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Habían pasado ya algunos amaneceres desde la batalla en el territorio del Clan del Viento, las heridas aún dolían y el peligro hacía que todo el Clan del Trueno se sintiera amenazado.
Desde la batalla, las patrullas en las fronteras se habían duplicado y eran de mayor tamaño.
Garra Soleada caminaba a la par con Argénteo y su aprendiza, Nocturna. Además de Ardilla, su aprendiz y Ala de Golondrina.
Todos los miembros de la patrulla caminaban bajo la luz del alba con la cola levemente erizada, la amenaza del gato blanquinegro y sus sanguinarios proscritos seguía presente, a pesar de no haber encontrado prueba alguna.
—No parece que hayan estado aquí, desde que los echamos del campamento del Clan del Viento no han dado señales de vida... —murmuró Argénteo con un maullido por lo bajo.
—Tal vez no estén por aquí, pero no sabemos qué es lo que hay entre los árboles... ¿Alguna vez te habías sentido inseguro en tu propio territorio? —preguntó Garra Soleada en respuesta.
Argénteo negó con la cabeza y continuó con la marcha.
Ya habían recorrido la mitad de la frontera con el territorio del Clan de la Sombra y se disponían a volver territorio adentro cuando un débil maullido los hizo detenerse.
De pronto, una figura escuálida y sucia salió de entre los arbustos, haciendo que todos los gatos desenvainaran las garras y erizaran el pelo, doblando su tamaño.
—¡Quién anda ahí! —bufó Ardilla mientras daba un paso al frente.
—¡Clan del Trueno! —exclamó una voz desde atrás del arbusto, de este, salieron otro par de gatos, todos con el aroma distintivo del Clan de la Sombra—. ¡No venimos a pelear con ustedes! 
Los gatos del Clan del Trueno no apelmazaron su cabello, pero evitaron saltar sobre los cuatro gatos del clan contrario.
Eran Escamoso; el lugarteniente del Clan de la Sombra, Manto Rojo, Mohosa y un gato que el guerrero rojizo nunca había visto, probablemente fuera un aprendiz.
—¿Qué es lo que pasa, Escamoso? —preguntó Garra Soleada con voz seria.
—Tenemos preguntas, y ustedes nos la podrán responder mejor que cualquiera de los otros dos clanes. —respondió el gato gris de manchas oscuras.
—¿¡Y qué te hace creer que debemos responder a un montón de traidores como ustedes!? ¿¡Cómo se atreven a acercarse a nosotros después de aliarse con esa panda de excremento de ratón!? —bufó Ardilla con ira, mirando fijamente al grupo de gatos contrarios.
—¿¡A quién estás llamando traidor, escoria!? —respondió el gato menor con el mismo tono de la guerrera atigrada clara.
Por un momento, la tensión entre ambas fronteras creció tanto que Garra Soleada sintió que un movimiento en falso desencadenaría una batalla innecesaria y estaba a punto de decirle a su compañera que se calmara cuando el lugarteniente dio un paso en frente y le dio un zarpazo en la nuca al gato menor.—¡Zarpa Rayada, cierra la boca y no hables cosas innecesarias!
El aprendiz desvió su ambarina mirada hacia otra parte y se movió hasta la cola del grupo, refunfuñando entre dientes.
Acto seguido, el lugarteniente se amilanó el pelo y sus guerreros le imitaron.
—Nosotros no nos hemos aliado con esos gatos, hemos sufrido tanto como ustedes, hemos estado echando grupos con cada patrulla que sale en busca de comida, han acabado con las presas y hoy encontramos un montón de carroña escondida en el tronco de un árbol caído —explicó el gato, mientras Garra Soleada desviaba la mirada hacia Ardilla, haciendo que esta se calmara de igual manera—. Sabemos que no ha sido el Clan del Trueno porque el aroma no viene de su territorio y también sabemos que no es el Clan del Río porque ellos tienen sus propios problemas.
—Deberías esperar a la asamblea de esta noche, Escamoso... no podemos cotillear entre clanes, ni siquiera si es una amenaza. —maulló el gato gris plateado a un lado del guerrero rojizo, haciendo que ambos grupos enfocaran la mirada en él.
—Lo sé. Y es por eso que he venido hoy con esta patrulla, tienes que decirle a Estrella Escarchada que no se deje engañar por la calma del momento, ellos están ahí fuera, están esperando y estoy seguro de que atacarán los campamentos cuando estemos en la asamblea.
Garra Soleada dudó por un momento, ¿cómo estaba el lugarteniente del Clan de la Sombra tan seguro de que pasaría aquello? ¿Qué tal si en realidad era una trampa para aprovecharse del situación?
Negó con la cabeza por un segundo y enfocó su mirada en los azules ojos del gato gris manchado antes de asentir.
—Se lo diremos. Y ahora, salgan de nuestro territorio. —respondió con la misma seriedad.
El lugarteniente asintió con la mirada y dio media vuelta antes de adentrarse en su territorio seguido por sus guerreros.

Los Gatos Guerreros: La Estrella del Alba - 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora