preguntó la gata con voz indignada, antes de pasarle la cola groseramente por la cara al gato gris, dirigiéndose a su hogar de Dos Patas—. Y pensar que me estaba preocupando por ti —dicho aquello, la gata desapareció en la portezuela, dejando de nuevo al gato gris por su cuenta, con una expresión estupefacta e incrédula; ¿A caso todos los gatos que conocía estaban en su contra ese día?

Con la intención de despejar su mente, Tommy había decidido aventurarse más allá de su hilera de jardines, en la esquina del último hogar de Dos Patas, el camino giraba hacia la izquierda y continuaba hacia abajo, dejando solo una larga colina y un arroyo al fondo en el lado derecho y un Sendero Atronador a lo lejos, lo suficiente como para que su acre aroma apenas fuera reconocible.
El gato gris mantenía el paso con cautela, se detenía cada par de zorros para revisar el área, deteniéndose frente al Sendero Atronador.
Saltó sobre el duro suelo negro, sintiendo la extraña calidez de este y empezó su carrera hacia el otro lado de la piedra oscura, llegando en un par de latidos, sintiendo su corazón desbocado a pesar de ser algo tan sencillo como correr.
—¡Tommy! ¿Qué haces aquí? —maulló una voz chillona desde un árbol cercano; era Yin, acompañado por su hermano que apenas terminaba de subir el tronco del fresno.
—Pareces perdido, ¿Buscas a alguien? —preguntó esta vez el gato negro manchado, acicalándose un poco al terminar.
—Yin, Yan, no sabía que vivían aquí —respondió el gato gris con un maullido mientras se sentaba, enroscando de nuevo su cola alrededor de sus patas.
Yan bajó con cuidado de la rama, seguido por su hermano y se detuvo frente a su amigo, imitando su pose. -Nosotros no vivimos aquí, solo nos gusta este árbol
—¿Quieres ver donde vivimos? —exclamó el gato blanco manchado mientras empezaba a dar saltitos alrededor del felino mayor, antes de dirigirse hacia la casa donde ellos vivían.
—Creo que es mejor seguirlo, ese cerebro de ratón se va a perder —murmuró el hermano Yin, antes de seguirle, con el gato gris a la zaga, quién tan solo pretendía perder el tiempo un rato.

Los Gatos Guerreros: La Estrella del Alba - 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora