Capitulo 4

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―No puedo permitírmelo.


―Oh, es una lástima. Al menos, no es porque crees que soy desagradable o algo

―Oh no, nada de eso, ―farfullé―. Eres encantador. ―Quería añadir que estaría más que feliz de hincarle el diente como lo sería mordisqueando uno de sus pasteles, pero me resistí.

―Como tú, ―respondió con una carcajada y una descarada sonrisa que me hizo sentir mareado de placer―. Bueno, te diré qué. Si vienes y pasas un poco de tiempo conmigo por las tardes, puedes elegir cualquier pastel de la tienda que desees como forma de pago. ¿Qué opinas?

―¿De verdad? ―Levanté la ceja con incredulidad. ¿Por qué este hombre guapo y seguro me desearía en su tienda?

―De verdad, me siento un poco aburrido por las tardes... y un poco solo, para ser honesto. Sería bonito tener a alguien para hablar un rato.

―¡Pero tal vez yo sea aburrido!

―¿Tú? No, lo dudo. Tienes ojos demasiado vívidos para que seas aburrido.

Me puse colorado otra vez. Sospechaba que me parecía a una ciruela madura, y esperaba que le gustara saborearme.

―Y de todos modos, yo hablo demasiado, ―continuó―. Tú sólo tendrás que escuchar, en la mayor parte.

―Muy bien, entonces, tenemos un acuerdo. ―Sonreí, y él me ofreció una mano. La tomé en la mía y me estremecí por la potencia y la fuerza de su agarre.

―Tienes los dedos demasiado fríos, ―dijo―. Déjame darte una bebida caliente.

―Realmente debería irme a casa, ―dije, un poco abrumado por todo y necesitando espacio para digerir todo lo que había sucedido.

―Sólo quédate por una infusión, por favor. No estoy convencido de que estés lo suficientemente bien para irte todavía.

Y cuando pensé sobre ello, él probablemente estaba en lo cierto.

―Oh, vale...

―¿Cómo te gusta el té?

―Con leche, por favor, ―dije―. Me gusta cremoso.

―¿Un poco de azúcar? ―gritó desde el otro lado del marco de la puerta.

―No gracias, ya soy lo suficientemente dulce, ―respondí por costumbre. John solía pensar que eso era gracioso. Una puñalada de dolor me atravesó, y sentí una ola de culpa pasándome por encima. ¿Cómo podía desear a otro hombre tan pronto? Estaba a punto de levantarse y salir corriendo cuando apareció una taza de té seguida del magnífico hombre que había causado mi pánico.

―Aquí tienes. Esto te calentará. ―Me pasó la taza― Ahora, no puedes tomarte un té sin un pastel. ¿Cuál te gusta?

Miré hacia abajo en la estantería de la vidriera delante mío y mmm.

―Decisiones, decisiones.

Vainilla Picante - Larry StylinsonWhere stories live. Discover now