Capitulo 7

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―Pensé que no ibas a aparecer, ―dijo Harry cuando atravesé la puerta una buena media hora más tarde de lo que le había dicho que llegaría. El dulce aroma de la tienda se envolvió alrededor de mis sentidos y me abrazó, los vestigios de especias y vainilla calentaron mi cuerpo como los pensamientos en Harry y las fantasías de las que había disfrutado la noche anterior.

―Lo sé. Lo siento. Estaba a punto de salir de casa cuando el gato decidió vomitar por todas partes. Condenado animal.

―Pero lo amas en verdad, ―se rió.

―Sí, algo así. Mi mamá me lo compró después de lo que... ―me detuve, no quise revelar tanto tan pronto―. Bueno, para que no estuviera solo. Pero prefiero a los perros.

Harry se rió otra vez, y mi corazón latió con más fuerza.

―Creo que sólo debería darte la mitad del pastel por tus servicios hoy.

―Oh, no te preocupes por eso. ―Me sonrojé―. Fuiste muy bueno conmigo ayer.

―No, una promesa es una promesa. Cualquier pastel que te guste. Elige.

―Oh, pues bien, ¿puedes darme un trozo de pastel de queso? He estado fantaseando acerca de tu pastel de queso mucho tiempo. Lo llevaré a casa, si no te importa.

―Bueno, pero observarte comerlo es mi parte favorita, sabes. No puedo ver a las personas disfrutando de mis pasteles lo suficiente. Especialmente si has estado fantaseando con él.

Mi estómago estaba demasiado lleno de mariposas para tragar incluso un bocado, aunque en realidad quería complacerlo.

―Hoy me temo que no, Harry, lo siento. Mi estómago no podría soportarlo.

―Bien, te empacaré un trozo. Toma asiento. ¿Te gustaría una bebida? ―Negué con la cabeza, y su frente se arrugó un poco.

―¿Cómo ha estado el negocio hoy? ―Pregunté, intentando cambiar el tema.

―Oh, regular, regular, ―contestó―, tuve una buena mañana de cualquier manera. Ha caído esta tarde. Déjame tomar tu abrigo.

Desabroché los botones de mi delicado abrigo. Se veía que había pasado tiempos mejores, aunque había sido caro cuando lo compré hacía un tiempo. Todavía me mantenía caliente, y como el otoño estaba aproximándose, lo necesitaba para contrarrestar el viento frío y la gélida lluvia que llegaba inesperadamente a finales del verano.

Tenía un gato, a pesar de que pasaba la mayor parte del tiempo afuera, y de que era malditamente seguro que tenía dos o más casas, y de que no había vomitado en absoluto. Simplemente me tomó mucho tiempo decidir qué ponerme.

Hacía demasiado frío para algo particularmente revelador, y no es que tuviera cualquier cosa particularmente reveladora, tampoco. Siendo un maestro, había aprendido a vestirme conservadoramente, especialmente con niños de diecisiete años en el grupo. Encontré una remera manga larga de un color naranja . La combiné con unos jeans negros ajustados y mis vans negras. Me sentía bastante sexy, especialmente cuando me puse mi ropa interior favorita de encaje rojo debajo.

―El naranja es un buen color en ti, ―dijo, mientras se volvía caminando dentro de la tienda, y me sonrojé.

―Oh, gracias.

―Complementa el color cremoso de tu piel.

Casi sentí las palabras acariciando todo mi cuerpo. Me mordí los labios y subrepticiamente restregué los muslos juntos. Este hombre me volvía loco de lujuria, y ni siquiera había dicho nada que fuera íntimo.

―No sé cómo te las arreglas para trabajar aquí día tras día. Yo estaría comiéndome toda la mercadería, ―dije―. Simplemente el delicioso aroma es suficiente para hacerme agua la boca.

El aire estaba denso con la vainilla, la crema y el chocolate, con ese especial ligero aroma a dulce horneado que cualquier panadero te dirá que permanece hasta mucho después de que el pastel haya terminado de cocinarse.

―Tengo mi buena participación en la prueba de sabores, ―contestó, su lengua asomándose para humedecer su labio inferior. Sonrió―. Pero disfruto de las ganancias mucho más.

―Parece un crimen comer estos. Son todas obras de arte.

―Me halagas. ―Fui recompensado por el más ligero rubor de sus mejillas―. No soy tan bueno.

―Oh, deja la falsa modestia. Podrías exhibir estos en una galería de arte, y las personas pagarían simplemente para mirarlos y olerlos.

―Ah, pero si no los tocas o los saboreas, te estás perdiendo la mayor parte de la sensación.

Sus ojos parecían haberse oscurecido al color de la espinaca cocida y en lugar de estar enfocados sobre sus pasteles, estaban clavados firmemente sobre mis labios.

―Oh, bueno, sí, saben divinos, ―contesté, azorado.

―Apuesto a que sí, ―dijo sarcásticamente y levantó una ceja. No me sonrojé sólo en las mejillas. Se filtró hacia abajo y se difundió por mi pecho, también.

―¿Cuál es tu favorito? ―Le pregunté, dirigiendo mi mirada a sus oscurecidos ojos y hacia el despliegue de pasteles al lado nuestro.

―Oh, es muy difícil escoger. ―Su voz ronroneó, pero la suavidad era desmentida por el puro poder de su tono―. Soy un fanático del chocolate, ―dijo―, y de la fruta fresca. Me gusta combinarlos con crema y un bizcocho liviano y tal vez sólo el toque más dulce y más pequeño de especias exóticas. Los nuevos, los excitantes, los recién descubiertos son mis pasteles favoritos para crear.

―Eres muy talentoso. ―No lo vi dar un paso, pero pareció estar mucho más cerca de mí cuando volví a mirarlo. ¿Me había movido? Estaba confuso y un poquito hipnotizado por su mirada y justo cuando pensé que sus labios bajarían a los míos, la campana en la puerta tintineó.

Respingué. Él sólo sonrió sarcásticamente y cambió su atención al cliente.

La lujuria martillada a través de mi corriente sanguínea, desesperada para salir. Tomé un trémulo aliento, y cuando Harry inclinó la caja arriba de las magdalenas glaseadas hacia la señora, guiñó un ojo en mi dirección.

Vainilla Picante - Larry StylinsonWhere stories live. Discover now