«I'LL BE STUMBLING AWAY»

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«Bueno, si con tanta dulzura me lo pides, Bambi...»

Aquellas palabras no sólo les habían hecho saber que al fin Eliot estaba de vuelta y a salvo de las garras del Monstruo; para Margo –y ella sabía que para Q también– habían significado volver a respirar después de los sofocantes últimos días en los que por momentos parecía que nada volvería a estar bien de nuevo. Incluso teniendo a Josh a su lado, ni un solo segundo la ausencia de Eliot dejó se sentirse como una herida abierta y profunda, algo con lo que nunca podría reconciliarse. En poco tiempo había pasado del infierno de pensar que nunca más volvería a escucharlo, tomar su mano y sentir su presencia de nuevo, a finalmente recuperar la esperanza a través de un maldito conejo.

«Por la más grandísima mierda, Eliot –pensó, un par de lágrimas y una breve sonrisa escapando de sus labios–, me debes una grande».

Pero lo habían logrado. Las hachas habían hecho su trabajo y por fin se librarían del jodido Monstruo y de su aún más jodida hermana. Quentin, Alice y Penny23 se encargarían de ello. Por el momento no le quedaba más que confiar en la competencia de aquel trio y en que, mientras tanto, la profesora Lipson se aseguraría de que Eliot terminara de salir de esta.

Dios, cómo detestaba tener que sentarse a simplemente esperar y confiar en que alguien más haría el trabajo.

Pero todo iba a salir bien. Tenía que. Esta vez el universo se podía ir mucho a la mierda. Y si pensaba que le permitiría siquiera intentar joderlos de nuevo mejor que se lo pensara dos veces: se las tendría que ver con la «perra de las hachas» primero.

Los minutos parecían horas mientras esperaba. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde que Penny23 los había llevado de vuelta a Brakebills, y temía mirar el reloj en la pared. No podía pensar con claridad. ¿Mientras más tiempo pasaban ahí adentro significaba buenas o malas noticias?

Afortunadamente no tuvo oportunidad de pensar y volver a pensar en la respuesta, pues en ese momento vio cómo Lipson se dirigía hacia ella e inmediatamente se puso de pie.

—Va a estar bien —le comunicó la profesora—. Tardará un poco en despertar, pero anda, ve. Puedes estar con él cuando suceda.

Sin decir nada más, Margo dejó que sus piernas la condujeran rápidamente a la habitación que le había indicado la profesora. Una vez dentro arrimó una silla a la cama en la que se encontraba su mejor amigo, tomó asiento y envolvió su mano inmóvil entre las suyas. Pobre de aquel que intentara moverla de ahí hasta que abriera los ojos.

Mientras miraba su rostro pensó en el desierto.

Toda esa mierda había valido la pena. No podía esperar para contarle todo sobre su pequeña gran aventura, desde la alucinación reptil hasta la forma en la que le pateó el trasero al hijo de puta que ingenuamente pensó que tenía la más mínima oportunidad de humillarla. No podía esperar para ver la sonrisa en su rostro cuando le contara que de alguna forma él había estado ahí acompañándola, luciendo como toda una puñetera estrella de rock.

¿La mejor parte? Había cumplido su promesa. Lo había recuperado. Todo iba a estar bien.

Se repetía aquellas palabras una y otra vez, como si aún sintiera una amenaza escondida en las sombras, esperando el momento perfecto para atacar. «Oh, vete al diablo, ¿quieres?», le gritaba al pensamiento tan pronto como cruzaba por su mente.

Q y compañía ya debían de haberse deshecho de los Monstruos, en cualquier momento alguien vendría a avisarle que estaba hecho y que no había nada más por lo que preocuparse (al menos no de inmediato), y por fin iban a gozar de un condenado momento de paz.

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